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Teorias Dela Ciencia Mario Bunge

juan191325 de Febrero de 2013

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método y su filosofía

MARIO BUNGE

1. Introducción

Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo; y sobre la base de su

inteligencia imperfecta pero perfectible, del mundo, el hombre intenta enseñorarse de él para hacerlo más

confortable. En este proceso, construye un mundo artificial: ese creciente cuerpo de ideas llamado “ciencia”,

que puede caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente

falible. Por medio de la investigación científica, el hombre ha alcanzado una reconstrucción conceptual del

mundo que es cada vez más amplia, profunda y exacta.

Un mundo le es dado al hombre; su gloria no es soportar o despreciar este mundo, sino enriquecerlo

construyendo otros universos. Amasa y remoldea la naturaleza sometiéndola a sus propias necesidades

animales y espirituales, así como a sus sueños: crea así el mundo de los artefactos y el mundo de la cultura. La

ciencia como actividad —como investigación— pertenece a la vida social; en cuanto se la aplica al

mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de bienes materiales y

culturales, la ciencia se convierte en tecnología. Sin embargo, la ciencia se nos aparece como la más

deslumbrante y asombrosa de las estrellas de la cultura cuando la consideramos como un bien en sí mismo,

esto es como una actividad productora de nuevas ideas (investigación científica). Tratemos de caracterizar el

conocimiento y la investigación científicos tal como se los conoce en la actualidad.

2. Ciencia formal y ciencia fáctica

No toda la investigación científica procura el conocimiento objetivo. Así, la lógica y la matemática —esto es,

los diversos sistemas de lógica formal y los diferentes capítulos de la matemática pura— son racionales,

sistemáticos y verificables, pero no son objetivos; no nos dan informaciones acerca de la realidad:

simplemente, no se ocupan de los hechos. La lógica y la matemática tratan de entes ideales; estos entes, tanto

los abstractos como los interpretados, sólo existen en la mente humana. A los lógicos y matemáticos no se les

da objetos de estudio: ellos construyen sus propios objetos. Es verdad que a menudo lo hacen por abstracción

de objetos reales (naturales y sociales); más aún, el trabajo del lógico o del matemático satisface a menudo las

necesidades del naturalista, del sociólogo o del tecnólogo, y es por esto que la sociedad los tolera y, ahora,

hasta los estimula. Pero la materia prima que emplean los lógicos y los matemáticos no es fáctica sino ideal.

Por ejemplo, el concepto de número abstracto nació, sin duda, de la coordinación (correspondencia biunívoca)

de conjuntos de objetos materiales, tales como dedos, por una parte, y guijarros, por la otra; pero no por es to

aquel concepto se reduce a esta operación manual, ni a los signos que se emplean para representarlo. Los

números no existen fuera de nuestros cerebros, y aún allí dentro existen al nivel conceptual, y no al nivel

fisiológico. Los objetos materiales son numerables siempre que sean discontinuos; pero no son números;

tampoco son números puros (abstractos) sus cualidades o relaciones. En el mundo real encontramos 3 libros,

en el mundo de la ficción construimos 3 platos voladores. ¿Pero quién vio jamás un 3, un simple 3?

La lógica y la matemática, por ocuparse de inventar entes formales y de establecer relaciones entre ellos, se

llaman a menudo ciencias formales, precisamente porque sus objetos no son cosas ni procesos, sino, para

emplear el lenguaje pictórico, formas en las que se puede verter un surtido ilimitado de contenidos, tanto

fácticos como empíricos. Esto es, podemos establecer correspondencias entre esas formas (u objetos

formales), por una parte, y cosas y procesos pertenecientes a cualquier nivel de la realidad por la otra. Así es

como la física, la química, la fisiología, la psicología, la economía, y las demás ciencias recurren a la

matemática, empleándola como herramienta para realizar la más precisa reconstrucción de las complejas

relaciones que se encuentran entre los hechos y entre los diversos aspectos de los hechos; dichas ciencias no

identifican las formas ideales con los objetos concretos, sino que interpretan las primeras en términos de

hechos y de experiencias (o, lo que es equivalente, formalizan enunciados fácticos).LA CIENCIA. Su método y su filosofía MARIO BUNGE

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Lo mismo vale para la lógica formal: algunas de sus partes —en particular, pero no exclusivamente, la lógica

proposicional bivalente— pueden hacerse corresponder a aquellas entidades psíquicas que llamamos

pensamientos. Semejante aplicación de las ciencias de la forma pura a la inteligencia del mundo de los

hechos, se efectúa asignando diferentes interpretaciones a los objetos formales. Estas interpretaciones son,

dentro de ciertos límites, arbitrarias; vale decir, se justifican por el éxito, la conveniencia o la ignorancia. En

otras palabras el significado fáctico o empírico que se les asigna a los objetos formales no es una propiedad

intrínseca de los mismos. De esta manera, las ciencias formales jamás entran en conflicto con la realidad. Esto

explica la paradoja de que, siendo formales, se “aplican” a la realidad: en rigor no se aplican, sino que se

emplean en la vida cotidiana y en las ciencias fácticas a condición de que se les superpongan reglas de

correspondencia adecuada. En suma, la lógica y la matemática establecen contacto con la realidad a través del

puente del lenguaje, tanto el ordinario como el científico.

Tenemos así una primera gran división de las ciencias, en formales (o ideales) y fácticas (o materiales). Esta

ramificación preliminar tiene en cuenta el objeto o tema de las respectivas disciplinas; también da cuenta de la

diferencia de especie entre los enunciados que se proponen establecer las ciencias formales y las fácticas:

mientras los enunciados formales consisten en relaciones entre signos, los enunciados de las ciencias fácticas

se refieren, en su mayoría, a entes extracientíficos: a sucesos y procesos. Nuestra división también tiene en

cuenta el método por el cual se ponen a prueba los enunciados verificables: mientras las ciencias formales se

contentan con la lógica para demostrar rigurosamente sus teoremas (los que, sin embargo, pudieron haber sido

adivinados por inducción común o de otras maneras), las ciencias fácticas necesitan más que la lógica formal:

para confirmar sus conjeturas necesitan de la observación y/o experimento. En otras palabras, las ciencias

fácticas tienen que mirar las cosas, y, siempre que les sea posible, deben procurar cambiarlas deliberadamente

para intentar descubrir en qué medida sus hipótesis se adecuan a los hechos.

Cuando se demuestra un teorema lógico o matemático no se recurre a la experiencia: el conjunto de

postulados, definiciones, reglas de formación de las expresiones dotadas de significado, y reglas de inferencia

deductiva —en suma, la base de la teoría dada—, es necesaria y suficiente para ese propósito. La

demostración de los teoremas no es sino una deducción: es una operación confinada a la esfera teórica, aun

cuando a veces los teoremas mismos (no sus demo straciones) sean sugeridos en alguna esfera

extramatemática y aun cuando su prueba (pero no su primer descubrimiento) pueda realizarse con ayuda de

calculadoras electrónicas. Por ejemplo, cualquier demostración rigurosa del teorema de Pitágoras prescinde de

las mediciones, y emplea figuras sólo como ayuda psicológica al proceso deductivo: que el teorema de

Pitágoras haya sido el resultado de un largo proceso de inducción conectado a operaciones prácticas de

mediciones de tierras, es objeto de la historia, la sociología y la psicología del conocimiento.

La matemática y la lógica son, en suma, ciencias deductivas. El proceso constructivo, en que la experiencia

desempeña un gran papel de sugerencias, se limita a la formación de los puntos de partida (axiomas). En

matemática la verdad consiste, por esto, en la coherencia del enunciado dado con un sistema de ideas

admitido previamente: por esto, la verdad matemática no es absoluta sino relativa a ese sistema, en el sentido

de que una proposición que es válida en una teoría puede dejar de ser lógicamente verdadera en otra teoría.

(Por ejemplo, en el sistema de aritmética que empleamos para contar las horas del día, vale la proposición de

24 + 1 = 1.) Más aún las teorías matemáticas abstractas, esto es, que contienen términos no interpretados

(signos a los que no se atribuye un significado fijo, y que por lo tanto pueden adquirir distintos significados)

pueden desarrollarse sin poner atención al problema de la verdad.

Considérese el siguiente axioma de cierta teoría abstracta (no interpretada): "Existe por lo menos un x tal que

es P". Se puede dar un número ilimitado de interpretaciones (modelos) de este axioma, dándose a x y F otros

tantos significados. Si decimos que S designa punto, obtenemos un modelo geométrico

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