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Revolucion India


Enviado por   •  22 de Mayo de 2013  •  2.082 Palabras (9 Páginas)  •  508 Visitas

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LA REVOLUCION INDIA

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Por. Fausto Reinaga*

El mundo ha cambiado. Ya raya el alba del año 2.000. El autóctono del Asia, del Africa y de Indoamérica ya no es el “indígena-natural” del siglo XVI; cuyo ser, como parte de la especie humana, negó primero, puso en duda después el Occidente. Aquel ser negado y dudado se ha hecho hombre. Y reclama no sólo sus DERECHOS HUMANOS, sino —y esto es lo mejor— se ha propuesto cambiar la ruta de la humanidad, para, superando la alienación denunciada por Marx, hacer del ser humano un “hombre nuevo”.

El mundo ha cambiado. Europa está cercada por sus esclavos de ayer. Estados Unidos está en guerra con Vietnam. El odio del Africa, el Asia e Indoamérica hierve contra Norteamérica. Quisieran los negros, los amarillos y los indios tener veneno en los ojos contra el imperialismo yanqui.

El indio de Bolivia no puede dejar pasar, la crisis mortal que padece el Occidente. Tiene que aprovechar. Pero no para salvar a su enemigo. Esta crisis tiene que aprovechar para liberarse. La Revolución india es una lógica irrebatible en el terreno de las ideas y en la fenomenología de los hechos. La Revolución india estallará como una ley natural; ¡fatalmente!

Los indios, sin oponernos a que el hombre pose su planta en la Luna, Marte, Saturno o Venus; declaramos que nuestro deber no está en el espacio sideral; nuestro deber está en la tierra; en el Kollasuyu de los Andes: nuestro deber es liberamos.

El deber nuestro es romper las cadenas de la esclavitud del indio. Rasgar la venda de la sociedad “blanca” y del mismo indio. Ya que el Occidente ha impuesto, como cosa racional justificada por el Estado y la Iglesia, la presencia, permanencia e inalterabilidad de dos sociedades yuxtapuestas: la del blanco y la del indio...

El blanco ha alcanzado un standard de vida jamás soñado. Sus máquinas de traslación vuelan con tal rapidez, que emulan la velocidad del sonido. Los Jets supersónicos, son una fantasía hecha realidad. Virtualmente la distancia y el espacio, han sido dominados. La TV y el Radio-receptor, ponen al alcance de la vista y los oídos, la imagen de los objetos y de los sonidos de cualquier lugar de la tierra y del cosmos.

Mientras que el indio, ve volar a los Jets como a las aves. No viaja en ellos. Ignora las comodidades, la velocidad, el sibaritismo y los placeres que disfrutan los blancos. El conoce el avión de guerra que hace llover bombas mortíferas sobre su choza y sobre sus rebaños. El indio no se aloja en el Hotel; ni entre sueños sabe de la cama muelle de los Hoteles de primera clase ni de tercera clase. En las ciudades, el indio cuando no se aloja en los Tambos, duerme en los extramuros, en los cenizales, a ras de tierra y bajo raso cielo. El indio come su comida: papa, chuño, haba y coca. No alcanza a imaginar ni la exquisitez y delicia sibarítica de la comida del “blanco” ni la belleza y la suavidad del vellón de armiño de su vestuario. Ya que el indio con el indumento europeo, si no es el espantapájaros disfrazado de cuello y corbata, es el embutido en su burda bayeta de la tierra, calzado de su ojota de goma o cuero de llama; el lluchu sobre su testa y sobre su busto el poncho. El vestuario del indio en uno y otro caso es ropa del esclavo. Su comida, la comida del esclavo. Su vida, la vida del esclavo. Su “libertad” tan decantada, es la “libertad” del “pongo-liberto”.

El indio, tiene otra escuela, otro colegio secundario, no tiene Universidad; a la escuela, al colegio, a la Universidad del “blanco-mestizo” el indio no asoma. Y cuando alguna vez intenta, es discriminado y arrojado como un perro a la calle.

El indio, aunque haya alcanzado por casualidad el mismo “doctorado”, carga su “cultura india” de la cuna al sepulcro. El indio aunque se tiña su piel, aunque luzca su título de “doctor”, es “para siempre” Indio. Por tanto, piensa, siente, y hace, como parte natural de su sociedad, la sociedad india.

La “fiera blanca” y su cipayo mestizo disfrutan en familia, en clan de todos los beneficios de la ciencia y la técnica. Para los indios no queda ni la sobra del Banquete. El Occidente se ha hecho egoísta hasta la estupidez.

¿Qué tiene el Occidente digno de ser imitado? ¿Qué tienen Europa y Norteamérica para el hombre de la tierra?

Tienen la desintegración: desintegración atómica y desintegración espiritual; a la par que el nihilismo y la desesperanza; fuerzas apocalípticas que azotan a las juventudes de Europa y América.

La píldora anticonceptiva, el psicodélico desenfreno alcohólico y sexual, la furibunda epidemia del hippismo y la insurgencia babélica, sin ningún ideal, de los estudiantes universitarios del mundo, son el fruto amargo de este Occidente tétrico que llega a su ocaso.

El Occidente, Europa y Norteamérica, ¿qué pensamiento ofrecen, cuál el arte que llena el corazón vacío de la humanidad? El Occidente hoy no ofrece ni pensamiento ni arte al hombre; devorado por sus tremendas necesidades insatisfechas.

El Occidente no tiene nada; no ofrece nada para “desarrollar” un pensamiento nuevo, para crear un hombre nuevo sobre la faz de la tierra.

Su industria es puro cambalache fenicio. Sus máquinas, sus, productos químicos y sus técnicos; son nada más que instrumentos de conquista y de robo. Sus modas de vestir y sus modas literarias, han llegado a tal grado de banalidad e insulsez, que ya no mueven ni conmueven a ningún pueblo de la tierra.

En estos achaques, en el caso nuestro por ejemplo, hoy-no digamos nada de ayer-hoy nos roba a la luz pública nuestra historia, nuestro teatro, nuestro baile, nuestra música y hasta nuestras prendas de vestir.

Hablan los blancos-cholos occidentalizados de Tupaj Amaru, de Tupaj Katari, de Bartolina Sísa, como si fueran sus héroes.

Hacen teatro con nuestros fastos y con nuestras lenguas (keswa y aymara). Bailan con trajes autóctonos nuestras danzas indias. Miríadas de “Conjuntos Musicales” de mestizos blancos, explotan, viven y se enriquecen tocando nuestra música. Y al final, con una desvergüenza de reptiles se han calado nuestro lluchu y nuestro poncho. Hay que ver a gringos y gringas, a birlochas y birlochos lucir en sus bustos nuestro poncho como una gran novedad de última moda europea.

El indio del Tawantinsuyu de esta época, nada debe imitar al Occidente racista;

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