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Las Venas Abiertas De America Latina, Fiebre Del Oro Fiebre De La Plata


Enviado por   •  15 de Julio de 2012  •  4.193 Palabras (17 Páginas)  •  2.051 Visitas

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CIENTO VEINTE MILLONES DE NIÑOS DEN EL CENTRO DE LA TORMENTA

La obra comienza con la introducción "Ciento veinte millones de niños en el centro de la tormenta" nos habla de cómo el desarrollo de algunos significa el subdesarrollo de otros. Como el llamado desarrollo trae consigo la desigualdad ya que nos dice que nuestra realidad se ha traducido en beneficiar a otros, de esta forma, quedan a la expectativa gran cantidad de niños, los cuales o se resignan a mirar su pobreza o tienen que salir a las calles a ganar la comida del día. También nos hace referencia a la pobreza en que vive la sociedad americana, y de cómo el sistema en el que vivimos no favorece a la gente pobre sino a la que más tiene. Una frase que llama muchísimo la atención es la de “combata la pobreza ¡mate un mendigo!” esta frase muestra la decadencia de la sociedad en la que vivimos, donde los pobres, los miserables, solo representan retraso, problemas, pero nunca una preocupación real de los gobiernos de turno, que en respeto de los derechos fundamentales debe tener como principio básico al SER HUMANO.

Una necesidad que se vuelve una consigan del sistema capitalista, tiene que ver con las clases populares que consiste en buscar la forma de que ya no se reproduzcan, aunque muchos de ellos participan activamente en el proceso de producción de su dinero y en la elección de sus gobiernos.

Es así, como el texto comienza diciendo que la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. En América latina a pesar de perfeccionar sus funciones, continúa con necesidades ajenas tales como lo son los almacenamientos de petróleo, carne, y otras necesidades. Mientras las materias primas y alimentos exportados a países ricos desde América latina ganan más consumiéndolos de lo que gasta América latina en producirlos de igual manera son más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores. Los productores y trabajadores son los que menos se benefician de su trabajo, mientras los comerciantes locales, los intermediarios y las grandes multinacionales se quedan con la mayor parte del dinero que se obtiene.

No hay que olvidar tampoco a los gobiernos locales que recaudan mediante impuestos y aranceles. Por otra parte, los países del Norte imponen fuertes aranceles a los productos elaborados del Sur. Así, es más barato importar café sin tostar que café tostado, lo que provoca que las tostadoras se instalen en el Norte y se pierda así una oportunidad de industrialización para el desarrollo en los países del Sur. Las grandes multinacionales compran el café a intermediarios locales que, a su vez, los compran en condiciones muy desventajosas para los productores. Las grandes multinacionales gozan de privilegios enormes (exención de impuestos y pagos a la seguridad social, etc.).

En resumen, cuando un consumidor del Norte disfruta de una humeante taza de café no sabe (poque muchas veces no es capaz de imaginar) la terrible realidad que ha hecho posible que él pueda disfrutar de ese instante.

Ahora América para el mundo es solamente Estados Unidos, y los que la habitamos ya somos Sub América es decir, pobladores de segunda clase. La explotación que las grandes potencias ejercen sobre sus fuentes internas de materia prima y mano de obra reflejan el atraso y la miseria de América Latina, que no son otra cosa que el resultado de su fracaso ya que perdimos justo donde otros ganaron. ¨Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos¨: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial, nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y naciones ricas.

Hay sesenta millones de campesinos cuya fortuna asciende a veinticinco centavos de dólar por día; en el otro extremo los proxenetas de la desdicha se dan el lujo de acumular cinco mil millones de dólares en sus cuentas privadas de Suiza o Estados Unidos, y derrochan en la ostentación y el lujo y en las inversiones improductivas, que constituyen nada menos que la mitad de la inversión total, los capitales que América Latina se podrían destinar a la reposición, ampliación y creación de fuentes de producción y de trabajo.

Incorporadas desde siempre al poder imperialista, nuestras clases dominantes no tienen el menor interés en averiguar si el patriotismo podría resultar más rentable que la traición o si la mendicidad es la única forma posible de la política internacional. América Latina produce hoy día, en relación con la población: menos alimentos que antes de la última guerra mundial, y sus exportaciones per capita han disminuido tres veces, a precios constantes, desde la víspera de la crisis de 1929.

En la mayor parte de los países latinoamericanos, la gente no sobra: Falta. Brasil tiene 38 veces menos habitantes por kilómetro cuadrado que Bélgica; Paraguay, 49 veces menos que Inglaterra; Perú, 32 veces menos que Japón. Haití y El Salvador, hormigueros humanos de América Latina, tienen una densidad de población menor que, la de Italia. Los pretextos invocados ofenden la inteligencia; las intenciones reales encienden la indignación, es decir que esos países nos hacen creer que nosotros, o sea América Latina, tenemos sobrepoblación y que es por ello que vivimos en una pobreza constante, cuando en realidad no es cierto, ya que ellos viven a costas de lo que nosotros producimos, nos hemos convertido en sus peones y ellos en las abejas reina.

Al fin y al cabo, no menos de la mitad de los territorios de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay y Venezuela está habitada por nadie. Ninguna población latinoamericana crece menos que la del Uruguay, país de viejos, y sin embargo ninguna otra nación ha sido tan castigada, en los años recientes, por una crisis que parece arrastrarla al último círculo de los infiernos. Uruguay está vacío y sus praderas fértiles podrían dar de comer a una población infinitamente mayor que la que hoy padece.

La lucha de clases no existe -se decreta- más que por culpa de los agentes foráneos que la encienden, pero en cambio existen las clases sociales, y a la opresión de unas por otras se la denomina el estilo occidental de vida. Las expediciones criminales de los marines que tienen por objeto restablecer el orden y la paz social, y las dictaduras adictas a Washington fundan en las cárceles el estado de derecho y prohíben las huelgas y aniquilan los sindicatos para proteger la libertad

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