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Cuento De Rita

juliaaaaan2 de Mayo de 2013

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Sí, es cierto. Dicen que de vieja uno recuerda los tiempos jóvenes como si solo hubieran pasado unos días y de lo que viví ayer ya no sé. Jugábamos desde pequeñas en la aldea de Roccaporena. Su familia y la mía eran vecinas. Siempre sentí el rumor del misterio que la rodeaba, decían que de bebé un enjambre de abejas habían detenido su vuelo a unos centímetros de ella, derramando gotas de miel en sus labios. Crecí con toda esa fantasía o no, pero viendo en Rita un ser especial. Sin embargo ella ajena a todo creció como cualquiera de nosotros: inquieta, curiosa y traviesa. Recuerdo que a su lado me sentía feliz y serena. No tardó en mostrar su fe y devoción por Jesús lo que se vio reflejado en sus acciones de caridad y ayuda hacia los necesitados del pueblo. A veces no podía entender porqué le preocupaban tanto los demás. Se vivían tiempos difíciles, de guerras civiles, de rivalidades entre familias y de desigualdad social. Tanto en aquél entonces como ahora la voluntad masculina prevalecía y las mujeres no tenían voz. Se dice que llegando a la adolescencia sus padres añosos la obligaron a casarse, como era costumbre pero yo que fui su amiga creo que había amor por parte de Rita cuando se unió en casamiento con Paolo Mancini. Al casarse con él nos alejamos un poco pues este hombre era dominante, violento, no creía en la amistad y pensaba que yo iba a ser una mala influencia para Rita. Tuvo dos hijos a los que se dedicó por entero y trató de conformar un hogar lo más armonioso posible a pesar de su esposo. La sostuvo la fe, la oración y el entregar sus problemas a Jesús sabiendo que tarde o temprano él le respondería. Un día que la encontré en Casia conversamos sobre su vida y la mía y pude saber que después de tantos años de frustrado matrimonio y de tanta oración su esposo se había convertido a la fe cristiana y en su hogar había aires de paz. Aún era muy joven, había sufrido pero estaba llena de vida y de ganas de hacer cosas por los demás. La luz que brillaba en ella desde pequeña estaba allí. Y eso me fortaleció, renovó mi fe y me hizo creer que lo imposible es posible con Dios. Sé que al poco tiempo su esposo fue muerto por enemigos lo que generó en sus hijos un profundo resentimiento y sentimientos de rencor y venganza. Rita, como toda madre angustiada, rogaba a Dios por sus hijos y trataba de persuadirlos para evitar más hechos violentos. Rita preparó a sus hijos para su entrega a Dios; sabía que se venían momentos difíciles y que los caminos de Dios, no son nuestros caminos. Al año siguiente sus hijos mueren de muerte natural al mismo tiempo. No lo entendí y probablemente ella tampoco pero Rita no cuestionaba, solo entregaba, también compartí con ella este momento tan difícil de su vida y seguí admirándome de la fortaleza de esta mujer y una vez más seguí viendo el profundo brillo de sus ojos que me transmitían mucha paz.

Me contó que había pedido ingresar en el convento agustiniano de Santa María Magdalena en Casia pero había sido rechaza por su condición de viuda. Este sueño lo guardaba en su corazón desde jovencita. Nuestros encuentros se hicieron más frecuentes, las dos viudas nos acompañábamos y realizábamos tareas de servicio llevando la palabra de Dios. Un día Rita me pidió que la acompañara hasta Casia y nos alojamos en la casa de una tía lejana para pasar la noche. Rita se levanto de madrugada, supongo que no quiso despertarme, y se dirigió al monasterio de Casia. Yo la seguí y esto que voy a contar me lo creerán o no, así fue: Rita oró y dirigió su mirada al cielo y en ese moento un viento suave la levantó por el aire y se abrieron las puertas del monasterio. Las imágenes de San Agustín, San Juan Bautista y San Nicolás la acompañaban. Una fuerza sobrenatural hizo abrir las ventanas del monasterio y las internas del monasterio se despertaron y presenciaron lo mismo que yo.

No habían más que

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