Pequeño Ensayo Sobre La Imbecilidad Y Sus Remedios más Efectivos

En estos tiempos, sentirse imbécil, o sentirse mal por ser imbécil, es algo absolutamente innecesario. La autocrítica, que antes era tan valorada ─y muchas veces hasta sobrevalorada─, resulta, en la actualidad, un simple añadido de humildad que complementa con mucha eficacia la imagen que queremos proyectar ─en tiempos donde la imagen es prácticamente todo, por supuesto─, aunque nunca se convierta en base efectiva de nuestro propio conocimiento (¡pero qué importa!). Porque, claro, es bello cuando alguien dice «mira, este tipo no sólo es inteligente, no sólo nunca es imbécil, no sólo nunca falla, sino que además es autocrítico; es autocrítico porque dijo “me puedo estar equivocando” en su comentario, pero si lees su comentario verás que está lleno de sabiduría, así que, en realidad, como de costumbre, no se está equivocando, aunque él mismo lo ponga como posibilidad, demostrando así que no sólo nunca es imbécil, sino que además es humilde; es perfecto», es bello, sí, sentir tanta plaga de halagos, sentir cómo el ego se infla hasta superar las barreras de nuestro pellejo, pensar que lo tenemos merecido porque somos crème de la crème entre tanto ser humano defectuoso que no puede ocultar su ignorancia e irracionalidad. Y sentir de esa forma que, cuando nos pasa algo que consideramos «malo», no es nuestra culpa, definitivamente no, ¿cómo podría ser nuestra culpa, si todo lo hacemos bien, perfecto, «como debe ser»?

Culpamos entonces a otros seres humanos, a los defectuosos, tal vez, o a meras subjetividades como la vida, dios, el diablo, las energías negativas, la naturaleza, las fuerzas del mal, etcétera. Porque nadie más tiene la culpa de que nos sucedan cosas perjudiciales, nadie más que el resto. Nosotros, sí, los que no somos imbéciles ni tenemos que sentirnos mal por serlo ─esto cuando es inevitable tener claro en el consciente de que lo somos, sin más reparo (las farsas no son irrompibles aunque sean hechas por nosotros mismos, de todos modos)─, tenemos que sufrir estas injusticias y además dejar que todos se enteren que son injusticias. Así, si nos despiden del trabajo el que tendrá la culpa será el jefe, quien no apreció nuestro innegable talento; si reprobamos el examen la culpa la tendrá el profesor, por haber puesto preguntas sobre temas que no enseñó correctamente en clase, porque es un profesor mediocre, alguien que no está a la altura de nuestro intelecto y habilidad; si la novia nos dejó es una zorra que no supo valorar nuestro amor, nuestra grata compañía y nuestro sensacional desempeño en la cama, alguien que no nos merece.

Entonces, no perdamos más minutos. En estos tiempos, sentirse imbécil, o sentirse mal por ser imbécil, es algo absolutamente innecesario. Tenemos Facebook, Twitter, Google +, blogs, páginas web, Whatsapp, Instagram, tantos medios en los cuales podemos subir publicaciones con mensajes positivos de éxito,

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