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Analisis De Lectura Memorias De Fuego


Enviado por   •  17 de Junio de 2015  •  6.938 Palabras (28 Páginas)  •  595 Visitas

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1. Seleccione 7 relatos sobre la descarnada opresión que padecieron los indios a manos de los conquistadores. (Haga la cita respectiva, indique título del relato, número de página y describa en qué consistió la opresión sufrida).

El sacrilegio

Bartolomé Colón, hermano y lugarteniente de Cristóbal, asiste al incendio de carne humana. Seis hombres estrenan el quemadero de Haití. El humo hace toser. Los seis están ardiendo por castigo y escarmiento: han hundido bajo tierra las imágenes de Cristo y la Virgen que fray Ramón Pane les había dejado para su protección y consuelo. Fray Ramón les había enseñado a orar de rodillas, a decir Avemaría y Paternóster y a invocar el nombre de Jesús ante la tentación, la lastimadura y la muerte. Nadie les ha preguntado por qué enterraron las imágenes. Ellos esperaban que los nuevos dioses fecundaran las siembras de maíz, yuca, boniatos y frijoles. El fuego agrega calor al calor húmedo, pegajoso, anunciador de lluvia fuerte.

Página 51

En este relato se da a conocer la poca importancia que los españoles le tenían a los indios

1511

Aymaco

Becerrillo

Todos los prisioneros han marchado al muere. El capitán Diego de Salazar descubre a la vieja, escondida en los matorrales, y no la ensarta con la espada.

—Anda —le dice—. Lleva esta carta al gobernador, que está en Caparra. La vieja abre los ojos de a poco. Temblando, tiende los dedos. Y se echa a caminar. Camina como niño chico, con bambolear de osito, y lleva el sobre a modo de estandarte o bandera. Cuando la vieja está a la distancia de un tiro de ballesta, el capitán suelta a

Becerrillo.

El gobernador Ponce de León ha ordenado que Becerrillo reciba el doble depaga que un soldado ballestero, por descubridor de emboscadas y cazador de indios. No tienen peor enemigo los indios de Puerto Rico. La ráfaga voltea a la vieja. Becerrillo, duras las orejas, desorbitados los ojos, la devorará de un bocado.

—Señor perro —le suplica—, yo voy a llevar esta carta al señor gobernador. Becerrillo no entiende la lengua del lugar, pero la vieja le muestra el sobre vacío.

—No me hagas mal, señor perro. Becerrillo husmea el sobre. Da unas vueltas en torno a esa bolsa de huesitos trémulos que gime palabras, alza una pata y la mea.

Página 55

Se da a conocer como Jugaban con la vida de los indios para ellos su vida no tiene valor alguno.

1546

Potosí

La plata de Potosí

Cincuenta indios caídos por haberse negado a servir en los socavones. No hace un año que apareció la primera veta y ya se han manchado de sangre humana las laderas del cerro. Y a una legua de aquí, las peñas de la quebrada lucen las manchas verdinegras de la sangre del Diablo. El Diablo había cerrado a cal y canto la quebrada que conduce al Cuzco y aplastaba a los españoles que pasaban por allí.

Un arcángel arrancó al Demonio de su cueva y lo estrelló contra las rocas. Ahora las minas de plata de Potosí tienen mano de obra y camino abierto. Antes de la conquista, en tiempos del Inca Huaina Cápac, cuando el pico de pedernal se hundió en las venas de plata del cerro, ocurrió un espantoso estruendo que estremeció al mundo. Entonces, la voz del cerro dijo a los indios:

—Otros dueños tiene esta riqueza.

Página 98

Si los indios no obedecían a los españoles lo más fácil era matarlos, su vida era insignificante a la par de los de ellos

1511

Yara

Hatuey

En estas islas, en estos humilladeros, son muchos los que eligen su muerte, ahorcándose o bebiendo veneno junto a sus hijos. Los invasores no pueden evitar esta venganza, pero saben explicarla: los indios, tan salvajes que piensan que todo es común, dirá Oviedo, son gente de su natural ociosa e viciosa, e de poco trabajo... Muchos dellos por su pasatiempo, se mataron con ponzoña por no trabajar, y otros se ahorcaron con sus propias manos. Hatuey, jefe indio de la región de la Guahaba, no se ha suicidado. En canoa huyó de Haití, junto a los suyos, y se refugió en las cuevas y los montes del oriente de Cuba.

Allí señaló una cesta llena de oro y dijo: —Éste es el dios de los cristianos. Por él nos persiguen. Por él han muerto nuestros padres y nuestros hermanos. Bailemos para él. Si nuestra danza lo complace, este dios mandará que no nos maltraten. Lo atrapan tres meses después. Lo atan a un palo. Antes de encender el fuego que lo reducirá a carbón y ceniza, un sacerdote le promete gloria y eterno descanso si acepta bautizarse. Hatuey pregunta: —En ese cielo, ¿están los cristianos?

—Sí. Hatuey elige el infierno y la leña empieza a crepitar.

Página 55

Loa indios se sentían tan indignados por el trato inhumano que recibían de los españoles que preferían la muerte en vez de seguir viviendo en calamidades.

1511

Santo Domingo

La primera protesta

En la iglesia de troncos y techo de palma, Antonio de Montesinos, fraile dominico, está echando truenos por la boca. Desde el púlpito, denuncia el exterminio: —¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis a los indios en tan cruel y horrible servidumbre? ¿Acaso no se mueren, o por mejor decir los matáis, por sacar oro cada día? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? Después Montesinos se abre paso, alta la cabeza, entre la muchedumbre atónita. Crece un murmullo de furia. No esperaban esto los labriegos extremeños y los pastores de Andalucía que han mentido sus nombres y sus historias y con un arcabuz oxidado en bandolera han partido, a la ventura, en busca de las montañas de oro y las princesas desnudas de este lado de la mar. Necesitaban una misa de perdón y consuelo los aventureros comprados con promesas en las gradas de la catedral de Sevilla, los capitanes comidos por las pulgas, veteranos de ninguna batalla, y los condenados que han tenido que elegir entre América y la cárcel o la horca. — ¡Será denunciado ante el rey Fernando! ¡Será expulsado!

Un hombre, aturdido,

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