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Etnia Guajira


Enviado por   •  21 de Octubre de 2013  •  1.287 Palabras (6 Páginas)  •  476 Visitas

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La geografía de la península de La Guajira ha sufrido cambios ecológicos, poblacionales y comunicacionales importantes que obligaron a los wayuu a modificar sus conductas y asumir nuevos hábitos y maneras de relacionarse para tener acceso a las nuevas fuentes de trabajo que se presentan. La remuneración enseña que el sudor tiene precio (Aguilar, 1990) y que con el dinero se satisfacen necesidades nuevas.

La relativa marginalidad económica de la península junto al belicismo de los wayuu inhibió el desarrollo de la población criolla al norte y al este del río Ranchería en Colombia y al norte y oeste del río Limón en Venezuela, no obstante, los alijunas se han infiltrado a través de las costas de la península en todos los tiempos: esclavos negros fugitivos, misioneros, soldados, comerciantes de todas las nacionalidades, contrabandistas, marineros, exploradores, perseguidos políticos, fugitivos de la justicia y muchos “Otros” han vivido y se han asimilado, dejando descendencia entre los wayuu en diversos períodos.

“Es fuerte la influencia de la sociedad externa, aunque la cultura tradicional siga siendo dominante. Los wayuu se han transformado en indios con camiones. Cada familia tiene de alguna manera un centro en la península y un anexo en la ciudad. Los que abandonaron el pastoreo van frecuentemente a Maracaibo (...) para practicar el contrabando, buscar empleos temporales o visitar a sus familiares. Casi una cuarta parte de los wayuu vive actualmente en Maracaibo o en otras localidades de esta región petrolera. Y otros, sobre todo los hombres, dividen su tiempo entre la península y las haciendas donde trabajan como braceros temporales” (Perrin, 1995: 12).

Muchas veces la emigración puede tener un carácter temporal teniendo al lugar de partida como punto al cual regresar. En la cultura wayuu, ese punto es un cementerio, lugar donde reposan los restos de los antepasados, marca del clan en el paisaje. Lugar donde los huesos se convierten en polvo, y se pierden en la memoria, antes de que los espíritus de los indios muertos inicien su viaje por el camino a las estrellas: Cabo de la Vela, Jepira, la Vía Láctea. Los muertos tienen su camino seguro, mientras que los vivos pertenecen a una especie exploradora, la homo sapiens, la que es capaz de transformar hasta su propia cultura con tal de garantizar la multiplicación y prosperidad de su descendencia.

“Según el historiador Eric Hobsbawn, el siglo veinte ha puesto fin a siete mil años de vida humana, centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América latina, tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierritas, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio” (Galeano, 1999: 268).

En una experiencia atípica, poblaciones diversas, con diferentes culturas desarrolladas localmente en sus sitios de origen, de repente, se ven obligadas a compartir cosmovisiones, lengua, espacios, hábitos alimentarios y tantas otras cosas, motivados por la necesidad de garantizar la sobrevivencia de sus familias. En América Latina, urbanización y modernización han sido procesos independientes y alternativos, la formación de nuestras culturas urbanas se ha llevado a cabo en condiciones complejas y en un lapso de tiempo relativamente breve.

“EL CHINITO JULIO. (...) Llegó al barrio un día cualquiera, a servir en la casa del gordito

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