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La Revolucion


Enviado por   •  25 de Octubre de 2012  •  2.848 Palabras (12 Páginas)  •  260 Visitas

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El interés que suscita este singular texto del filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955) se debe no sólo a que constituye un complemento necesario a los escritos del autor que se ocupan del tema de la técnica -en especial la Meditación de la técnica-, sino también a que contiene la aplicación al caso concreto de la técnica del método filosófico, o «modo de pensar», que nuestro autor crea y reivindica como propio de la filosofía. Nos referimos, naturalmente, al “raciovitalismo” que, como programa de investigación ontológica, nos permite acceder a un marco de interpretación en el que los caracteres esenciales del fenómeno estudiado, en este caso el de la técnica, se ponen de manifiesto a través de su vinculación con la vida humana. El texto que el lector tiene entre manos ha de ser considerado como una investigación de índole “trascendental” que se ocupa de determinar los caracteres de la técnica desde un a priori racio-vital: el hombre es un ser técnico y de lo que se trata es de averiguar por qué lo es, atendiendo para ello no a condiciones empíricas sino “histórico-vitales”.

El resultado de esta reflexión se materializa en el logro de una perspectiva ontológica sobre la técnica que complementa otros puntos de vista desde los cuales este fenómeno puede ser considerado. El pensamiento de Ortega es, desde este punto de vista, pionero de un modelo de indagación que, junto a las ideas de Heidegger en torno a este mismo tema, ha de ser tomado como punto de referencia ineludible de toda especulación sobre el sentido de la técnica y su papel en la vida humana.

El texto que presentamos es la versión española de la conferencia que Ortega impartió en 1951 en la ciudad alemana de Darmstadt. Se incluye, por tanto, dentro de las reflexiones de madurez llevadas a cabo por el autor en los últimos años de su vida. Nuestra selección ha obviado del texto las referencias al contexto concreto de la conferencia y asimismo hemos suprimido las erratas que aparecían en la edición de las obras completas.

II. El Mito del Hombre allende la Técnica

[...] contemplar al hombre desde fuera, observar y analizar su conducta externa es una gimnasia intelectual fértil, sobre todo si no nos detenemos en ello, sino que partimos de sus movimientos corporales y edificamos sobre ellos la hipótesis de cómo debería ser en su interior un ser que, visto desde fuera, está así constituido.

Entre los movimientos del otro hombre, que podemos observar, hay un grupo muy interesante: los movimientos técnicos. Se trata de los manejos que realiza el hombre cuando fabrica un objeto. Una de las leyes más claras de la historia universal es el hecho de que los movimientos técnicos del hombre han aumentado continuamente en número y en intensidad, es decir, que la ocupación técnica del hombre -en este sentido estricto- se ha desarrollado con un indudable progreso; o, lo que es lo mismo, que el hombre, en una medida creciente, es un ser técnico. Y no hay ningún motivo concreto para creer que eso no seguirá siendo así hasta el infinito. Mientras viva el hombre, hemos de considerar su técnica como uno de sus rasgos constitutivos esenciales, y tenemos que proclamar la tesis siguiente: el hombre es técnico. En esta breve proposición quisiera mantenerme, por ahora de un modo provisional y como behaviorista, aunque, desde luego, como un investigador “trascendental” de la conducta; en el supuesto de que esto no se acercara demasiado al cuadrado redondo. En la proposición “el hombre es técnico”, en tanto me conduzca como behaviorista, no tengo ni idea de lo que significa el sujeto. Ante mí sólo encuentro a un “X”, que se mueve y conduce como técnico. Se trata, pues, de plantearnos la cuestión de cómo diablos ha de ser, por sí, un ser que se dedica a la técnica.

Para mi contexto actual no necesito desplazarme a problemas concretos de la actividad técnica. Me basta con observar que este caprichoso “X”, que lleva la voz cantante, transforma y metamorfosea los objetos de este mundo corpóreo tanto los físicos como los biológicos, de tal suerte que, cada vez más y quizá al final totalmente o casi totalmente, tienen que convertirse en un mundo distinto frente a lo primigenio y lo espontáneo. Parece evidente que el “X”, que es técnico, pretende crearse un mundo nuevo. La técnica, por tanto, es creación, creatio. No una creatio ex nihilo -de la nada-, pero sí, en cambio, una creatio ex aliquo.

¿Por qué y para qué esta aspiración de crear otro mundo? ¿Por qué y para qué? La pregunta no es tan fácil de contestar porque estos movimientos fabriles se separan en dos direcciones diferentes. Frente a la construcción de máquinas, al cultivo del campo, etcétera, se halla la creación de cuadros, columnas, instrumentos musicales, bellos atavíos y lo que pertenece a la arquitectura; arte, precisamente, de la construcción. Hallamos ante nosotros, pues, tanto los utensilios técnicos como los enseres artísticos. No puedo ahora diferenciar entre sí los dos tipos de instrumentos; solo diremos que hay una notable diferencia entre lo que el hombre hace con los utensilios técnicos y su comportamiento con los enseres artísticos, cuando ya los ha creado. El hombre gasta y desgasta los instrumentos técnicos, es decir, que cuando ya los ha fabricado, los tiene en funcionamiento, los hace funcionar. Esto es un auténtico hacer del hombre. Pero frente a los objetos artísticos, el hombre no aparece tan simple. No los gasta, ni mucho menos los desgasta. Se queda ante ellos, incluso en el caso de que lea, por ejemplo, algún poema. La lectura es, ciertamente, un hacer, pero un hacer que, materialmente, no tiene nada que ver con los poemas.

Vamos a prescindir del contraste de la actitud del hombre en uno y otro caso. Vamos a ocuparnos sólo de lo que hace con los instrumentos técnicos. Lo primero que nos salta a la vista es lo siguiente: en la actividad técnica del hombre destaca la faceta puramente cuantitativa, es decir, la ocupación técnica es la que absorbe la mayor parte del tiempo de la mayoría de la humanidad, al menos occidental y americana. Ninguna otra ocupación puede compararse con ella. La cosa es de tal índole que para este ser “X” el trabajo técnico, en algún sentido radical, parece el más importante. Ahora bien, seguimos preguntando: ¿Cómo tiene que estar constituido un ser para el cual es tan importante crear un mundo nuevo? La respuesta es sencilla: por fuerza, un ser que no pertenece a este mundo espontáneo y originario, que no se acomoda en él. Por ello no se queda tranquilamente incluido en él cómo los animales, las plantas y los minerales. El mundo originario es lo que, de modo tradicional, llamamos “naturaleza”. Desde luego,

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