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ÉTICA Y POLÍTICA: LOS DEBATES MORALES EN SOCIEDADES DEMOCRÁTICAS


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2022  •  Ensayos  •  2.541 Palabras (11 Páginas)  •  53 Visitas

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UNIVERSIDAD DE NAVARRA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

ÉTICA Y POLÍTICA: LOS DEBATES MORALES EN SOCIEDADES DEMOCRÁTICAS

Ensayo: La euthanasia, un debate por abrir.

TRABAJO INDIVIDUAL.

AUTOR:

Guillermo López Fernández

Philosophy, Politics and Economics degree.

DOCENTE:

Jose Maria Torralba

PAMPLONA – ESPAÑA

2022

En este breve pero fecundo ensayo pretendo dar cabida a aquellos argumentos de mayor importancia que confrontan este debate pseudodemocrático sobre la eutanasia. A menudo podemos caer en la creencia de que se trata de un debate recientemente “abierto”, pero lo cierto es que la juventud de este no es una realidad, al menos asi parece evidenciarlo ciertos acontecimientos históricos. En cambio es de justicia reconocer que en la actualidad surge un nuevo interés. Podríamos entender tal surgimiento remontándonos a la Segunda Guerra Mundial, donde se introdujo un nuevo factor en la reflexión sobre la eutanasia, la autonomía de los pacientes. No sería de extrañar que en la era de los derechos surgiese uno más, el derecho o libertad de elección, a toda costa; “mi cuerpo, mi decisión”.

Antes de comenzar a adentrarnos en esta flamante discusión conviene re-construir un vocablo sobre qué es lo que deberíamos, o no, entender todos acerca del concepto euthanasia. La Real Academia Española opta por definir la eutanasia como “la intención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura”. Además aporta una segunda definición, acuñada más a la deontología médica: “muerte sin sufrimiento físico”. Aunque estas definiciones dejan mucho que desear, nos aportan un comienzo para sumergirnos de golpe en tal vigente batalla. Empleo con pleno escrúpulo la palabra “vigente”, pues se trata de una ley convalidada en España el 24 de marzo de 2021 y que, por lo tanto, se encuentra en presente vigor y creciente observancia. Con dicha aprobación, España pasó a ser la séptima nación en unirse a esta empresa, a priori, loca -atrevida- de regulación de ayuda para morir.

Lo cierto es que aunque fuese aprobada la ley hace ya más de un año, su propuesta a trámite como ley orgánica no fue para nada fruto de un debate sereno y profundo, propio de una democracia clásica. La falta de deliberación constante y participación de la sociedad civil acerca de tal hace impensable la salud de la susodicha democracia española. Lejos de la maduración, el debate eutanásico no ha hecho más que empezar. No es un debate cerrado. Abrámoslo.

La eutanasia, a diferencia de la cacotanasia (distanasia), vendría a ser ese empeño por acortar la vida de infame sufrimiento, la cual se viene a calificar de indigna o despreciable. Son, sin embargo, cada vez más los casos de personas con enfermedades graves, que le impiden dependerse por sí mismos, los que ven como una ventajosa alternativa la muerte. Es en el fondo un desprecio por su vida que muy probablemente vieron drásticamente cambiada en cuestión de tiempo (de un día -mes o año- para el otro). Y hago hincapié en ese cambio drástico, pues influye mucho en la manera de afrontar la enfermedad. Es decir, una persona que probablemente antes de ser diagnosticada o padecer la enfermedad entorpecedora tuviese una vida, que ahora llamarían digna, fuese diagnosticado y, en cuestión de días, cambiase su vida por completo, a priori en detrimento de su libertad física, le sería muy difícil afrontar serenamente -racional- dicha circunstancia. Por tanto, su capacidad, que no el derecho, para preferir la muerte a aceptar tal novedosa circunstancia se vería reducida a niveles prejuveniles.

Podríamos, sin embargo, establecer una definición algo más familiar -cercana- del concepto. Se debe entender por eutanasia exclusivamente la acción u omisión, directa e intencionada, encaminada a provocar la muerte de una persona que padece una enfermedad avanzada o terminal, a petición expresa y reiterada de está. Esta definición, sacada de un trabajo realizado por el grupo profesional Organización Médica Colegial parece mucho más rica que la adoptada por la Real Academia Española. Y es que, cuan de importante es establecer una completa definición para poder de esta manera enriquecer el debate. Es de admirar las

pretensiones del trabajo mencionado anteriormente. Pretender “facilitar la deliberación ética y

la comunicación en esta fase particularmente delicada de la vida -el final-”.

En primer lugar, considero menester tratar de relacionar el síntoma que es el movimiento eutanásico con un problema, al menos una realidad, de fondo que vive campante en nuestra sociedad posmoderna. La aversión a la muerte. Vivimos en una sociedad que rechaza continuamente la muerte. Los ciudadanos de esta polis hiper-superficializada hacen exuberantes esfuerzos por esconder el más mínimo rastro o revelación de muerte. Nacen asi movimientos intelectuales como el transhumanismo. Vivimos intentando obviar la realidad de la muerte. Incluso los hay que camuflan ese miedo con pensamientos como “no tengo miedo a morir, pero tampoco tengo prisa”. Ese “pero”… siempre presente. Las frases de hoy, carentes de ímpetu, son cuasi en su mayoría condicionales. “Me encanta el deporte, pero no quiero lesionarme” o “me gusta lo que estudio, pero ahora me apetece no hacer nada”, y asi un sinfín de sentencias. Y es que el miedo puede arruinar verdaderamente una vida. El temor a perder lo que tenemos nos impide, en el mejor de los casos, disfrutarlo. Nos dificulta ser auténticos. El miedo gobierna a la multitud. Este es el verdadero hilo conductor de muchas manifestaciones que vemos en la sociedad de hoy. En definitiva, lo que se echa en falta es la naturalidad con la que se afrontaba la muerte de antaño. Fijémonos en un detalle. Antiguamente los velatorios se hacían en casa. El que hoy se celebren en un velatorio “común” dice mucho de nuestra aversión hacia ésta. La muerte, lo más lejos posible, por favor.

Si bien es cierto que las generalizaciones son injustas y no todos se mueven por el miedo, deberíamos, haciendo un ejercicio de humildad, reflexionar sobre lo expuesto. Por ello, es justo y necesario matizar la tesis de aversión a la muerte. No es tan simple. La verdadera aversión es a una muerte con sufrimiento. Tenemos miedo a ciertos tipos de muerte. Por eso es probable que en alguna ocasión hayas querido saber, loco de ti, cuando o cómo sería tu muerte. Pero es precisamente por esa aversión al sufrimiento y no tanto por la muerte en sí. Aunque me encantaría profundizar en este tema, lo dejaremos para otro espacio deliberativo. Quería, de esta manera, ilustrar la profundidad que puede llegar a esconder este debate y el silencio que lo caracteriza.

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