Independencia De México. Inicio
Kuroinu24 de Agosto de 2014
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El «inicio» de la guerra de Independencia
La represión que vivieron los criollos ante sus conspiraciones independentistas los hizo reunirse en secreto para planear la estrategia que les permitiera lograr su objetivo: «constituirse como una nueva Nación, independiente de la Corona, recuperar y conservar sus antiguos privilegios que le habían sido arrebatados por los gachupines»
A las reuniones que con este fin se realizaban se les llamaba «conspiración», pues se proponían destituir a las autoridades coloniales.
En la conspiración de Valladolid estaban involucrados varios criollos distinguidos; sobresalían el licenciado José Mariano Michelena, quien no actuaba solo pues era secundado por militares como José María Obeso, Mariano Quevedo, Ruperto Mier, Manuel Muñoz y José Nicolás Michelena, y por curas como Manuel Ruiz de Chávez, Vicente Santa María y Luis Correa. Su plan consistía en formar un Congreso que guardara en depósito la soberanía real mientras Fernando VII volvía al trono.
El 21 de diciembre de 1809 se consideró la fecha adecuada para llevar a cabo sus planes, pero fueron denunciados por Francisco de la Concha. Los activistas fueron detenidos y presentados ante el virrey Javier Lizana, quien los auxilió al no encontrar delito que perseguir.
Otra conspiración más se gestaba en Querétaro, punto de confluencia de los grupos criollos interesados en la independencia y ubicados económicamente en torno de la prospera región del Bajío. Allí se reunieron los líderes de una nueva confabulación: Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Ignacio Aldama, Juan Aldama, Mariano Abasolo y Mariano Jiménez.
Estos actores individuales, descontentos ante la situación de gran injusticia y desigualdad social que los marginaba como parte de grupos sociales, aspiraban a cambiar el tipo de gobierno. Para cumplir sus fines buscaron involucrar a los distintos actores colectivos afectados por la administración virreinal.
Los criollos demandaban la creación de una Junta que los representara, la supresión de los estancos, libertad de comercio, igualdad de empleos y abolición de impuestos. Las ideas independentistas fueron puestas en práctica por un grupo de líderes que se convirtieron en «los insurgentes». El levantamiento armado fue planeado para el mes de octubre de 1810; sin embargo, los conjurados fueron descubiertos, y en miras de ser arrestados –oportunamente avisados por la determinante ayuda de la corregidora Josefa Ortiz de Domínguez-, Hidalgo se apresuró a organizar la rebelión con aproximadamente 600 hombres, con quienes en la madrugada del 16 de septiembre del mismo año se enfiló a la lucha armada.
En pocos días se logró reunir a más de 8000 hombres, quienes armados con garrotes, hondas, machetes y palos tomaron la imagen de la Virgen de Guadalupe como estandarte de la lucha, y gritaban, entre otras cosas: « ¡Viva Nuestra Señora de Guadalupe!» « ¡Muera el mal gobierno!»
No era un ejército disciplinado, capacitado para enfrentar a las tropas realistas, pero le ayudó su gran número y el factor sorpresa.
Después de vencer una escasa resistencia en Dolores pasaron a San Miguel el Grande, donde se les unió un grupo comandado por Ignacio Allende. Más tarde, partieron rumbo a Celaya y Salamanca; lograron tomar la capital de Guanajuato después de un intenso y sangriento combato en el que destacó la actuación de un minero apodado el «Pípila», al incendiar la puerta de la Alhóndiga de Granaditas para facilitar la entrada a los insurgentes.
Marcharon hacia la ciudad de México, pasando por el Monte de las Cruces, donde sostuvieron un duro enfrentamiento con las tropas realistas, sobre las que triunfaron. Posteriormente, el ejército se organizó en dos facciones, una comandada por Hidalgo y otra por Allende. Hidalgo llegó a la capital acompañado de pocos hombres,
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