Analisis De Lectura Memorias De Fuego
RubenAcosta17 de Junio de 2015
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1. Seleccione 7 relatos sobre la descarnada opresión que padecieron los indios a manos de los conquistadores. (Haga la cita respectiva, indique título del relato, número de página y describa en qué consistió la opresión sufrida).
El sacrilegio
Bartolomé Colón, hermano y lugarteniente de Cristóbal, asiste al incendio de carne humana. Seis hombres estrenan el quemadero de Haití. El humo hace toser. Los seis están ardiendo por castigo y escarmiento: han hundido bajo tierra las imágenes de Cristo y la Virgen que fray Ramón Pane les había dejado para su protección y consuelo. Fray Ramón les había enseñado a orar de rodillas, a decir Avemaría y Paternóster y a invocar el nombre de Jesús ante la tentación, la lastimadura y la muerte. Nadie les ha preguntado por qué enterraron las imágenes. Ellos esperaban que los nuevos dioses fecundaran las siembras de maíz, yuca, boniatos y frijoles. El fuego agrega calor al calor húmedo, pegajoso, anunciador de lluvia fuerte.
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En este relato se da a conocer la poca importancia que los españoles le tenían a los indios
1511
Aymaco
Becerrillo
Todos los prisioneros han marchado al muere. El capitán Diego de Salazar descubre a la vieja, escondida en los matorrales, y no la ensarta con la espada.
—Anda —le dice—. Lleva esta carta al gobernador, que está en Caparra. La vieja abre los ojos de a poco. Temblando, tiende los dedos. Y se echa a caminar. Camina como niño chico, con bambolear de osito, y lleva el sobre a modo de estandarte o bandera. Cuando la vieja está a la distancia de un tiro de ballesta, el capitán suelta a
Becerrillo.
El gobernador Ponce de León ha ordenado que Becerrillo reciba el doble depaga que un soldado ballestero, por descubridor de emboscadas y cazador de indios. No tienen peor enemigo los indios de Puerto Rico. La ráfaga voltea a la vieja. Becerrillo, duras las orejas, desorbitados los ojos, la devorará de un bocado.
—Señor perro —le suplica—, yo voy a llevar esta carta al señor gobernador. Becerrillo no entiende la lengua del lugar, pero la vieja le muestra el sobre vacío.
—No me hagas mal, señor perro. Becerrillo husmea el sobre. Da unas vueltas en torno a esa bolsa de huesitos trémulos que gime palabras, alza una pata y la mea.
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Se da a conocer como Jugaban con la vida de los indios para ellos su vida no tiene valor alguno.
1546
Potosí
La plata de Potosí
Cincuenta indios caídos por haberse negado a servir en los socavones. No hace un año que apareció la primera veta y ya se han manchado de sangre humana las laderas del cerro. Y a una legua de aquí, las peñas de la quebrada lucen las manchas verdinegras de la sangre del Diablo. El Diablo había cerrado a cal y canto la quebrada que conduce al Cuzco y aplastaba a los españoles que pasaban por allí.
Un arcángel arrancó al Demonio de su cueva y lo estrelló contra las rocas. Ahora las minas de plata de Potosí tienen mano de obra y camino abierto. Antes de la conquista, en tiempos del Inca Huaina Cápac, cuando el pico de pedernal se hundió en las venas de plata del cerro, ocurrió un espantoso estruendo que estremeció al mundo. Entonces, la voz del cerro dijo a los indios:
—Otros dueños tiene esta riqueza.
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Si los indios no obedecían a los españoles lo más fácil era matarlos, su vida era insignificante a la par de los de ellos
1511
Yara
Hatuey
En estas islas, en estos humilladeros, son muchos los que eligen su muerte, ahorcándose o bebiendo veneno junto a sus hijos. Los invasores no pueden evitar esta venganza, pero saben explicarla: los indios, tan salvajes que piensan que todo es común, dirá Oviedo, son gente de su natural ociosa e viciosa, e de poco trabajo... Muchos dellos por su pasatiempo, se mataron con ponzoña por no trabajar, y otros se ahorcaron con sus propias manos. Hatuey, jefe indio de la región de la Guahaba, no se ha suicidado. En canoa huyó de Haití, junto a los suyos, y se refugió en las cuevas y los montes del oriente de Cuba.
Allí señaló una cesta llena de oro y dijo: —Éste es el dios de los cristianos. Por él nos persiguen. Por él han muerto nuestros padres y nuestros hermanos. Bailemos para él. Si nuestra danza lo complace, este dios mandará que no nos maltraten. Lo atrapan tres meses después. Lo atan a un palo. Antes de encender el fuego que lo reducirá a carbón y ceniza, un sacerdote le promete gloria y eterno descanso si acepta bautizarse. Hatuey pregunta: —En ese cielo, ¿están los cristianos?
—Sí. Hatuey elige el infierno y la leña empieza a crepitar.
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Loa indios se sentían tan indignados por el trato inhumano que recibían de los españoles que preferían la muerte en vez de seguir viviendo en calamidades.
1511
Santo Domingo
La primera protesta
En la iglesia de troncos y techo de palma, Antonio de Montesinos, fraile dominico, está echando truenos por la boca. Desde el púlpito, denuncia el exterminio: —¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis a los indios en tan cruel y horrible servidumbre? ¿Acaso no se mueren, o por mejor decir los matáis, por sacar oro cada día? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? Después Montesinos se abre paso, alta la cabeza, entre la muchedumbre atónita. Crece un murmullo de furia. No esperaban esto los labriegos extremeños y los pastores de Andalucía que han mentido sus nombres y sus historias y con un arcabuz oxidado en bandolera han partido, a la ventura, en busca de las montañas de oro y las princesas desnudas de este lado de la mar. Necesitaban una misa de perdón y consuelo los aventureros comprados con promesas en las gradas de la catedral de Sevilla, los capitanes comidos por las pulgas, veteranos de ninguna batalla, y los condenados que han tenido que elegir entre América y la cárcel o la horca. — ¡Será denunciado ante el rey Fernando! ¡Será expulsado!
Un hombre, aturdido, calla. Ha llegado a estas tierras hace nueve años. Dueño de indios, de veneros de oro y sementeras, ha hecho buena fortuna. Se llama Bartolomé de Las Casas y pronto será el primer sacerdote ordenado en el Nuevo Mundo.
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Los españoles trataban como bestias a los indios los maltrataban a diario violaban su dignidad humana.
1522
Caminos de Santo Domingo
Pies
La rebelión, primera rebelión de los esclavos negros en América, ha sido aplastada. Había estallado en los molinos de azúcar de Diego Colón, el hijo del descubridor. En ingenios y plantaciones de toda la isla, se había propagado el incendio. Se habían alzado los negros y los pocos indios que quedaban vivos, 68 armados de piedras y palos y lanzas de caña que se quebraron, furiosas, inútiles, contra las armaduras. De las horcas, desparramadas por los caminos, penden ahora mujeres y hombres, jóvenes y viejos. A la altura de los ojos del caminante, cuelgan los pies. Por los pies, el caminante podría reconocer a los castigados, adivinar cómo eran antes de que llegara la muerte. Entre estos pies de cuero, tajeados por el trabajo y los andares, hay pies del tiempo y pies del contratiempo; pies prisioneros y pies que bailan, todavía, amando a la tierra y llamando a la guerra.
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Las condiciones en la cual los indios trabajaban eran inseguras e inhumanas tal cual es el caso que se relata en el párrafo anterio.
1556
Asunción del Paraguay
«El Paraíso de Mahoma»
Ruedan los dados. Una india sostiene el candil. Desnuda se la lleva quien la gana, porque sin ropas la ha apostado quien la pierde.
En el Paraguay, las indias son los trofeos de las ruedas de dados o naipes, el botín de las expediciones a la selva, el motivo de los duelos y los asesinatos. Aunque hay muchas, la más fea vale tanto como un tocino o un caballo. Los conquistadores de Indias y de indias acuden a misa seguidos de manadas de mujeres. En esta tierra estéril de oro o plata, algunos tienen ochenta o cien, que durante el día muelen caña y por la noche hilan algodón y se dejan amar, para dar a sus señores mieles, ropas, hijos: ellas ayudan a olvidar las riquezas soñadas que la realidad negó y las lejanas novias que en España envejecen esperando.
—Cuidado. Van a la cama con odio —advierte Domingo Martínez, padre de infinitos mestizos y futuro fraile. Él dice que son las indias rencorosas y testarudas, siempre ávidas de regresar al monte donde las cazaron, y que no se les puede confiar ni una onza de algodón porque lo esconden o lo queman o lo dan, que su gloria no es sino echar a perder a los cristianos y destruir cuanto hay. Algunas se han matado ahorcándose o comiendo tierra y hay quienes niegan el pecho a sus hijos recién nacidos. Ya la india Juliana mató una noche al conquistador Nuño de Cabrera y a gritos incitó a las otras a seguir su ejemplo.
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Los indios eran tratados como objetos materiales los cuales se podían desechar con facilidad.
1558
Cañete
La guerra continúa
Con cien flechas en el pecho acaba Caupolicán. El gran jefe de un solo ojo cae derrotado por la traición. La luna solía detenerse para contemplar sus hazañas y no había entre los hombres quien no lo amara o lo temiera, pero un traidor pudo con él. El año pasado, la traición sorprendió también a Lautaro:
—Y tú, ¿qué haces aquí? —preguntó el jefe de los españoles.
—Vengo a ofrecerte
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