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La naturaleza de los cuerpos


Enviado por   •  30 de Mayo de 2012  •  Tutoriales  •  22.460 Palabras (90 Páginas)  •  708 Visitas

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CAPITULO XIII

LA NATURALEZA DE LOS CUERPOS

El Universo material

82. El conjunto de las cosas materiales forma lo que llamamos el mundo o universo. A los astrónomos y matemáticos corresponde investigar sobre la estructura física del universo. Podemos decir que mientras para los antiguos éste tenía una figura esférica exacta, hoy hay inclinación a considerarlo de figura prevalentemente lenticular, cuyas dimensiones son calculadas en años luz. Esto supone un número exterminado de sistemas siderales de los cuales uno es nuestra Galaxia o Vía Láctea, compuesto de no menos de 400 billones de estrellas entre las cuales se encuentra el sol y entre los planetas satélites que componen el sistema solar, se encuentra nuestra tierra.

Muchos autores antiguos y modernos (Bruno, Descartes, Espinoza, etc.) han afirmado la infinitud del mundo; para Kant la cuestión de si el universo es finito o infinito es un problema insoluble; pero Aristóteles, Santo Tomás y los grandes Escolásticos consideran imposible el infinito en la extensión material y por eso consideran que el universo es finito, tiene límites. También la física moderna en la teoría de la relatividad considera el universo como finito y cerrado en sí mismo.

Origen y fin del universo.

83. Similar al problema de la infinitud del mundo en la extensión es el de su infinitud en la duración, es decir, si el mundo ha tenido inicio o en cambio ha existido siempre. Aristóteles afirmó la eternidad del mundo y luego de él otros filósofos enseñaron lo mismo, como los neoplatónicos y muchos pensadores modernos. Filosóficamente no parece repugnar que el mundo haya existido siempre, aun cuando haya sido creado (como demostraremos en la Teología natural) y no tenemos argumentos decisivos para demostrar lo contrario; sólo la fe nos enseña que el mundo ha sido creado en el tiempo, no en el sentido de que antes del mundo ya existiese el tiempo, sino en el sentido de que yendo hacia el pasado a través del tiempo transcurrido, se llegaría a un primer instante que sería el inicio del mundo. En el aspecto científico los mismos argumentos, que, como diremos inmediatamente, parecen mostrar que la duración del mundo es finita, hacen pensar que, como tendrá un fin, así ha tenido un principio y por lo tanto no es eterno.

En lo concerniente al fin del mundo el problema no está tampoco resuelto filosóficamente. Según la ley de Lavoisier o de la conservación de la materia (nada se crea y nada se destruye) y la ley análoga de la conservación de la energía (la cantidad de la energía del universo permanece la misma incluso cuando cambia su calidad) el mundo no debería tener término de tiempo. Pero existe también la ley de la degradación de la energía, según la cual, en las diversas transformaciones energéticas, una parte de la energía no puede retransformarse completamente en la primera. Si esta ley es exacta, las diversas energías disminuirían siempre más, mientras se llega a un equilibrio general que impedirá el despliegue de las energías naturales. En este sentido el mundo acabaría, pero no sabemos cuándo. Tampoco la fe nos dice cuándo acontecerá el fin del mundo; fin del mundo que sin embargo no comportará su total destrucción, sino una renovación, porque la Sagrada Escritura habla de nuevos cielos y de nueva tierra.

Los problemas de la realidad material.

84. Con respecto a este universo material, objeto de la parte de la filosofía del ser que se llama Cosmología (Cosmos-universo), son dos las cuestiones principales: una concerniente a la naturaleza o esencia de los cuerpos, de lo que hablaremos en el presente capítulo, y la otra concerniente a su cantidad y cualidad y las cuestiones conexas de espacio y tiempo, de las que hablaremos en el capítulo siguiente.

La constitución de los cuerpos.

85. En el n. 60 ya hemos indicado que el problema de la constitución de los cuerpos fue objeto de estudio de los primeros pensadores de la humanidad que buscaban cuál era el elemento primordial de todas las cosas o los primeros elementos de cuya combinación resultan los diversos cuerpos que constituyen el universo. Recordamos las ingenuas respuestas dadas por los filósofos jónicos y de otras escuelas; igualmente ingenuas y caducas resultan las soluciones propuestas por sus sucesores, incluída la doctrina de los cuatro elementos (agua, aire, tierra y fuego), que según la mayoría de los pensadores físicos incluso medievales debía explicar la composición de todos los cuerpos.

La física moderna, mediante la observación y el experimento, cada vez más precisos y exactos como consecuencia de la invención y el uso de numerosos instrumentos de investigación y medida, ha podido estudiar más cuidadosamente la constitución de los cuerpos, resolviéndolos en las respectivas moléculas (pequeños volúmenes) y éstas a su vez en átomos (indivisibles, como se creía en un tiempo), para los que los diversos cuerpos parecían compuestos de un número variable de moléculas, las cuales constaban de un número fijo de átomos para cada una de las especies de cuerpos. Investigaciones más recientes han mostrado que el átomo no es indivisible y que existen partículas más pequeñas, como son los protones, los electrones, los neutrones, los fotones, etc., de los cuales se compone la estructura del átomo. Este se presenta como un sistema complejo, con un núcleo central de dimensiones mínimas (sede de las propiedades corpusculares), y una región circundante extensa, análoga al protoplasma de la célula viviente (sede de los fenómenos ondulatorios), limitada por una superficie elástica y permeable, que permite la variabilidad y la compenetrabilidad.

No es éste el lugar para adentrarse en un campo propio de la ciencia física, en continua evolución y progreso, que no es determinante para la solución filosófica del problema de la constitución de los cuerpos. En realidad la constitución física y la filosófica, objeto respectivamente de la física y de la filosofía, pertenecen a campos de observación y de especulación diferentes, aun cuando sus soluciones puedan ayudarse unas a otras. Aquí nos limitamos al problema filosófico.

El problema filosófico.

86. La filosofía no se conforma, como la ciencia, con llegar a individualizar las más pequeñas partículas que constituyen los cuerpos, porque esto, para la filosofía, no es resolver su problema, sino más bien desplazarlo del

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