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ALEMANIA HISTORIA

olivacha28 de Abril de 2013

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El territorio que comprende lo que hoy es A. estaba cubierto de selva espesa, la selva herciniana de los latinos, y de innumerables pantanos. Estas tierras fueron ocupadas en un principio por los celtas (v.), que, partiendo de las regiones occidentales, se habían extendido por las riberas del Rin superior y del Danubio. Uno de estos pueblos célticos, los helvéticos, ocupó Suabia y Franconia y se convirtió en aliado de Roma. Otro pueblo, los boyos, ocupó Baviera y Bohemia. Estas tribus célticas evolucionan más tarde hacia el nomadismo, abandonando sus primitivas prácticas agrícolas. En sus correrías van a extenderse por el N, ocupando el territorio comprendido entre el Weser y el Oder.

1. Los germanos y Roma. Sobre estos pueblos celtas se lanzará una avalancha de pueblos germanos procedentes del N, apoderándose de sus tierras, hasta el punto de que a fines del s. VII a. C. habían conquistado todos los pueblos de la orilla derecha del Rin. Los boyos, al perder sus tierras, iniciaron un largo éxodo y la Selva Negra, en otro tiempo habitada por los helvetios, aunque aún no ocupada, fue talada completamente, pues estos germanos acostumbraban a talar las regiones fronterizas para evitar sorpresas del enemigo.

Englobaba el nombre de germanos (v.) a una serie de pueblos, como los teutones, que habitaban las orillas del Báltico, los suevos (v.), los vándalos (v.): asdingos y silingos, los lombardos, sajones (v.), anglos (v.), turingios, francos (v.), borgoñones, alamañes (v.), marcomanos, visigodos (v.), ostrogodos (v.), cimbrios, tongios, treverinos y nervianos. Pronto estos germanos no sólo llegaron al oeste del Rin y a su curso inferior, tratando a sus vecinos los galos como a vencidos y exigiéndoles tributos y rehenes, sino que se dispusieron a atravesar el río. Los celtas, destrozados por luchas intestinas y amenazados por los germanos, se dividieron en dos bandos: los belgas y los secuanos se inclinaron á los germanos; los eduos, con sus sometidos los alóbroges y los arvenos, se aliaron con los romanos. En el 71 a. C. Ariovisto, un jefe germano aliado de los secuanos, atravesó el Rin con 1.500 hombres armados. Los eduos le atacaron, pero fueron derrotados en Admagetórica (hacia Pontalier), imponiéndoles el vencedor tributos, rehenes y la pérdida de la hegemonía, tratando como vencidos incluso a sus antiguos aliados. Roma no hizo nada por sus aliados los eduos, y, en el 59 a. C., Ariovisto aparece inscrito en la lista de los reyes amigos de Roma. Efectivamente, el jefe germano fundó un reino en el país galo y en el 58 a. C. ya habían pasado el Rin 120.000 hombres, atraídos por su prestigio.

En el territorio comprendido entre el Weser y el Oder movíanse multitud de pueblos. Los suevos, puestos en movimiento, arrastraron a otros e intentaron establecerse en la orilla derecha; los boyos, todavía errantes, y los helvetios amenazaban extenderse hacia Italia. Roma reaccionó enviando a César como procónsul de la Galia el 58 a. C. Rechazados los helvetios y derrotado Ariovisto, las legiones llegaron al Rin y César encargó la defensa de esta frontera a los trivocos, asentados cerca de Estrasburgo, a los nemetas, que lo estaban en Spira, y a los bacgiones, en el país de Worms. Los suevos, que aspiraban a ocupar el país de Tréveris, penetraron en el interior de la selva herciniana tras la derrota germana. Al este del Rin se establecieron puestos fronterizos aislados y una guarnición atrincherada en Aliso, sobre el Lippe.

En el principado de Augusto, durante la revuelta de Panonia, la frontera germana tuvo una tranquilidad llena de presagios. Los métodos fiscales del gobernador de la provincia de Germania, P. Quintilio Varo, y su falta de tacto en el trato con las tribus, fue la causa del descontento. El a. 9 d. C., aprovechando su marcha hacia los cuarteles de invierno situados en Xanten, junto al Rin, fue atacado en el bosque de Tentoburger por Arminio, un germano romanizado que deseaba libertar a su pueblo de la ocupación romana. Las tres legiones de Varo sucumbieron y éste y su Estado Mayor se suicidaron. Este suceso fue un duro golpe para el orgullo de Roma y para la política de Augusto. Tiberio hubo de salir para el Rin a sofocar el levantamiento. Se abstuvo de recuperar el territorio perdido y se contentó con reforzar las legiones, pues el princeps se había percatado de que, para lanzarse a una guerra contra Germanía necesitaba tropas auxiliares y, sobre todo, desorganizar su plan económico.

Los romanos aprendieron que Germanía era un peligro latente y, para protegerse, crearon en tiempos de Domiciano el limes, que debía rodear a Germanía del Rin al Danubio. Se extendió en un principio a lo largo del Taunus, prolongándose después por la desembocadura del Ahr hasta el Maine y se unía con el limes rético, alcanzando al Danubio por debajo de Ratisbona. Tenía una longitud de 370 millas romanas y más que una fortaleza infranqueable era una frontera convencional, que recordaba a los germanos la existencia de un mundo dominado por un pueblo poderoso, al que había que respetar.

En su retaguardia creó Roma buenas calzadas destinadas al aprovisionamiento de las plazas fortificadas, como la de Colonia a Maguncia, y junto a estas vías surgieron ciudades completamente romanizadas, que eran como señuelos tentadores para los habitantes de la selva: Tongres (importante nudo de comunicaciones hacia los campos legionarios de Xanten y Nimega y, sobre todo, hacia los cuarteles generales de Germanía), Colonia y Maguncia. En Retia surgieron tres municipios romanos, entre ellos Augsburgo, capital de la provincia, pero seguían siendo ciudades rurales gobernadas por la nobleza local. Al este del limes las antiguas costumbres permanecieron inalterables y el comercio continuaba en manos de los mercaderes del S, que buscaban ámbar, jabón y pieles, a cambio de vino, especias y joyas. La efervescencia de Germanía continuó y las tribus fugitivas asaltaron sin éxito los limes. Para contenerlos, Roma introdujo grupos de vencidos en el interior del Imperio, repartiéndoles tierras. Más tarde, desde Constantino, el ejército se reclutó entre los bárbaros. De una parte, movió a dar este paso la necesidad de aumentar las fuerzas militares a medida que se ensanchaban las fronteras; y, de otra, la repugnancia cada vez mayor de los romanos a prestar el servicio militar.

Teodosio introdujo la peligrosa novedad del pactus foederi por el cual pueblos enteros se instalaron en el interior del Imperio y se encargaron de proteger a la población civil. Pronto alcanzaron altas dignidades militares y la ciudadanía romana. A partir de Constantino, la defensa del limes germánico sufrió modificaciones, llenándose de castella, con pequeñas guarniciones de soldados labradores, reclutados entre los mismos germanos.

2. La edad oscura. Sin embargo, la efervescencia continuaba al otro lado del limes y la gran convulsión de Germanía tuvo lugar a mediadas del s. IV, cuando la presión incontenible de los hunos obligó a los germanos a solicitar ansiosamente la entrada o a penetrar violentamente en tierras de Roma. Pasado el Imperio de Atila, las tierras de Germanía fueron ocupadas por los turingios al E, los sajones al N, los burgundios al S y los francos en el centro. Éstos, constituidos en reino, se volvieron hacia Germanía para incorporarla a la nueva política que nació de los escombros del mundo romano occidental.

En el 491 el rey franco Clodoveo (v.) arrebató a los turingios parte de su territorio y, en el 486, sometió a los alamanes que ocupaban Spira, Worms y Maguncia. Sus hijos continuaron su política. Teodosco, que heredó las tierras limítrofes con Germanía (el protectorado de los alamanes y el país de los ripuarios) sometió el resto de la Turingia, situada entre el Fulda y el Verra, tras la batalla de Unstrut (531), y lo convirtió en gran ducado franco, pagándole tributo los sajones, situados entre el Elba y el Ems.

A partir del 600, la Austrasia (v.) adquirió una fisonomía propia dentro del reino franco. Era el país más despoblado por las invasiones y en donde prevalecía la sangre germana; comprendía el territorio situado entre el Mosa y el Rin. Los antagonismos entre el E -Austrasia- y el O -Neustria-, le habían proporcionado una administración propia con un palatio y un mayordomo propios, aunque subordinados a un monarca franco común, más simbólico que real. Las rivalidades entre los dos mayordomos acentuaron estas diferencias. Al frente de la nobleza de Austrasia apareció Pipino II de Heristal, que ostentó no el título de mayordomo, sino el de duque y, tras derrotar a la Neustria (v.) en Terry (San Quintín), 687, la anexionó, aunque mantuvo al frente del Estado la figura simbólica de un rey fantasmal, encargado únicamente de recibir a los embajadores con pompa bizantina. El hijo de Pipino, Carlos Martel, gobernó apoyado en la Austrasia, donde tuvo sus propiedades privadas y de donde sacó sus mayores recursos. Con sus campañas de sometimiento de los turingios, bávaros y alamanes se inició la evangelización de Germanía por S. Bonifacio (v.).

Será la gran figura de Carlomagno (v.) quien incorpore definitivamente Germanía al mundo occidental. Para lograrlo debía someter a los sajones, situados entre el mar del Norte, el Elba y las montañas del Harz, costándole 30 años de lucha encarnizada. Mandaba a los sajones Widukind, vencedor repetidas veces de Carlomagno, que sólo tras muchas negociaciones pudo pacificar el país. La posterior fusión de estos sajones con los pueblos germanos vecinos (francos del E, turingios, alamanes y bávaros) hizo posible la etnia de la actual A. La codificación

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