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Resumen E Interpretación Del Libro VII Y VIII De La "Ética A Nicómaco" De Aristóteles


Enviado por   •  11 de Junio de 2014  •  2.057 Palabras (9 Páginas)  •  1.181 Visitas

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Resumen e Interpretación del libro VII y VIII de la “Ética a Nicómaco” de Aristóteles

Introducción:

Ética a Nicómaco fue dedicada por Aristóteles a su hijo, Nicómaco. Fue escrita en el siglo IV a.C. Sus temas son periféricos a la cuestión de la felicidad. Es, por muchos, considerada una de las dos obras que fueron cimiento formador para las posteriores éticas occidentales, siendo la otra el mensaje bíblico judeocristiano. Podríamos considerar la obra una exposición de las relaciones entre la inteligencia y los temperamentos con la felicidad. En el presente texto trataremos sólo del séptimo y octavo libro, interpretando su contenido ético esencial, exponiéndolo para proyectar un debate enriquecedor.

Para el filósofo la felicidad es: “lo que todos buscan“. En la obra se explícita el medio para llegar a la felicidad y el camino de la ética, que es la virtud. Aristóteles empieza describiendo la virtud en sí misma y después las virtudes de carácter (especialmente la justicia) y continúa con la virtud en el intelecto, donde se encuentra la felicidad. Luego expone la relación del placer con la felicidad, y por lo mismo con la ética. También trata el tema de que el hombre es un animal social y necesita amigos para la felicidad completa. Esto le lleva a una descripción final de la felicidad que será la que se alcance por una actividad acorde con la virtud más excelsa.

ANÁLISIS DEL LIBRO SÉPTIMO:

En este libro Aristóteles distingue entre saber cuáles son las acciones correctas y la voluntad a hacerlas. Si somos prudentes no sólo sabremos lo qué sería bueno hacer, sino que también estaríamos dispuestos a hacerlo, mientras que la persona incontinente sabe qué sería bueno hacer, pero no lo cumple. Así la incontinencia no es un vicio (ni tampoco la continencia una virtud), pues el incontinente se da cuenta de su condición como tal y quiere cambiar. En cambio, quien padece un vicio no se da cuenta de él.

Para Aristóteles hay tres clases de inmoralidades: el vicio, la incontinencia y la brutalidad. Sus contrarios son: la virtud, la continencia y la virtud heroica y divina.

El pensador se pregunta cómo es posible que un hombre que juzga razonablemente puede ser incontinente.

Cita a Sócrates para el cual nadie obra mal sabiendo lo que hace, sino que lo hace por ignorancia. De ahí que el incontinente no sería un vicioso sino un ignorante. Para Aristóteles lo que dice Sócrates no coincide con la realidad de la experiencia, por lo que sería necesario investigar y analizar la cuestión incontinencia más precisamente.

Luego se plantea que todos aquellos que no son dominados por la pasión de la incontinencia saben que no es buena la incontinencia. Sin embargo, llega un momento en que, aún sabiéndolo, caen en esa pasión y comienzan a ser incontinentes. ¿Cómo es posible que, aún sabiendo que no es algo bueno, caigan en el vicio de ser incontinente? A esto responde que cuando uno es dominado por una pasión no tiene realmente conocimiento sino opinión, no cuentan con la recta y objetiva razón para evitar caer en lo malo, sino con la subjetiva opinión. Ahora bien, si ello es así, afirma Aristóteles, entonces deberíamos tener indulgencia con los incontinentes ya que podría decirse que realmente son dominados por la pasión a la que únicamente pueden enfrentarse con la pobre arma de la opinión. Lo que sucede es que no lo somos (indulgentes) sino que condenamos como inmoral la conducta del incontinente.

Continúa su escrito diferenciando entre incontinencia y desenfreno. El incontinente es aquel que obra deliberadamente pues cree que siempre se debe perseguir el placer; por el contrario el desenfrenado es aquel que cree que el placer no se debería perseguir por sí mismo, pero, sin embargo, lo persigue.

En relación con el tema, planteado anteriormente, acerca de si los incontinentes obran con conocimiento o no, Aristóteles, distingue entre dos clases de saber:

1) poseer conocimiento de algo y aún sabiendo que se hace el mal, hacerlo.

2)  poseer conocimiento y no servirse de él correctamente por las circunstancias, como le ocurre a un borracho, o a un loco. Pues bien, según Aristóteles, esto último es lo que le sucede al que es dominado por las pasiones como la de la incontinencia: la ira, los deseos sexuales y pasiones semejantes producen trastornos en el cuerpo que pueden llevar a la desmesura y a la pérdida de la conciencia de la realidad. Es evidente, según Aristóteles, que los incontinentes se encuentran en una situación semejante. Por lo tanto, intentar hacer referencia al problema del conocimiento (de conocer o no las cuestiones morales, lo bueno o lo correcto) para explicar tales pasiones, no nos explica realmente nada.

Otra de las causas que explicarían, según Aristóteles, la existencia de la incontinencia estaría relacionada con la existencia de “leyes de la naturaleza” que llevan a lo siguiente: por un lado, parece natural aceptar que todo lo dulce es algo que debe gustarse, ahora bien, si se establece una ley que nos prohíbe gustar todo lo que nos apetece y tiene que convivir con otra que nos dice que lo dulce es agradable, entonces se produce un choque entre nuestros deseos y una ley teórica que parece contradecirlos. La ley nos dice que debemos rehuir todo aquello que nos guste, mientras que los deseos nos empujan a lo contrario. Por lo tanto, somos incontinentes movidos en cierto modo por la razón y la opinión. Ahora bien, no es la opinión la que se opone a la razón sino los deseos que nos impulsan a cuestionar tanto la opinión que nos lleva a ver claro que no es bueno que debamos gustar de todo, como lo que establece la recta razón que nos demuestra que tampoco debemos hacerlo. Lo que sucede es que los deseos nos llevan a caer en impulsos que cuestionan nuestras opiniones y razones correctas. 

Esta falta de continencia se relaciona con el placer. El hombre busca el placer necesario y el placer que es fin en sí. La incontinencia se refiere más a la falta

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