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Soren Kierkegard, Su Misión


Enviado por   •  21 de Agosto de 2011  •  2.306 Palabras (10 Páginas)  •  1.108 Visitas

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El hombre y la elección de la vida

En sus primeros trabajos, Kierkegaard dice que hay dos tipos de vida, que llama estético y ético. Más tarde, cuando Kierkegaard ha madurado su teoría, son tres los estadios fundamentales en el camino de la vida: las esferas de existencia que marcan un itinerario individual: el estético, el ético y el religioso.

Al estético, sin embargo, le da un significado diferente del que usualmente le damos, quiere decir lo inmediato y sensual que es el punto inicial de vida de todo hombre. Una vida basada en el plano estético lleva sólo a la desesperación. Porque según la opinión de Kierkegaard, el hombre lleva en sí algo más que no será satisfecho por una vida sensual. Este algo más es lo eterno. El hombre está hecho de partes diversas y opuestas. Él es una síntesis de cuerpo y espíritu, de temporal y eterno, de finito e infinito, de necesidad y libertad. Es característico del estético, sin embargo, que pone demasiado énfasis en una parte de la síntesis: lo corporal, lo temporal, lo finito y lo necesario. Sin embargo la otra parte no es por ello para nada menor y continuamente se hace sentir por la ansiedad.

El término que mejor describe este llamado del espíritu en el mundo sensual es la angustia. La angustia es una indicación de que el hombre tiene lo eterno en sí mismo. Sin lo eterno no habría angustia. Pero el hombre que ha sentido la angustia dentro suyo y que todavía persiste obstinadamente en tener una existencia en la esfera sensual, tenrminará en la desesperación.

Pero el hombre que a través del llamado de la desesperación ha sentido la ineficiencia de una vida en la esfera estética y en la desesperación, y no permanece allí, es suficientemente maduro para elegir algo más y entrar en la esfera ética. Esto es indicado por el hecho de que lo eterno ha afirmado su reclamo en el hombre quien no sólo lo acepta sino que cree en la posibilidad de realizar los reclamos éticos en lo temporal, en el mundo de los sentidos.

El esteta vive inmediatamente la relación con la vida como placer y como representación del placer. Su esfera es el juego, la imaginación y su vida es como un teatro. Kierkegaard representa al estético en los mitos literarios de Don Juan y Fausto y en el personaje del seductor Juan, que el filósofo crea fundiendo elementos de la propia experiencia autobiográfica.

Don Juan (de Mozart) representa el poder y el placer de la seducción inmediata, que alínea sus conquistas, una junto a la otra, como una sucesión indefinida de instantes, es la pura fuerza del eros.

Fausto, según la interpretación de Kierkegaard, encarna en cambio el jeugo del conocimiento, el pacto demoníaco con Mefistófeles obliga a Fausto a la búsqueda sin descanso del conocimiento absoluto y también a dudar de todo, a no poder detenerse frente a alguno.

También Fausto es seductor, pero de una sola mujer, Margarita, ya que en el poder aboluto sobre una mujer, que él conquista gracias a su superiordiad intelectual, él encuentra "un momento de presente", un "instante de reposo" frente a la nada que lo amenaza y que su escepticismo le propone continuamente.

Juan, finalmente, se coloca, en el arco de la seducción estética, en el polo puesto con respecto a Don Juan: su diario, El diario de un seductor, que hizo célebre a Kierkegaard, narra la trama sutil en la que él envuelve a la joven Cordelia para conquistarla y abandonarla después. La seducción deviene acá escritura, forma literaria. Juan no goza del poseer, sino de la representación de la conquista.

Evita la posesión porque el éxito de la seducción pone fin al placer, implica en cierto modo comprometerse con la realidad, mientras que lo que interesa es la idea, la imaginación. La categoría estética en la que vive Juan es una categoría de la reflexión porque en ésta el sujeto no está atento a los contenidos sino a los modos, no vive y no goza de las cosas sino de su anticipación y su recuerdo. Juan transforma su deseo y su seducción en una obra de arte. No satisfaciendo más que en idea, no traduciéndose nunca en la realidad, su deseo puede permanecer indefinidamente abierto.

Juan representa la vida estética en su grado más refinado y más alto. El esteta está privado de un contenido real, de la propia subjetividad: existe solamente en la imaginación porque no se ha elegido nunca a sí mismo en la realidad. Él vive en el horizonte de la posibilidad infinita sin concluir jamás el movimiento de la realización. Su personalidad está por eso dispersa en la multiplicidad, la unidad de su Yo es ilusoria y evanescente. No se revela nunca al mundo, no arroja nunca la máscara: se representa y se muestra como un enigma, del cual él mismo queda prisionero constantemente. Su vida está privada de duración porque se agota en la fijeza de los instantes que sucesivamente se van disipando. Él se queda en lo que ya es, sin poder devenir.

Así, la libertad pierde sentido, deja de ser libertad. Porque el ismple pensar me presenta varioas maneras de actuar. Una cosa es la reflexión sobre el actuar pero en sí misma la pura reflexión no es decidir. Abre sólo el abanico de posibilidades. El acto de elegir es optar por una posibilidad, corto de alguna manera la reflexión, rompo la cadena de la reflexión. La voluntad libre consiste precisamente en la elección y en la realización de lo elegido.

La vía estética de la vida es un hedonismo refinado, que consiste en una búsqueda de placer y el cultivo de la apariencia y las formalidades. El individuo que ha seguido la vía estética busca la variedad y la novedad en un esfuerzo por evitar el aburrimiento pero al fin tiene que enfrentarse a éste y a la desesperación.

El camino de la vida ética implica un intenso y apasionado compromiso con el deber y con obligaciones sociales y religiosas incondicionales. La vida ética está caracterizada por la seriedad y consistencia de las elecciones morales. Aún una persona virtuosa puede eventualmente cansarse de ser siempre dedicada y meticulosa. Mucha gente experimenta una suerte de reacción de fatiga en su vida. Algunos recaen en una vida reflexiva sobre su estadio estético. Pero otros hacen un nuevo salto hacia el estadio religioso.

En sus últimos trabajos, como Estudios en el camino de la vida (1845), Kierkegaard percibe en este sometimiento al deber una pérdida de responsabilidad individual y propone un tercer nivel, el religioso, en el que uno se somete a la voluntad de Dios, pero, al hacerlo, encuentra la auténtica libertad.

Para Kierkegaard el mal es la nada, la opción por la nada, el no ejercer la propia libertad, el quedarse distraído con los placeres, con el divertimento, con lo mundano. El mal es quedarse sólo en un deber humano, en lo que hay que

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