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Utilitarismo


Enviado por   •  13 de Agosto de 2013  •  1.033 Palabras (5 Páginas)  •  400 Visitas

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SEP

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Stuart Mill, El utilitarismo: Principio de utilidad, relación entre justicia y utilidad

En esta segunda parte del texto sobre el utilitarismo, Stuart Mill, inicia hablando de que es parte esencial de la filosofía moral, la de responder a las sanciones, obligaciones y derivaciones de una fuerza obligatoria que debe vivir el ser humano, dice que desde el principio utilitarista, “la moralidad de las costumbres, consagrada por la educación y la opinión, es la única que se presenta ante la mente con la sensación de ser obligatoria en sí misma”. [1]

Según el autor, el principio de utilidad contiene todos los elementos que se encuentran en otros sistemas de moral, siendo tan completa y fuerte como otros, pues los hombres desean siempre la felicidad, aunque no esté sujetada a una primicia moral. Existe un criterio del deber, un sentimiento en la conciencia que surge y se forma con una educación moral apropiada, conformando poco a poco y finalmente la esencia de la conciencia.

Para Stuart, el criterio subjetivo, especialmente el de los sentimientos, es el que da la fuerza para realizar el deber, dice que es en la mente misma donde se realizan las acciones y conductas, donde la misma obligación moral se presenta como algo no innato, sino adquirido, siendo también natural. Si bien, la facultad moral no es parte de la naturaleza del hombre, sí constituye una consecuencia de ella, pues brota espontáneamente y se desarrolla de maneras inimaginables.

Existe una base natural de sentimientos que posibilitan entender la felicidad general, como criterio moral; estos son los sentimientos sociales, como el deseo de unión con el prójimo, que crece incluso sin ser inculcado. Dichas condiciones sociales se presentan como tan naturales, necesarias y habituales para el hombre, que es imposible no pensar en la búsqueda del cumplimiento de los intereses de todos. Se promueve un interés colectivo, de las acciones, en donde por medio de la cooperación se alcancen fines comunes, manifestándose así –aunque sea un sentimiento temporal- una actitud de que los intereses de los demás son los propios personales, “el hombre llega a tener conciencia de sí mismo como un ser que por supuesto concede atención a los otros”. [2] La moral propuesta por Mill no es impuesta por una sociedad o una educación, sino que es atributo y deseo de felicidad total, del que no se quiere carecer personalmente.

En el siguiente apartado, se trata de probar el principio de utilidad, diciendo que “la doctrina utilitarista establece que la felicidad es deseable, y que es la única cosa deseable como fin; todas las cosas son deseables sólo como medios para ese fin”; [3] éste al ser un primer principio no es susceptible de prueba, pues todas las primeras premisas poseen esa condición de no poder ser concebidos totalmente por el razonamiento. La única prueba es que se vea efectivamente, así lo que es deseable de hecho –o sea la felicidad- es la evidencia para ser un criterio de moral y fin de la conducta.

Todos los medios que el hombre desea, desde el dinero, la virtud, el gusto por la música, el cuidado de la salud, son medios que no se presentan dispares con el fin del utilitarismo; por el contario, son una parte de la felicidad del que lo busca, todo está incluido en ella: “la felicidad no es una idea abstracta, sino un todo concreto; y ésas son algunas de sus parte. Y el criterio utilitario lo sanciona y aprueba”. [4]

Por encima de todo está la búsqueda de la felicidad general y todo lo que la promueva es aprobado por el principio utilitario; esto es en lo que se resume este sistema de pensamiento, que se comprueba –según Mill- en la siguiente afirmación: “la felicidad es el único fin de los actos humanos y su promoción es la única prueba por la cual se juzga la conducta humana; de donde se sigue necesariamente que éste debe ser el criterio de la moral, puesto que la parte está incluida en el todo”. [5]

El último capítulo atiende la relación que existe entre la justicia y la utilidad. El autor dice que este problema de conciliar ambos términos sucede con muchas disciplinas y se introduce a él diciendo que la justicia, entendida generalmente como ley no siempre va a ser «justa», pues existen leyes que responden a otros criterios que no buscan el bien común. Lo que Mill dice es que “quienquiera que ponga la distinción entre justicia y moral en general, encontrará que no puede distinguirlas en absoluto; sino que reduce toda la moral a la justicia”. [6]

Se explica a la moral como “la subordinación exclusiva a las simpatías sociales, de forma que espere y obedezca su llamada”, [7] porque la simparía le permite al hombre actuar sólo en un sentido en vistas al bien general y el que es justo, siente el daño que se le hace a la sociedad al no obedecer su llamada. La utilidad social decide la preferencia de una justicia que se discierne de acuerdo al bien general, pues la justicia subjetiva tiende a dirigirse por conveniencias, criterios desvirtuados, mayoritarios o de diversas índoles, que de otra manera, no podrían conciliarse.

El autor acuerda la difícil relación de estos términos diciendo que la justicia se basa en la utilidad como parte más inviolable y obligatoria de la moral: “justicia es el nombre que se da a la clase de lo esencial del bienestar humano y, por lo tanto, obligan de un modo más absoluto que todas las otras reglas de conducta de la vida.” [8] Esto implica la obligación de seguir un derecho que le corresponde al ser humano. Al decir que las reglas de la moral, constituyen las obligaciones de la justicia, se deduce que el autor percibe una íntima relación necesaria entre estos conocimientos.

Stuart postula un principio de justicia social y distributiva, que consiste en tratar igualmente bien a los que han buscado estar bien con ella, mereciendo de manera absoluta su retribución. Es ahí donde convergen las instituciones y los esfuerzos del ciudadano, pues todos tienen derecho a la felicidad. El autor finaliza el texto diciendo que “la justicia sigue siendo el nombre apropiado a ciertas utilidades sociales”, [9] donde la moral atiende las exigencias del bien social.

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