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Regionalismo Y Centralismo

ansusuan30 de Septiembre de 2013

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Regionalismo y centralismo

-Si fuera necesario escoger entre los Siete Ensayos

de Interpretación de la Realidad Peruana,

no vacilaría en pronuncianne por el que lleva

el título anterior. Como en la cuestión indígena,

revela el autor sus mejores cualidades de observador

y de realista. El estilo preciso, ágil, nos

trae a veces el recuerdo de algunas páginas de

Alberdi. No sé si ea coincidencia espiritual en la

. infuición realista o influencia positiva del gran

pensador argentino.

En lo sustancial no creo que nadie pueda discrepar

de sus «ponencias hásicas»: el anacronismo

del debate centro-federal, la unión del centralismo

con el caciquismo o provincialismo y la

dificultad de establecer una justa diferenciación

geográfica en regiones en el Perú.

El federalismo-entiendo por tal la artificial

división de la unidad nacional en pequeños estados

autónomos que luego se unen con un vínculo

más o menos fuerte-c-es, no s610 anacrónico sino

violentamente anatópico. En América, los términos

gobierno federal y gobierno representativo

se aplicaron del modo más absurdo. En Chile

no entendían por régimen representativo el

LA REALIDAD NACIONAL 8J

régimen de un parlamento nacional con un poder

ejecutivo unitario. Para 105 chilenos de la Patria

V ieja, el gobierno representativo consistía en la

representación de las provincias en el Poder Ejecutivo.

En Nueva Granada y en Venezuela, la

fórmula federal que sirvió en los Estados Unidos

para formar primero una confederación o alianza

y después en" 1787 una verdadera nación, se

aplicó a cada ciudad, a cada cabildo. que se

constituían así en estados eemiindependientes.

Esta aberración federativa fué la bandera de las

oligarquías locales. Parecido fenómeno se realiza

en el Plata. Naturalmente. los realistas de esa

época, en el Norte y en el Sur. Bolívar y

Monteagudo, repudiaron esa clase de federa-

"lismo; este último, con argumentos mejores que

el de nuestra falta de preparación para esa clase

de gobierno, cuando afirmaba la tesis a que dió

su fórmula el padre Mier, al decir que el federalismo

se imaginó para unir 10 que estaba dividido

y no para dividir lo que estaba unido. Una

tendencia verdaderamente federal no existió en

el Perú, y el hecho se debió a dos causas: a la

tradición de unidad nacional, que venía del Imperio

incaico y que mantuvieron el Virreinato y

la Audiencia de Lima. y a la falta en el Perú

de los movimientos insurreccionales de los cabildos,

que dió a éstos el carácter de núcleos políticos.

No existió entre nosotros. en la época de

la emancipación. aquella rivalidad entre Caracas

y Valencia. Cartagena y Cundinamarca, Buenos

Aires y las provincias interiores.

El Cuzco tenía, es verdad. el heráldico

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82 víCTOR ANDRÉS BELAUNDE

prestigio de haber sido la capital del Imperio, el

título de sede de la audiencia creada a raíz de

la sublevación de T úpac Amaru y el más importante

de haber sido el centro del gran movimiento

de Pumacagtia; pero fracasado éste y" pronunciada

la costa por la Independencia, la ciudad

imperial quedó convertida en centro de la resistencia

española. Al consolidarse la:independencia

por la fusión de las dos corrientes libertadoras,

la del' Norte y la del Sur, no surgió el debate

federalista de los años JO al 12. Los grandes

caudillos San Martín y Bolívar Be inclinaban no

solamente a mantener las unidades nacionales de

tradición colonial, sino a formar integraciones

nacionales más vastas: San Martín, por medio

de la forma monárquica (Perú, Chile y Río de la

Plata); Bolívar, por la f~eración de los Andes.

El problema que surgió a' raíz de la independencia

peruana fué el de las nacionalidades dentro

de los criterios opuestos: las grandes unidades

virreínales, que parecía ser el de Bolívar, y el

principio de la propia' determinación, que se

aplicó al Alto Perú. La formación de Bolivia

resolvió las pretensiones opuestas del Perú y

Buenos-Aires, y consagró el criterio audiencial

sobre el virrenaticio en la constitución de las nacionalidades.

Puede decirse que la separación del

Alto Perú reiteró en el Bajo su sentido unitario.

La idea que surge en esa época no es de federación

de provincias,' sino federación de estados,

empleando las claras palabras de Bolívar para

unir. ya al Perú con Bolivia, ya estos dos países

con la Gran Colombia. La idea de dividir el Bajo

LA REALIDAD NACIONAL 83

Perú en dos entidades nacionales aparece en ese

momento, obedeciendo a ciertas tendencias eeparatistas,

que tenían su centro en Arequipa.

La reacción contra el imperialismo bolivariano

se manifestó en la forma de descentralización.

pero no de federalismo. debido a la sagacidad

de Luna Pizarra. Se trató de dar mayores atribuciones

a las Juntas departamentales y se restablecieron

las municipalidades que suprimió Bolívar.

La constitución del 34 conservó esa tendencia

descentralizadora. Cuando Santa Cruz revivió el

proyecto de Bolívar, resucitó. naturalmente, el

de dividir el Perú y se crearon los estados Nor y

Sud Peruanos. He dicho alguna vez, y no he

encontrado hasta ahora nada que modifique mi

opinión, que la confederación santacrucina fué

popular en el Sur, no por el principio de integración.

sino por el principio de división. El

ideal máximo de Santa Cruz era la reconstitución

del antiguo imperio y del antiguo Virreinato, y

el ideal mínimo. la incorporación del Sur del

Perú.

Hoy creemos muchos que fué gran desgracia

que el proyecto máximo de Santa Cruz no se

consolidara. El Norte del Perú. que es la costa,

defendió realmente su hegemonía con la bandera

de la unidad nacional. La reacción nacionalista

se tradujo en la centralista constitución de Huancayo.

Puede decirse que desde esa época el nacionalismo

peruano fué centralista. Mariátegui

traza rápidamente el cuadro de la discusión desde

esa época. constatando que la oligarquía formada

a mediados del siglo XIX tuvo tendencias liberales

vfCTOR ANDRts &4AUNDE

y descentralizadoras. Recuerda que en Piérola

aparece la palabra federa<;,Íón.El ideal de Piérola

fué la reconstitución de la federación

peruano-boliviana en la época de la Dictadura (1).

La cita que trae Mariátegui de la declaración de

principios del• Partido Demécrata revela que

Piérela, convencido de la necesidad de una políti~

a regionalista y de su popularidad. la acogió

empleando la palabra ya consagrada. aunque

inccrrectemente, pero cuidó de precisarla en la

forma que salvara la Unidad nacional. La forma

federativa. según él, debería realiiarse «en condiciones

aconsejadas por la experiencia de este

régimen en pueblos semejantes al nuestro y las

peculiares al Perú». Esas experiencias eran dos:

la de la Constitución centro-federal argentina

del 53. y la muy reciente. eneea época. de Co-

- lombia, cuya carta del 86 moclificóo restringió

el exagerado federalismo de las constituciones

anteriores. consolidando la unidad nacional. Hay

que suscribir sin mayores reservas los asertos del

autor sobre la inocuidad de las ideas federales

en el partido liberal, en el llamado federal y -en

la plataforma billinghurista. Felizmente para el

Perú, han prevalecido, contra las veleidades

fec:leralistas, el sentimiento y el instinto nacional

de la unidad, que ha sido, digamos así. una del Perú, a pesar de los obstáculos geográficos

y de la complejidad de nuestra estructura, es una

realidad: nuestro primer deber, posponiendo

diferencias ideológicas o partidistas, es mantenerla.

Para los románticos y los idealistas, la

nación es una persona, un arquetipo, una categoría,

una forma superior de solidaridad humana;

para los positivistas es, por lo menos, un hecho,

y nada habla con más elocuencia que los hechos.

El único problema por resolver es el de encontrar

la fórmula por la cual esa unidad sea más

justa, sea más rica, sea más fuerte. Y evidentemente

que esa fórmula, dados nuestro territorio

y nuestra diversidad de razas, no consistía en

un centralismo uniformador, estrecho y absorbente,

en el centralismo jacobino o napoleónico,

que, por desventura, ha prevalecido, sino en un

regionalismo armónico que extendiera la vitalidad

económica y cultural por todo el territorio.

Leyendo con detenimiento el capítulo que

Mariátegui dedica a la región en el Pero, observamos

con verdadero pesar que en él

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