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Utopia Tomas Moro

carlosalba198721 de Abril de 2015

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¿Cuanto de ocioso tiene la vida de los sacerdotes y religiosos? También, incluye a los latifundistas, a los que llama gentiles, hombres y nobles. Y pone de manifiesto que en la isla Utopía todos trabajan en cosas productivas y no inútiles, como en otros lugares, de modo tal, que lo que se produce es suficiente para la subsistencia, la comodidad y el placer.

Los únicos exentos del trabajo, son, además de los sifograntes, los que el pueblo, aconsejado por los sacerdotes y los sifograntes, ha elegido para concederles una dispensa perpetua del trabajo, para que se dediquen con toda tranquilidad al estudio. Estos, deberán responder a la confianza depositada, caso contrario, volverá al estamento de los artesanos. A veces, se dan casos contrarios, entre estos estudiosos se eligen los sacerdotes, embajadores y hasta el príncipe.

DE SU VIDA Y RELACIONES MUTUAS

La ciudad esta compuesta por familias, y a éstas, a su vez, la componen los parientes, las mujeres al casarse, van a la casa de su marido, no así los varones que siguen en su casa y el jefe es el más anciano. En la ciudad se establece el número de habitantes que debe mantener, como así también, el número de hijos que puede mantener una familia, la relación de los ciudadanos.

El mayor gobierno de la familia. Las esposas: dependen de sus maridos; los hijos: dependen de los padres; los más jóvenes de los mayores. La ciudad esta dividida en cuatro partes o barrios. Barrios - centro = mercado de productos, allí la familia encuentra todo lo que necesita y lo lleva gratuitamente por que todo abunda. También existen en estos lugares una limpieza exagerada.

A la hora de la alimentación, los primeros son los hospitales, que son tan amplios, aparentando ser otras ciudades. Y están muy bien dotados de todo lo necesario. Todos acuden a comer en salas preparadas por esclavos, de las comidas se encargan las mujeres por turno.

Los habitantes de las islas tenían restricciones para los viajes, y podían ser castigados, como fugitivos o desertores y castigarlos con la esclavitud. No existen en la ciudad lugares malos, de modo que todos los hombres sanos se dediquen al trabajo y de esa manera no existan hombres pobres o necesitados. El Estado es considerado una gran familia, donde se protegen unos a otros. En este país, su tesoro para casos de guerra y para contratar soldados extranjeros. Los utopienses detestaban la suntuosidad y la ostentación, y criticaban a quienes lo eran y los despreciaban, por ejemplo a los embajadores que soberbios y orgullosos, exponían todo su oro.

La filosofía de las costumbres y la moral, plantea la discusión de las cualidades del alma, la razón, la virtud, pero principalmente la felicidad del hombre y debemos agregar estos principios de la religión:

El alma es inmortal y destinada a ser perfecta.

Premiar las buenas acciones y castigar las malas.

La felicidad no es el placer.

La virtud es definida como una vida ordenada según la naturaleza, y los hombres son orientados por Dios. Se considera injusticia, el hecho de que un hombre trate de impedir a otro que sea feliz.

Dios recompensa a quienes han regalado placer. Los Utopienses, consideran como algo bajo y vil, el hecho de que el más fuerte oprima o destruya al más débil por placer. Podemos diferenciar dos clases de placeres: del alma y del cuerpo.

La razón humana, considera verdadero lo de la virtud y el placer. La gente de Utopía era trabajadora y estudiosa. Tenían gran interés en aprender el latín y lo hicieron muy rápido. Así, pudieron leer las obras de Platón, Aristóteles, Plutarco, Homero, Aristófanes, Heródoto y otros.

DE LOS ESCLAVOS ENFERMOS, MATRIMONIOS Y OTRAS MATERIAS

Son esclavos en Utopía, los que fueron castigados a serlo por haber cometido delitos, o quienes han sido condenados a muerte por delitos graves en otras ciudades, de esta clase hay muchos en la isla. Estos, trabajan continuamente y están encadenados. A los otros, de la isla, los tratan con mayor severidad, por considerarlos casos perdidos. Hay otro tipo de esclavos, el que elige por voluntad propia serlo, debido a la mala situación en la que vivían en otras ciudades, a estos se los trata de la misma manera que a los ciudadanos, salvo que deben trabajar más. Si alguno de estos esclavos decide irse, no hay resistencia a ello y nunca dejan que se marche con las manos vacías.

En cuanto a los enfermos, los Utopienses cuidan de ellos, con afecto y total dedicación para devolverles la salud. En caso de enfermedades dolorosas o incurables, los sacerdotes y los magistrados, inducen a estos a, que viendo que no hay posibilidad de mejoría y vivir es una tortura, no se rehúsen a morir, explicándoles, que obrando así, dejan esta vida siendo hombres virtuosos. Una vez convencidos terminan con su vida voluntariamente de hambre, el que se suicida sin el consejo de los sacerdotes y magistrados, es considerado indigno de ser sepultado.

En lo relativo al matrimonio, aquí no es solo disuelto por la muerte. Puede disolverse por adulterio o por costumbres intolerables que puedan ofender a algunas de las partes. De vez en cuando se divorcian, cuando ambos cónyuges no se pueden entender bien, con el consentimiento de los dos, se vuelven a casar. Pero el que terminara el matrimonio sin alegatos claros, es condenado a la esclavitud.

No existe ley que castigue algún tipo de transgresiones, sino que el consejo decide el castigo según la gravedad del delito. Los más graves, son condenados a la esclavitud, ya que así, se consigue más provecho para la ciudad, con su trabajo que matándolos, lo que es un desperdicio de la mano de obra para los peores trabajos. Consideran a la burla como algo vergonzoso para quien se burla; en cuanto a la belleza, piensan que nunca está por sobre la humildad y la cualidades honestas de los hombres.

Los habitantes viven amistosamente, los magistrados se comportan como padres de la comunidad y el príncipe, ni se distingue de los demás, ya que no viste como tal, solo se le reconoce por un pequeño haz de trigo que lo precede; lo mismo sucede con el obispo, quien al frente lleva un cirio de cera. Hay pocas leyes, por ser este un pueblo muy instruido y bien organizado. Están prohibidos los abogados y procuradores, pues consideran que es mejor que uno se defienda.

Los Utopienses opinan que la construcción, o ruina de una República depende y se apoya en las costumbres de los gobernantes y magistrados.

También, hablan de sus vecinos y los critican.

En otros pueblos esta costumbre de comprar y vender es desaprobada, como un acto cruel propio de una mente baja y cobarde, pero ellos se consideran muy dignos de alabanza, porque como hombres prudentes resuelven por esos medios grandes guerras, sin una batalla ni escaramuza. Pues, no se compadecen menos de la clase baja y común de sus enemigos, que los suyos saben que son obligados y arrastrados a la guerra contra su voluntad.

Este pueblo está a quinientas millas de Utopía hacia el este, son repulsivos, salvajes y fieros; viven en puestos agrestes y altas montañas, donde nacieron y se criaron. Son de fuerte constitución, capaces de aguantar y resistir calor, frío y trabajo; y desprecian todas las finuras delicadas y no se ocupan del trabajo y cultivo de las tierras toscas y rudas, tanto en la construcción de sus casas como en sus atavíos; no se dedican a nada bueno, únicamente a la cría y cuidado de ganado. La mayor parte de su vida consiste en robar y cazar.

Han nacido solamente para la guerra, que buscan con interés y asiduidad, y cuando lo consiguen se alegran extraordinariamente. Salen de sus tierras en grandes bandadas y ofrecen sus servicios por poco dinero. Este, es el único oficio con el que se ganan la vida, luchan esforzada, fiera y fielmente. No se comprometen por un tiempo determinado, se alistan con la condición de que al día siguiente se unirán al bando contrario por unas pagas más elevadas, y al próximo día después de esto, estarán dispuestos de nuevo por un poco más de dinero.

Pocas guerras hay por allí, en las que no haya un gran número de ellos, ocurre que parientes próximos que fueron alquilados juntos se trataban muy amistosa y familiarmente; tiempo después de hallarse separados se lanzan unos contra otros olvidando el parentesco y la amistad, se atraviesan sus espadas sin más motivos que el estar alquilados por príncipes enemigos, hasta tal punto, que se les inducirá a cambiar de bando por medio penique más. Rápidamente se han aficionado a la avaricia, pero por otra parte no les sirve de ningún provecho, pues lo que ganan luchando, lo gastan desenfrenada y miserablemente en juergas.

Este pueblo lucha a favor de los utopienses porque ellos les dan mayores salarios que cualquier otra nación. Pues los utopienses de la misma manera que utilizan bien a los hombres buenos, se aprovechan de estos malos y viciosos con promesas de grandes recompensas, donde la mayor parte de ellos, nunca regresan para pedir sus premios. Pagan lealmente a los que quedan vivos, para que estén dispuestos a un peligro semejante otra vez.

Los utopienses, creen que harían una acción muy buena a la humanidad, si pudieran liberarla de aquel cubil de gente sucia y apestosa, malvada y odiosa. Además de esto, utilizan a los soldados, y en último término, reclutan a sus propios súbditos; a uno de los cuales, de probado valor y destreza dan el mando y dirección de todo el ejército. A sus órdenes designan a dos o más, que mientras aquel está a salvo

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