Cristian Alfredo Contreras Valdebenito
cristiancon13 de Noviembre de 2012
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VI.
De la revolución constitucional a la revolución separatista
1. El primer Congreso nacional: en el acta del 18 de septiembre se había dispuesto que la Junta duraría en sus funciones hasta la convocatoria de un Congreso de representantes de todo el país, que resolvería sobre el gobierno más adecuado para el reino. Consciente de la importancia de este hecho, el Cabildo de Santiago se propuso activar la pronta reunión de diputados para constituir así la Junta definitiva. La noticia de la convocatoria de este cuerpo representativo lleno de inquietud al sector absolutista, que iba comprobando día a día la pérdida de su influjo. Así lo comprendió la Audiencia, que aglutinaba a los burócratas y dirigía la oposición a las miras del Cabildo. 2. La ideología Roussoliana y el modelo norteamericano: si durante el año 1810 el doctrinarismo dominante fue el de la tradición jurídico- filosófica española, es indudable que a partir de sus últimos meses y sobre todo en el curso de 1811, la influencia del pensamiento e Rousseau comienza a pesar en el país. Pero sin duda el defensor más eficaz del pensamiento de Rousseau en
Chile fue Camilo Henríquez, a quien las lecturas de la filosofía iluminista habían arrastrado a serios conflictos con la Inquisición limeña. Ya de regreso a Chile a comienzos de 1811, asombraría con una proclama en caminada a empujar hacia metas más radicales los pasos de la revolución. Sin mostrarse ajeno al pensamiento de Rousseau, pero a la vez conservando el vínculo esencial con la Corona, don Manuel de Salas, se sitúa en la línea ecléctica dentro del sector revolucionario. Como los liberales de España, sigue fiel al rey, pero defiende a la vez en Chile el régimen representativo de gobierno. Muy significativa es la coincidente alusión que Salas y Henríquez hacen de los Estados Unidos como modelo de libertades políticas. Y es que la activa presencia en los mares de Chile de balleneros norteamericanos había permitido una propaganda de intención revolucionaria. 3. Carrera y la Aurora de Chile: el regreso a Chile de don José Miguel Carrera, después de una lucida actuación en la guerra de la península, iba a sacar el cetro directivo de la política de manos del Cabildo y el Congreso para trasladarlo a los cuarteles y a la agitación callejera. El ataque francés tenia postrada a la metrópoli. La hora aguardada por lo criollos afiliados a las logias secretas había sonado y era preciso actuar sin demora si se quería hacer eficaz la coyuntura para los pueblos de América. Por sucesivos golpes de Estado, Carrera elimina la influencia política de los grupos criollos que aspiraban
solo a una reforma constitucional. Por la brecha cavada por los acontecimientos y bajo el signo del doctrinarismo oficial, pudo abrirse paso de los años 12 y 13, la aspiración a una total independencia. Su vocero será el fraile de la Buena Muerte desde las columnas de la Aurora de Chile, el primer periódico nacional. De esta manera Carrera, hombre de acción, y Henríquez, el ideólogo, en los distintos frentes del gobierno y de las letras, conspiraban unidos en el logro de una meta común. 4. El separatismo sin embozo: el virrey del Perú y celoso guardián del absolutismo, don José Fernando de Abascal, que venía observando con creciente inquietud el proceso revolucionario de Chile, no pudo resignarse a contemplar por más tiempo inactivo el grave curso que tomaban los hechos.
Los chilenos, expuestos a perder el ejercicio libre de sus derechos, a que ya se hallaban habituados, se mostraron prontos a resistir hasta el fin la ofensiva armada del absolutismo. El rumbo de los hechos los había ido empujando a todos a este último camino. En 1810 abogaban desde el Cabildo por los derechos de la comunidad dentro de un marco de obediencia al Rey, ahora, en 1813, como miembros de la Junta de Gobierno que sucede a la presidida
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