Romeo Y Julieta Escena IV Guion
danilacoco29 de Enero de 2013
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ESCENA IV
Sala en casa de Capuleto
(MÚSICOS y CRIADOS)
CRIADO 1°.- ¿Dónde anda Cacerola, que ni limpia un plato, ni nos ayuda en
nada?
CRIADO 2°.- ¡Qué pena me da ver la cortesía en tan pocas manos, y éstas
sucias!
CRIADO 1°.- Fuera los bancos, fuera el aparador. No perdáis de vista la plata.
Guardadme un pedazo de pastel. Decid al portero que deje entrar a Elena y a
Susana la molinera. ¡ Cacerola!
CRIADO 2°.- Aquí estoy, compañero.
CRIADO 1°.- Todos te llaman a comparecer en la sala.
CRIADO 2°.- No puedo estar en dos partes al mismo tiempo. Compañeros,
acabad pronto, y el que quede sano, que cargue con todo. (Entran Capuleto, su
mujer, Julieta, Teohaldo, y convidados con máscaras.)
CAPULETO.- Celebro vuestra venida. Os invitan al baile los ligeros pies de
estas damas. A la danza, jóvenes. ¿Quién se resiste a tan imperiosa tentación?
Ni siquiera la que por melindre dice que tiene callos. Bien venidos seáis.
EL PRIMO DE CAPULETO.- ¡Dios mío! Hace más de 30 años.
CAPULETO.- No tanto, primo. Si fue cuando la boda de Lucencio. Por
Pentecostés hará 25 años.
EL PRIMO DE CAPULETO.- Más tiempo hace, porque su hijo ha cumplido
los treinta.
CAPULETO.- ¿Cómo, si, hace dos años, aún no había llegado a la mayor
edad?
ROMEO.- (A su Criado.) ¿Dime, qué dama es la que enriquece la mano de ese
galán con tal tesoro?
CRIADO.- No la conozco.
ROMEO.- El brillo de su rostro afrenta al del sol. No merece la tierra tan
soberano prodigio. Parece entre las otras como paloma entre grajos. Cuando el
baile acabe, me acercaré a ella, y estrecharé su mano con la mía. No fue
verdadero mi antiguo amor, que nunca belleza como ésta vieron mis ojos.
TEOBALDO.- Por la voz parece Montesco. (Al Criado.) Tráeme la espada.
¿Cómo se atreverá ese malvado a venir con máscara a perturbar nuestra fiesta?
CAPULETO.- ¿Por qué tanta ira, sobrino mío?
TEOBALDO.- Sin duda es un Montesco, enemigo jurado de mi casa
CAPULETO.- ¿Es Romeo?
TEOBALDO.- El infame Romeo.
CAPULETO.- No más, sobrino. Es un perfecto caballero, y todo Verona se
hace lenguas de su virtud, y aunque me dieras cuantas riquezas hay en la
ciudad, nunca le ofendería en mi propia casa.
TEOBALDO.- Cuadra, cuando se introduce en nuestra casa tan ruin huésped.
¡No lo consentiré!
CAPULETO.- Sí lo consentirás. Te lo mando. Yo sólo tengo autoridad aquí.
¡Pues no faltaba más! ¡Favor divino! ¡Maltratar a mis huéspedes dentro de mi
propia casa! ¡Armar quimera con ellos, sólo por echárselas de valiente!
TEOBALDO.- Tío, esto es una afrenta para nuestro linaje.
CAPULETO.- Lejos, lejos de aquí. Eres un rapaz incorregible. Cara te va a
costar la desobediencia. ¡Ea, basta ya! Manos quedas. .. Traed luces... Yo te
haré estar quedo. ¡Pues esto sólo faltaba! ¡A bailar, niñas!
ROMEO.- (Cogiendo la mano de Julieta.) Si con mi mano he profanado tan
divino altar, perdonadme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso,
con un beso.
JULIETA.- El peregrino ha errado la senda aunque parece devoto. El palmero
sólo ha de besar manos de santo.
ROMEO.- ¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero?
JULIETA.- Los labios del peregrino son para rezar.
ROMEO.- ¡Oh, qué santa! Truequen pues de oficio mis manos y mis labios.
Rece el labio y concededme lo que pido.
JULIETA.- El santo oye con serenidad las súplicas.
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