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La Santísima Trinidad


Enviado por   •  17 de Abril de 2015  •  7.276 Palabras (30 Páginas)  •  207 Visitas

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La teología trinitaria de Joseph Ratzinger. Algunas notas

+Luis F. Ladaria

Si quisiéramos comparar la cantidad de páginas que Joseph Ratzinger ha dedicado a la teología trinitaria con las que ha escrito, por ejemplo, sobre la eclesiología o la escatología, llegaríamos tal vez a la conclusión de que esta cuestión no le ha interesado especialmente. Es posible que a causa de esta valoración meramente “cuantitativa” este tema no ha sido objeto de mucha atención por parte de los estudiosos del pensamiento del precedente Pontífice. Pero este criterio de la cantidad puede llamar a engaño. Los diferentes libros y artículos de Joseph Ratzinger que tratan del misterio de Dios uno y trino merecen interés. A ellos dedicaremos nuestra reflexión sin pretender por supuesto un análisis exhaustivo de todos los aspectos. Trataremos de concentrarnos en lo esencial.

De la unidad a la trinidad. La vía del amor.

Empezamos por una afirmación fundamental de Ratzinger que es un punto de partida de gran profundidad teológica. Después de haber hablado de la profesión de Dios hoy en el capítulo cuarto de su Einführung in das Christentum, se pasa al capítulo quinto dedicado a la fe en el Dios uno y trino con estas palabras: «Con lo que hemos reflexionado hasta ahora hemos alcanzado un punto en el que la confesión cristiana del Dios uno, con una suerte de necesidad interna, pasa a la confesión del Dios tri-uno» . Sorprende ciertamente esta afirmación. ¿Cuál es el punto alcanzado a partir del cual el paso de la confesión del Dios uno a la del Dios “tri-uno” se produce en virtud de una necesidad interna? Encontramos la respuesta a la cuestión a partir de lo que Joseph Ratzinger ha dicho en el capítulo precedente sobre el Dios personal y el espacio del amor y por consiguiente de la libertad que caracteriza la noción cristiana del mundo y de la creación y en particular del hombre como persona. Se trata del primado de lo particular sobre lo general. En un mundo que es amor lo más grande es simplemente aquello que puede amar. Esto se dice en primer lugar del hombre, “persona” y no mero “individuo” . El Ser que todo lo sostiene es «conciencia, libertad y amor (Bewusstsein, Freiheit und Liebe)» . Por ello la lógica interna de la fe cristiana en Dios «obliga a la superación de un mero monoteísmo y lleva a la fe en el Dios uno y trino» . De ahí se puede dar el salto a Dios en su misterio: el Dios increado y eterno, definido ya desde el comienzo, como «el amor mismo (die Liebe selbst)» , misterio también en sumo grado, el misterio mismo, ya que el amor es siempre en sí mismo misterioso. En el prólogo a la nueva edición del año 2000 de su Einführung in das Christentum nos dice Joseph Ratzinger que el mundo viene de la razón «y esta razón es persona, es amor (und diese Vernunft ist Person, ist Liebe)» .

La raíz de la fe trinitaria: la figura de Jesús

J. Ratzinger subraya el punto de partida de la fe trinitaria de la Iglesia: este no puede ser más que la figura de Jesucristo, un hombre que se proclama y es Hijo de Dios: por una parte se dirige a Dios, le habla, le llama Padre; Tiene que ser por consiguiente “distinto” de Dios Padre. Por otro lado, su función de mediador nos dice que él es ciertamente hombre, pero también Dios, porque de lo contrario no nos llevaría a él. Jesús es “Dios con nosotros”, (Emmanuel), Dios que se acerca a nosotros, pero no como “Padre”, sino como “Hijo” y como hermano para nosotros. Descubrimos por tanto en Dios una duplicidad, Dios es yo y tú. A esto se añade la experiencia del “Espíritu”, la presencia de Dios en nosotros, en nuestro ser íntimo. Este Espíritu no se puede identificar con el Padre ni con el Hijo, ni es tampoco un “tercero” entre Dios y nosotros, «sino que es la manera como Dios mismo se nos da, como entra en nosotros, de tal manera que él en el hombre y en el centro de su ser está con todo infinitamente por encima de él » . Sin duda ninguna J. Ratzinger se inspira en el Nuevo Testamento para esta reflexión, aunque no aduce ningún texto explícito. La relación yo-tú entre el Padre y el Hijo se halla ampliamente documentada en los evangelios; bastará citar Mt 11,25-27=Lc 10,21-22; Mc 14,36; Jn 17. La presencia del Espíritu en el creyente se halla también ampliamente atestiguada en el Nuevo Testamento: Rom 8,9.11; 1 Cor 2,12; Gal 4,6, 1 Jn 3,24, etc.

Es natural que, con el trasfondo del monoteísmo veterotestamentario sugiera la pregunta de si estas tres formas del encuentro con Dios respondían a una auténtica realidad o eran solamente las diversas modalidades con las que el Dios uno se acerca al hombre. Si nos dice solo algo sobre el modo de relacionarse el hombre con Dios o nos muestra quién es Dios mismo. La gran Iglesia no dudó en responder a estas dudas: « Dios es como se muestra. Dios no se muestra en un modo en el que no es (Gott ist so, wie er sich zeigt; Gott zeigt sich nicht auf eine Weise, wie er nicht ist)» . Nos hallamos ante un punto fundamental de la noción cristiana de Dios, a la vez que la recta doctrina sobre Cristo. Quien encuentra a Jesús encuentra realmente a Dios en una humanidad como la nuestra. Pero por otra parte el Hijo que dice tú al Padre no está en realidad hablando consigo mismo, las tres “personas” son realidad, no ficción, no modos de aparecer de Dios ante nosotros. Ciertamente que el vocablo “persona” podía, en un primer momento, dar origen a malentendidos, dado su significado de la máscara del teatro. Volveremos sobre este particular. En este punto concreto la reflexión de los primeros siglos cristianos dio pasos de gigante.

Dos soluciones fáciles resultaban vías sin salida (Sackgassen) para resolver el problema de la unidad y de la trinidad en Dios. Por una parte el “subordinacionismo” que negaba la divinidad de Cristo, consecuentemente también la del Espíritu y por tanto eliminaba de raíz la cuestión trinitaria. No se tomaba en la debida consideración la relación única de Jesús con el Padre. Es evidente la infidelidad al Nuevo Testamento. El arrianismo será la manifestación más evidente y a la vez más consecuente del subordinacionismo. Otra solución sin salida ve Joseph Ratzinger en lo que él llama “monarquianismo”, que afirma de modo radical la unidad de Dios; las formas diversas con las que aparece ante nosotros no responden a su ser. Me sea permitido hacer una aclaración y un breve excursus terminológico: Joseph Ratzinger llama monarquianismo al “patripasianismo” o “sabelianismo”, llamado también en una terminología más reciente “modalismo”. Es la afirmación de una

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