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POLITICA EXTERIOR DE ESTADOS UNIDOS

chellav317 de Marzo de 2015

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Política exterior de EE.UU.

Norberto Emmerich

En la teoría y en la práctica la política exterior norteamericana siempre se ha sustentado en una serie de imperativos básicos que, desde su enunciación en el siglo XIX, se han mantenido incólumes. Veremos cuáles son esos imperativos y las distintas etapas de la política exterior estadounidense, haciendo mención del particular vocabulario político con que Estados Unidos define las consignas de cada período.

Imperativos, tendencias, doctrinas, esquemas de poder, políticas y terminología

La política exterior norteamericana debe desanudarse en seis niveles distintos de análisis:

1. Los imperativos básicos, definidos como los valores declamados por la dirigencia política, presuntamente anclados en profundas raíces históricas con su consecuente carga moral y sintetizados en el Destino Manifiesto de 1845.

Ellos son:

- el excepcionalismo norteamericano, que convierte a Estados Unidos en faro para el mundo y funciona como esquema de justificación de una política exterior de «cruzada».

- una moral ascética, amparada en los principios de los «Padres Fundadores» y en las expectativas de los «padres peregrinos» que llegaron a bordo del Mayflower en 1620.

- la democracia liberal, que primero pasó por un período semidirecto que dirimía las disputas en forma asamblearia, entre iguales, y luego se estableció como conjunto de procedimientos que marca las reglas del régimen político.

- el republicanismo constitucional, alejado de toda forma monárquica, con un poder controlado que garantiza la libertad individual.

2. Las tendencias permanentes, convertidas en los ejes centrales de los debates teóricos sobre la política exterior norteamericana.

La primera tendencia permanente fue el aislacionismo, que mantuvo su vigencia hasta la Primera Guerra Mundial. Le sucedió el intervencionismo, claramente manifiesto en la Guerra Fría. Ambas tendencias se manifiestan constantemente ante cualquier giro profundo de la situación internacional. En un nivel menor se agregaron en los ‘90 las posturas globalistas y regionalistas y la ambivalencia entre multilateralismo (Nye-Rosecrance) y bilateralismo, por el que Estados Unidos ha mostrado una clara preferencia, especialmente en la lucha contra el narcotráfico.

3. Las doctrinas aparecen tempranamente en el siglo XX y se refieren también a dosposturas dicotómicas: el idealismo wilsoniano1 y el realismo político2. Ambas doctrinas debaten constantemente (incluidas sus versiones neoidealistas o neorrealistas) entre las demandas del poder (interés nacional, seguridad nacional, sobrevivencia) y los imperativos morales (democracia, ordenamiento jurídico, derechos humanos). Con la entrada en crisis del paradigma realista en Relaciones Internacionales aparece la interdependencia de Keohane y Nye, una teoría ad hoc que, aún cuando es apta para distintos escenarios, fue elaborada para interpretar la relación Japón-Estados Unidos y por lo tanto es de corto alcance.

4. Los esquemas de poder responden a alguna de las categorías anteriores, no siempre ordenados lógicamente, pero anclándose en ellas. La mayoría son componentes de la política exterior como el equilibrio de poder (Kissinger), la seguridad colectiva (ONU), la política de contención (Doctrina Truman) en sus versiones simétrica y asimétrica (John Lewis Gaddis). Otras son parte de la política interna, como la Doctrina Monroe en su versión aislacionista (expansión al oeste) mientras la versión intervencionista (Corolario Roosevelt) forma parte de la política exterior.

5. La elaboración de políticas representa la construcción de un esquema teórico mínimo cuya finalidad es dotar a los gobernantes de herramientas que avalen o expliquen determinados cursos de acción. Entre ellas encontramos la política del «buen vecino» de Franklin Delano Roosevelt, la seguridad nacional (Paul Nitze y la Directiva NSC-68) y su articulación con el interés nacional en la versión de George Kennan, la disuasión nuclear, la «detente» de Nixon-Kissinger, el multilateralismo asertivo (trilateralismo) de Carter-Brzezinski, el «gran enemigo» de Reagan, la diplomacia económica de Clinton-Kantor, el Nuevo Orden Mundial de Bush-Scowcroft y las «nuevas amenazas» que han teñido los últimos 10 años de la política exterior norteamericana y presentan los problemas como imperativos básicos de la política exterior (narcotráfico, derechos humanos, diseminación de tecnología nuclear, ataques informáticos).

6. La terminología, profusa y a veces pintoresca, acompaña cada esquema de política exterior. En las relaciones Estados Unidos-Argentina, durante el gobierno de Perón, asistimos al quid pro quo inicial, luego unas «cool, but correct relations» pasando por la «correcta amistad» y concluyendo en la «presión amistosa»3. Dentro de la disuasión nuclear encontramos la MAD (Destrucción Mutua Asegurada) y la capacidad de Primer Golpe. En las relaciones con China se habla de «ambigüedad estratégica» mientras se sostiene la «seguridad cooperativa» como esquema de análisis para los problemas mundiales.

Es evidente en esta apretada síntesis que en Estados Unidos se denomina doctrina a enunciados muy generales (doctrina Monroe) o muy particulares (doctrina Truman), que el más importante documento en que se basa la acción política no es más que un artículo periodístico (el Destino Manifiesto), que la mayoría de sus programas de política exterior nunca conformaron un cuerpo teórico unificado, que algunos fueron exclusivamente pragmáticos como la democracia económica de Clinton y otros ni siquiera llegan a ese nivel como las «nuevas amenazas» de los últimos diez años, demostrando la cada vez más profunda confusión que reina entre quienes tienen la responsabilidad de pensar o diseñar la política exterior.

El discurso de la política y la política del discurso

A pesar de estas disonancias epistemológicas Estados Unidos ha conservado y acrecentado su poder en el mundo en los últimos 200 años a expensas de potencias mucho más preparadas como Inglaterra. Hay varios factores que deben tenerse en cuenta al estudiar esta contradicción.

1. El acendrado pragmatismo norteamericano tiene mucho que ver con la confusión en la definición de sus políticas y con el acierto en la defensa de sus intereses. Este factor induce a serios errores de apreciación en el análisis de la política exterior norteamericana. Muchos suponen que la dificultad que encuentra Estados Unidos en replantear su política exterior es el motivo central para augurar su automática decadencia en el sistema internacional. Dejando de lado el hecho de que ningún hecho político es automático sino que depende de la resolución del conflicto entre distintas y antagónicas fuerzas sociales, el pragmatismo es fuente de recursos aptos sólo para la solución de problemas a corto plazo. Cuando el esquema de elaboración de políticas no puede acertar con definir las leyes del escenario global en el que se desarrolla la acción política, la respuesta a los problemas cotidianos, basados exclusivamente en los imperativos básicos, permite reciclar el estatus imperial case by case. Estamos de acuerdo con que «la teoría crea poder»4 y también con que «el conocimiento es acción»5 pero el desprecio por (o la dificultad en) la teoría que significa el pragmatismo, no es per se un disparador de sinsentidos absolutos en política exterior. El status imperialista significa también un bagaje de cultura política que puede cubrir el bache apelando a una clarísima conciencia de clase. En sentido materialista podemos afirmar que los inmensos intereses de la burguesía norteamericana son firmes impulsores de «las políticas» aunque tengan dificultades en encontrar «la política» que garantice a largo plazo las ventajas obtenidas. Esta garantía significa que los beneficios económicos (circuito empírico) deben reforzarse con estructuras ideológicas (circuito teórico) para adquirir poder (circuito político) y continuar el ciclo. Por ahora las ventajas económicas sólo significan ganancias, pero no pueden asegurar la continuidad a futuro. La contingencia que ostenta la política exterior norteamericana actual no debe sobredimensionarse pero es evidente que a largo plazo significa un tropiezo. Estados Unidos sabe muy bien qué, cómo, dónde, por qué, para qué y contra quién obtener lo que desea o presume necesitar. Su principal dificultad radica en la insatisfacción que la última década ha dejado en muchos norteamericanos y este desasosiego está relacionado con la primera variable, el qué.

2. Al saber qué quieren los norteamericanos no pueden evitar la duda sobre si lo que quieren es lo que deben querer. Esta duda esencial pone en crisis toda la cadena de razonamiento y nace de no conocer exactamente cuál es su lugar en un mundo que no aciertan a definir acabadamente. Bush ha pontificado sobre el Nuevo Orden Mundial pero ese orden ha sido muy diferente del anunciado en los discursos. Si económicamente Estados Unidos se ha beneficiado de la globalización6, lo ha hecho empíricamente, empujando las contradicciones hacia adelante mientras asiste al surgimiento de hegemonías competitivas. No es un defecto de la política exterior, es una característica esencial del capitalismo que crea nuevas contradicciones a medida que va resolviendo las existentes. La tesis del capitalismo liberal se encontró exógenamente con la antítesis de la planificación burocrática que, consagrado el triunfo capitalista, dio como síntesis la globalización con el consiguiente surgimiento de hegemonías competitivas. Transportadas las contradicciones al ámbito interno, no habiendo un actor exógeno antitético,

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