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La Memoria En San Agustín


Enviado por   •  7 de Junio de 2012  •  7.256 Palabras (30 Páginas)  •  908 Visitas

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El problema del tiempo en San Agustín es una de las cuestiones más complejas y acuciantes, no sólo en referencia a su pensamiento, sino también por la trascendencia y el influjo que ha tenido a partir de la Edad Media hasta su repercusión en la filosofía contemporánea.

Este tema lleva a plantearnos la dimensión metafísica de la relación entre el alma y el tiempo desde la perspectiva cosmológica a partir de la teología agustiniana de la creación que deriva al problema antropológico de la contingencia humana entre el Ser y la nada absolutos y a la angustia existencial por el tiempo.

A partir de esta dialéctica de la temporalidad emerge la diferencia ontológica entre lo temporal y lo eterno, cuya inconmensurabilidad determina la tensión bipolar entre la mutabilitas de lo creado y la eternidad divina, irresuelta indefinidamente en su diferencia pero, al mismo tiempo, reconciliada en la similitudo con la “imagen y semejanza de Dios”.

Pero hay un aspecto crucial que San Agustín desarrolla extensamente en su tratado De genesi ad litteram y es la creación del hombre y del tiempo en cuya simultaneidad del (in principio creavit Deus caelum et terram) advierte dos fases o aspectos sucesivos del acto creador.

El primero se expone en los versículos 26 y 27 del capítulo primero del Génesis que relatan la obra del sexto día con la creación del hombre junto con los otros seres, varón y hembra los creó “a imagen y semejanza de Dios” y el segundo momento en el versículo 7 del capítulo segundo, donde se describe que Dios formó a Adán del polvo de la tierra, sopló sobre él y extrajo a Eva de su costilla.

Según el primer modo Dios formó al hombre –dice Agustín- en “un cierto secreto de la naturaleza” (in secreto quodam naturae aliter factus) y según su imagen, “en aquel día espiritual cuando fueron creadas todas las cosas simultáneamente, en su temporalidad virtual y futurible.

Entonces –escribe- lo fue “como potencia incrustada seminalmente en el mundo, (seminaliter mundo inditam), por la potencia divina, de modo invisibiliter, potentialiter et causaliter.”

Pero luego, cuando el hombre fue formado del limo de la tierra, según Génesis II, lo fue “según la eficacia de todo lo que se desenvuelve en el tiempo, por la que hasta el presente trabaja (sed ad operationem pertinet qua usque nunc operatur), en la temporalidad de la naturaleza, procedente del germen o la raíz de los tiempos pero desplegados per temporales moras, por lapsos de tiempo.

En el principio fue de un modo y después de otro diferente: aliter tunc, aliter postea. En aquel dies spiritualis del principio se creó, en correspondencia, una materia spiritualis que se concibe negativamente, no por formas sensibles e inteligibles, por ser proveniente de una materia formable , informis-formabilis. Pero, no obstante “es algo”, un nihil aliquid, del cual posteriormente habrá de formarse el alma. Su racionalidad le adviene al alma por la acción del Verbo, que es principio y nos habla y por su potencia de serlo desde aquella materia originaria, no aún por el ejercicio de sus facultades, que permanecían en estado larvado, en un movimiento inactivo del sentir , en quietus motus sentiendi (VII, 9, 12), sino por su condición de inacabada y en germen de devenir.

San Agustín mismo reconoce que en esta cuestión “hay algo demasiado oculto”, aliquid quod nimis latet, pero a pesar de esta oscuridad podemos entrever ciertos vestigios que iluminan, si bien entre claroscuros, la especulación agustiniana sobre la memoria y el tiempo.

Pero es por mediación del Verbo que Dios crea al mundo, por la inteligencia de su Palabra, por cuya sabiduría todo comienza y todo termina.

¿Cómo les habló Dios a los seres para ser creados? Se pregunta Agustín. “Les podré responder –contesta en De genesi ad litteram, VI, 8, 13- que Dios les habló del mismo modo que Cristo nos hablaba a nosotros sin haber nacido, es más, que habíamos de existir mucho después.”

Esa Palabra que dice el origen del ser y nos enseña,como Maestro interior del alma, es intención significante que, al mismo tiempo, crea e instruye, en el principio y en el tiempo. La intentio animi participa en su génesis y rememora su paideia.

La Palabra, como signo, señala el punto tangencial entre el tiempo y la eternidad, que la memoria rescata del olvido y la intención del alma pliega sobre sí como imagen y como enigma, signos del infinito intervalo en que acontece el misterio de la Encarnación del Verbo.

En esta hendedura temporal sitúa Agustín el acto y la enseñanza del Maestro interior que es Cristo, en la misma dimensión ontológica por la que el Cristo-Palabra crea la naturaleza primordial y, al mismo tiempo, asume su encarnación como el Otro-crístico, humano y divino, que alcanza su cumplimiento en la historia..

Es en este intersticio a-temporal en que acontece el presente fugado agustiniano. Es esa instancia de la trans-temporalidad que el alma incoa en sí para reflejar y recuperar desde ella la temporalidad de su presente viviente encarnado.

A partir de estos temas de la memoria y del tiempo en San Agustín, es posible advertir la trascendencia que reviste, en su pensamiento, la noción de la doble fase de la creación del hombre expuesta en De genesi ad litteram, alguno de cuyos aspectos trataré de mostrar.

Textos

“Luego de un modo formó entonces, es decir, potencial y causalmente, como convenía a aquella operación por la que creó todas las cosas al mismo tiempo, de las cuales descansó el séptimo día; y de otro distinto ahora, como vemos las cosas que crea en el decurso del tiempo, conforme al trabajo que hasta ahora ejecuta.”

Creación del varón y la mujer: “Luego de una manera fueron creados entonces los dos y de otra distinta ahora los dos, a saber: entonces como en potencia, incrustada seminalmente en el mundo por la palabra de Dios, cuando creó todas las cosas al mismo tiempo; y ahora, según la eficacia que había de prestarse a los tiempos, con la que ahora trabaja, y según ya convenía, llegado su tiempo, ser creados, Adán del limo de la tierra y su mujer del costado de su varón.”

“Y así hacía con su omnipotente poder las cosas futuras, y al hombre que había de formarse en su tiempo le creaba como en el germen o en la raíz de los tiempos . . .”

(De genesi ad litteram, VI, 5, 7 al VI, 9, 14)

En la interpretación del Génesis que en dicho tratado Agustín expone en forma detallada y que retoma en el De Trinitate, ambos escritos en simultaneidad entre los años 400 y 415 e, igualmente, en

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