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Regionalismo

hamd920 de Julio de 2014

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Si dedicamos un breve tiempo y leemos los intereses de la política exterior de nuestro país nos encontramos con un listado de diez intereses fundamentales en los que giran nuestras relaciones internacionales con otros bloques o países. De este breve ejercicio podríamos verificar cuales serían los focos de importancia de nuestra política exterior. Así de esta forma destacamos la preocupación por la asociación comercial y la defensa de los intereses económicos de Chile, los cuales ocupan el primer lugar de los intereses de nuestra política. Así mismo, en un segundo lugar, encontramos la contribución al fortalecimiento de la integración regional, posteriormente el fortalecimiento del multilateralismo (punto 4) como la preocupación por la paz internacional o el fortalecimiento de los vínculos científicos y tecnológicos que nos unen con el mundo.

Si ponemos atención podemos percatarnos que gran parte de los desafíos planteados como intereses responden al contexto de globalización de las relaciones internacionales que implican entre otras cosas cambios en la configuración del poder de los Estados y el cuestionamiento a los límites o fronteras que la configuración westfaliana había propuesto para el orden internacional. De todos los flujos que permean la soberanía del estado westfaliano los más importantes provienen del desarrollo del mercado internacional. Tan gravitante se han hecho los desafíos económicos que en su conjunto han permeado las tradicionales formas de relación entre los estados y han generado un contexto novedoso del cual nuestro país no está ajeno. Si consideramos el ejercicio anterior, las preocupaciones económicas ocupan lugares privilegiados en los intereses de nuestra política exterior destacando la búsqueda de asociación comercial y el fortalecimiento comercial.

Actualmente América Latina busca, a veces como comunidad y otras en proyectos separados, mecanismos de integración regional que responden a diversos intereses pero que, sin lugar a dudas, están ocasionados por el contexto de la globalización de la economía y, como no, de las relaciones internacionales. En este nuevo contexto es el regionalismo abierto el camino que han elegido la mayor parte de los estados en nuestra región.

Las actuales dinámicas internacionales generadas por los procesos de globalización han forjado en la sociedad de Estados de América Latina distintos procesos y niveles de integración que han permitido un abanico de posibilidades y cierta incertidumbre o anarquía en el contexto de las relaciones internacionales que han puesto en cuestionamiento o en duda las tradicionales nociones de identidad, democracia o participación. Ante éste panorama debemos preguntarnos: ¿Cuáles son las opciones y mecanismos de inserción de América Latina?, ¿De qué forma las estrategias de integración permiten mayores grados de interdependencia? Y ¿de qué forma influyen otros “actores” en la conformación del regionalismo en América Latina?

En el desarrollo de este ensayo consideraremos, a modo de hipótesis, que las estrategias de inserción internacional adoptadas por los distintos países de América Latina son, en la mayoría de los casos, complementarias puesto que implican distintas interpretaciones del regionalismo. Sin embargo, estas interpretaciones entran en choque cuando el factor cognitivo o político-ideológico prima por sobre las otras posibles interpretaciones. Esto, sin lugar a dudas, plantea un reenfoque en las relaciones con Estados Unidos generando en algunos casos tensiones y en otros grados de cesión del hegemón a favor de actores regionales. Finalmente, afirmamos que la comprensión de los procesos de integración y de relaciones internacionales debe incluir procesos de análisis históricos que enmarcan las discusiones y los énfasis en las relaciones de América Latina con el contexto internacional.

Esta investigación se encuentra enmarcada en las perspectivas analíticas propuestas por la escuela inglesa. Ello implica que asumimos la condición de anarquía en el contexto de las relaciones internacionales entre los Estados. Sin embargo, la superación de esta anarquía es posible y está dada por un conjunto de ideas y valores que los distintos actores del sistema internacional comparten y que, en definitiva, pueden generar un orden capaz de dirigir conductas más o menos predecibles y capaz de brindar una pauta de actividad conforme a ciertos fines y/o principios fundamentales aceptados por los distintos estados relacionados.

Esta perspectiva investigativa nos permite esclarecer el desarrollo del regionalismo en sus distintas variantes y su relación con el contexto histórico (temporal y espacial) como, también, con el contexto ideológico generado por la complejidad histórica considerando las dinámicas entre los actores del sistema internacional o regional en cuestión.

Para una mejor comprensión del proceso que evidenciamos con el concepto de regionalismo es necesario situarlo en su desarrollo y contexto histórico. Estos procesos de acercamiento no pueden ser comprendidos aislados de su contexto histórico ni del desarrollo material e ideológico que viven nuestros Estados. En este sentido asumimos que cualquier teorización del regionalismo no puede prescindir de la carga histórica que asumen los distintos actores en el proceso de profundización de las relaciones interestatales.

Una vez puesto en marcha este análisis retrospectivo-histórico queda manifiesto inmediatamente la importancia que ha tenido y aún tiene Estados Unidos en el desarrollo y fortalecimiento de nuestros Estados-nacionales y, más aún, en la conformación del escenario internacional en América Latina inmediatamente después de los procesos de independencia. En este sentido creemos firmemente que Estados Unidos ha actuado consistentemente como el rule maker para América Latina aunque este rol ha sido inconsistente a lo largo de nuestra historia común. Por otra parte el regionalismo ha sufrido cambios importantes producto de esta relación inconstante con Estados Unidos, inconstante tanto en su intensidad como en sus objetivos, por lo que se puede evidenciar a lo largo del desarrollo de dicho concepto a lo menos dos grandes etapas las que más adelante quedan establecidas como regionalismo tradicional o viejo regionalismo y el nuevo regionalismo o regionalismo abierto.

Durante el proceso de consolidación de los nuevos Estados-nación en América Latina se ha evidenciado un espíritu de cooperación entre los distintos actores del proceso de independencia. Si bien en aquellos años existían motivos suficientes para que los distintos libertadores se sintieran como parte de una realidad en común no es menos cierto que dadas las distintas realidades geográficas e históricas de cada uno de los virreinatos o gobernaciones existían argumentos suficientes como para generar espacios propios en la gestación del Estado-nación. Existen muchos elementos culturales e históricos que pueden facilitar la integración de los distintos Estados en un sistema conjunto pero las distintas realidades que vivían los nuevos Estados no permitieron durante mucho tiempo la concreción de los distintos proyectos que buscaban generar un sistema latinoamericano.

Ya en 1826 Simón Bolívar, en el congreso de Panamá, había planteado la necesidad de lograr entendimientos entre los insipientes Estados y generar un bloque “Hispanoamericano” capaz de negociar con otras culturas y bloques. Sin embargo, existe un antecedente previo de mayor significación para América Latina que podemos resumir como la Doctrina Monroe. Una vez dictada la intención de los Estados Unidos de convertirse en el hegemón del continente queda en evidencia para los Estados europeos que existe un condicionante en las futuras relaciones entre los nuevos estados y aquellos existentes en Europa que podemos resumirla en aquella famosa frase “América para los americanos”. Si bien la aplicación inmediata de esta doctrina no fue posible nos permite constatar que ya desde la consolidación de los nuevos Estados en Hispanoamérica se encuentra ligada a los intereses continentales de Estados Unidos. Una de las consecuencias más importantes de ésta relación con la superpotencia del norte fue la imposibilidad de generar espacios subregionales o internacionales sin el auspicio de Estados Unidos lo que consolidó, además, un dibujo del mapa americano basado más bien en actores individuales que ha persistido hasta el día de hoy.

Los distintos vaivenes de nuestra relación con Estados Unidos han estado marcados por distintos hitos que generan un escenario de fuertes asimetrías con respeto a América Latina y un aislamiento relativo de otros contextos externos. Algunos factores que refuerzan esta situación son: el poder coercitivo de los intereses estadounidenses en América Latina; la limitada capacidad de articulación colectiva de políticas defensivas por parte de los países del área; el papel estabilizador ejercido por Estados Unidos en situaciones de conflictos intra e internacionales ( Hirst, 2011, pag 33). Esta asimetría ha significado una relación inconsistente con la potencia del norte que según Hirst es entendida por la irrelevancia estratégica de América latina para la política exterior de Estados Unidos. Para una mejor comprensión de esto solo debemos recordar los vaivenes históricos por los cuales ha atravesado la potencia del norte lo que puede indicar los distintos enfoques exteriores que ha tenido el país Norteamérica. Durante el siglo XIX tanto Estados Unidos como América Latina lucharon por consolidar la institucionalidad del Estado-nación. La potencia del norte sufrió una violenta guerra civil que la mantuvo al margen de sus preocupaciones

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