Las batallas, pero no las del desierto

        Las batallas, pero no las del desierto

¿Cuántas veces hemos pensado que nuestra existencia es difícil? ¿Qué tan a menudo nos sentimos aprisionados por nuestros padres? ¿O por los demonios que llevamos dentro? ¿O, inclusive, por los sentimientos? Bueno, el texto dramático escrito por Sergio Magaña con nombre “Los motivos del lobo”, cuenta la complicada de vida de Eloísa Donojú y sus hijos: Fortaleza de dieciocho años, Lucero de diecisiete, Libertad de trece y Azul de nueve años, quienes por causa de Martin Goulfe ─esposo y padre respectivamente─ han vivido en cautiverio durante 18 años con la excusa de brindar una protección ante este “cruel y despiadado” mundo.

        Dentro del texto dramático, se tocan temas como el incesto, la violencia familiar, la privación de la libertad y las consecuencias de esto. La trama se desarrolla en la antigua Ciudad de México, entre los días 15 y 16 de septiembre, en una casa con dos pisos y completamente ajena al exterior, salvo por las escasas ventanas y la puerta cerrada ─excepto por tres ocasiones─ una de ellas es el día cuando todo cambia gracias a la repentina visita de la señora Maud (vecina de la familia) tocando a la puerta y el pequeño Azul la abre, permitiéndole el acceso a su hogar, desencadenando una serie de problemas con un final catastrófico: un Lucero transformado en su padre y poniendo en cautiverio, una vez más, a su madre y hermanos.

        Ahora con un conocimiento general sobre la trama de la obra, procedo a hablar acerca del propósito por el cual fue escrito este ensayo: ¿qué es la maldad y cómo fue retratada en este texto?

        Según la RAE (Real Academia Española), la maldad se define como “1. f. Cualidad de malo” y también como “2. f. Acción mala e injusta”. Por otro lado, en la psicología social se define como “el daño intencional, planeado y moralmente injustificado que se causa a otras personas, de tal modo que denigra, deshumaniza, daña, destruye o mata a personas inocentes”. (Quiles M.N., 2008) Tomando como referencia estas dos definiciones, se evaluará la maldad en cada personaje.

        Empecemos por Eloísa Donojú, una esposa y madre devota, dispuesta a sacrificar todo por su familia. Y no solo está dispuesta, sino que lo hizo en el momento en el que le pidio a Martin Goulfe que la aislará del mundo exterior, pues, consideraba que no sería capaz de soportar la rutina social, sin considerar el daño psicológico que provocaría a sus hijos, esto puede parecer egoísta y malvado, sin embargo, depende desde que perspectiva se vea; por un lado tenemos el famoso dicho popular “primero yo, después yo, y al final yo” y por otro lado tenemos el concepto “maldad”.

Al principio de la obra, la actitud tomada por Eloísa, podría considerarse de sumisión total provocado por la misoginia de su esposo, sin embargo conforme la historia avanza, se percibe a una Eloísa que, si bien tiene este comportamiento, es solo una fachada para su verdadero yo ─una mujer fuerte con determinación y con terror a lo desconocido─ E inclusive admite haber sido egoísta al pedir semejante cosa y no salir antes de ese lugar que la mantenía cautiva. Cosa que me lleva al siguiente personaje: Martin Goulfe. La primera impresión que se tiene es la de un ser malvado e incapaz de sentir empatía por el daño provocado a su familia.

         Al igual que sucedió con Eloísa, puede que solo fuera una fachada ya que él cumplía con lo que su esposa le pidió, ¿es esto un acto de amor disfrazado de maldad? ¿Hasta qué punto Martín fue manipulado por Eloísa para creer que hacía lo correcto? La respuesta es simple, lo hizo porque quiso hacerlo. Existe algo que se conoce como libre albedrío (“capacidad de optar entre distintas alternativas que se nos ofrecen o crear otras nuevas”) (Kane, 2011) y toda persona lo posee, por lo que se debería poder diferenciar entre lo correcto, lo justo y lo incorrecto, y actuar conforme a eso.

¿Era justo para sus hijos vivir encerrados sin conocer el mundo? En lo absoluto, ¿era correcto cumplir los deseos de su esposa para mantenerla feliz, puesto que a final de cuentas, es todo lo que un buen esposo hace? Es posible que esto sea la justificación más acertada, pero viene la pregunta final ¿era incorrecto romper la promesa hecha a su esposa por sobreponer la felicidad de sus hijos? Claro que no. De hecho, la misma Eloísa le pidió que los liberará, e hizo caso omiso, obligando a sus hijos a adoptar personalidades extrañas con comportamientos inmorales y, hasta cierto punto, perversos.

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