Vivir con coraje nuestros campos de concentración

Vivir con coraje nuestros campos de concentración

Maisseh Salah Azkoul

     Viktor Frankl, fue el prisionero n° 119.104 durante la II Guerra Mundial en diferentes campos de concentración nazis durante su permanencia en ellos fue obligado a vivir las experiencias más crueles y atroces, perdió a toda su familia, fue testigo del dolor y el desdicha y hasta fue despojado de todas sus pertenecías menos de su dignidad humana como él mismo lo expresa en el libro El hombre en busca de sentido “Lo único que poseíamos era nuestra existencia desnuda” (Frankl, 1991, p. 24).

     Cabe añadir que, luego de perder absolutamente todo, lo único que aun preservaba con él era su libertad espiritual, esto dictaminó a que tomara las riendas de su destino y adoptar la actitud correcta para afrontar su situación con el suficiente coraje para aceptar su propio sufrimiento y tener la valentía para transcender. Si bien es cierto, no vivimos la misma experiencia que Frankl en aquellos campos de concentración sin embargo, en la actualidad podemos ser prisioneros  de la apatía, la desesperación, la desesperanza y el sufrimiento que nos privan de nuestra libertad espiritual sino somos capaces de afrontarlas con el propósito de dar sentido a nuestras vidas.

     De la misma manera, terminamos siendo prisioneros cuando nos encontramos enfrascados en una vida carente de sentido y sin propósito lo que puede desatar luchas en nuestro interior como crisis existenciales que llevan al ser a vivir en modo automático y por consecuencia caer en la autonegación, de este modo, la persona silencia la voz de su intuición para encontrarse con el conformismo. Así mismo, se despoja del sentido de la responsabilidad de ser libre para ejercer su cometido en la vida, encontrar el sentido de su existencia.

     De esta forma, para librarnos de nuestra condición como prisioneros es necesario dejar de evitar el dolor y el sufrimiento como situaciones displacenteras pues, el sufrimiento es un elemento intrínseco del ser humano que constituye esencialmente la forma de existir y está integrado en el ser. Por medio del sufrimiento desarrollamos la capacidad de potencializar las habilidades de humanización y consciencia espiritual.

     Desde otra visión, la capacidad auténtica de darle valor al sufrimiento y transcender le permite al doliente la posibilidad de ser libre, crecer y fortalecerse para dominar su propio destino. Es decir, el sufrimiento dotado de sentido apunta siempre más allá de sí mismo, el doliente debe tratar de dotar de sentido al sufrimiento para descifrar el sentido de su propia existencia (Frankl, 2001).

     Finalmente, cuestionarnos continuamente “por qué a mí” puede situarnos en el lugar de víctimas y por consiguiente, nos hace olvidar que del sufrimiento emerge el significado de lo humano, sin embrago, nos acostumbramos a evitarlo y dejamos de lado la importancia de tomar la actitud correcta ante las adversidades; vivir el dolor con coraje para orientar nuestra vida hacia un sentido noble y no caer como prisionero del vacío existencial.

REFERENCIAS CONSULTADAS

Frankl, V. (1991) El hombre en busca de sentido. Duodécima edición. Editorial Herder S.A. Barcelona, España.

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