Argentina En La década Del '50
danita20515 de Diciembre de 2013
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En el período comprendido entre el año 1960 y 1980, en muchos países de Latinoamérica, se sucedieron una serie de dictaduras militares, que fueron gobiernos provisionales o permanentes. Como fondo político mundial se encontraba la Guerra Fría, entre los bloques occidental liderado por Estados Unidos – capitalismo – y oriental liderado por la Unión Soviética – comunismo –.
En ese lapso, en Argentina, todos los gobiernos electos fueron derrocados por golpes militares. El conflicto social y la violencia política fueron creciendo en intensidad. Perón y el partido justicialista, aún desde la proscripción, siguieron siendo un factor importante en el panorama político de este período.
Paradójicamente, la economía registró los más altos índices de crecimiento del mundo, pero la deuda externa también aumentó fuertemente.
El período se caracterizó por la adopción del desarrollismo como política básica de gobierno. La política desarrollista permitió un relativo crecimiento de las industrias automotriz, siderúrgica y petroquímica. El desarrollismo suponía la ilusión de que el salto era posible en el marco del capitalismo abriendo la economía a inversiones extranjeras y alineándose, en consecuencia, con el bloque occidental.
Además, fueron importantes también las medidas económicas y sociales de orientación popular adoptada por estos gobiernos.
La arquitectura como institución y los arquitectos tuvieron una estrecha relación con el Estado durante la época, ya que tuvo a ese Estado como principal interlocutor y promotor “destructor”. Destructor en todos los sentidos: desde las estructuras económicas prexistentes, para permitir la entrada en todos los rubros de los capitales internacionales, hasta, toda institución, persona, o idea que pudiera oponerse.
El proceso culminó y colapsó un modelo modernizador basado en la instalación de grandes empresas multinacionales al amparo de una fuerte inversión estatal.
El Movimiento Moderno ocupaba por primera vez un lugar central en la cultura y la política del país. La Arquitectura Moderna era llamada ahora a dar imagen a las instituciones, y los arquitectos urbanistas a conducir los planes de las ciudades, mientras que en las universidades se instalaba el sueño integralista de la Bauhaus.
Paradójicamente, esta aceptación del Movimiento Moderno, en Argentina, se produjo cuando internacionalmente se declaraba su crisis con la disolución de los CIAM.
El empuje modernizador hacia la meta del desarrollo determinó en las Universidades la apertura y lo avances en la aportación de todos los factores críticos culturales que constituían las múltiples expresiones de la Arquitectura Moderna y el abandono, e incluso repudio, de las formas académicas aún vigentes a mediados de la década de 1950. Las Facultades de Arquitectura vivieron un período dorado que en la mayor parte de los casos se interrumpió con la Intervención a las Universidades en 1966.
La promulgación de la Ley de radicación de capitales dio impulso a un gran proceso de transformación por el que, luego de un largo tiempo de relativa introspección, el país abrió sus puertas a la entrada de grandes empresas de origen multinacional.
Junto a la radicación del gran capital privado, parte de la misma política fue la promoción de empréstitos o financiamiento por parte de los organismos internacionales de crédito; el resultado de todo lo cual fue el comienzo de un progresivo y acelerado proceso de concentración del capital.
Los principales cambios que afectaron a nuestra arquitectura fueron:
1- La instalación de nuevas plantas industriales;
2- La construcción de las sedes administrativas en el centro de la ciudad de esas empresas;
3- El impacto urbano de ambos factores:
- Creación del cuarto cordón industrial en la principales ciudades;
- Reterciarización de sus áreas centrales;
- Declinación definitiva del sistema ferroviario a favor del automotriz;
- Ampliación de la presencia del automóvil en las áreas urbanas y suburbanas;
4- El aumento de la importancia del capital financiero privado;
5- Las transformaciones en la industria de la construcción;
6- El redimensionamiento de las unidades de intervención pública;
7- El impulso a la renovación de programas estatales, como el de sanidad.
El desarrollo que se confiaba a las potencialidades liberadas de las nuevas técnicas requería de un emblema al que la arquitectura podía dar forma. A pesar de la importancia de los concursos en la edilicia pública, fue el encargo privado la modalidad de contrato más importante.
Las instalaciones industriales readquirieron importancia en tanto “imagen de empresa”. Estas industrias pudieron en general ocupar grandes predios destinados en parte a futuros crecimientos y tratados paisajísticamente como parte del conjunto. En estos edificios se introdujeron nuevas soluciones estructurales así como técnicas de fabricación o prefabricación de elementos constructivos.
Las nuevas construcciones fabriles no admitían forzaduras en la ingeniería industrial, y debían consistir en grandes tinglados, resueltos de la manera más simple. Para la construcción de estos edificios se recurrió principalmente a sistemas de construcción estandarizados, prestando atención al diseño de piezas premoldeadas o modulares que se aplicaban en distintos casos, dejando la identificación de cada empresa a ciertos detalles. Para estos casos se adoptaba la solución menos riesgosa, más rápida, flexible y económica.
FABRICA SIAM DI TELLA – SEPRA, 1960
Cubierta de hormigón armado en plegados, prefabricados.
Estructura de grandes luces.
Los programas complementarios a los grandes establecimientos fabriles fueron las sedes de esas mismas empresas en los centros urbanos, es decir, sus oficinas centrales.
Con éstas se dio la aparición de un nuevo tipo, el de edificio en torre, y su adopción como emblema empresarial. A diferencia de los rascacielos del período anterior, de formas relativamente variables, las formas puras, prismáticas, y universales torres fueron una excelente expresión en ese momento de plena modernización.
Con estos edificios de gran altura en pequeñas superficies, se intentó conseguir la máxima superficie interna libre y flexible, y para eso se experimentaba con la estructura de éstos, experimentos que no siempre resultaban exitosos, ya que los arquitectos forzaban la estructura. Al preocuparse por esos aspectos dejaban de lado otros puntos de gran importancia, como la carga térmica que recibían estas grandes estructuras vidriadas, la mala resolución de los accesos, etc. Es decir, que estos edificios brindaron variadas posibilidades de experimentación formal.
Sin embargo, estas torres estaban subordinadas al simbolismo publicitario y a la representación tecnológica, por lo que estas cuestiones pasaban desapercibidas.
CONCURSO PARA LA EMPRESA PEUGEOT – 1962
Se propuso construir el edificio más alto de Sudamérica.
El concurso concentró las reflexiones más avanzadas sobre edificios de este tipo.
EDIFICIO SOMISA – M. R. Alvarez, 1972
Ubicado en la zona institucional de la ciudad sobre un terreno triangular en la intersección de dos avenidas significativas, se erige este edificio como una proa.
La sede Central para la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (SOMISA), fue el primer edificio erigido en la Argentina totalmente en acero y el primero totalmente soldado en el mundo. A pesar de ser un edificio cuyos materiales no son los que definen el carácter de la avenida en la que se localiza, su particular tratamiento, composición y color hace que se integre con su entorno y se le valorice.
El valor simbólico del edificio descansa en su estructura, esqueleto vivo que envuelve las superficies acristaladas, sin sacrificar aspectos funcionales.
Constructivamente el edificio se divide en dos partes. La primera enterrada, construida en hormigón armado hasta una profundidad de 24 metros. La segunda superior, ejecutada con estructura metálica y con todos sus elementos integrantes prefabricados y montados en seco.
La estructura metálica se apoya en cuatro grandes columnas de acero. Los dos núcleos de circulaciones verticales quedan marcados en fachada. Este edificio expresa la idea de construcción modular industrializada. Representó en su momento un desafío tecnológico sin antecedentes.
Todo el perímetro del edificio está tratado con termopaneles de cristal anti calórico doble con cámara de aire interior, a fin de lograr una aislación térmica y acústica óptima, elementos de tecnología para el momento.
Las circulaciones verticales fueron proyectadas en dos grupos que constituyen el eje de la composición, en forma independiente para público, empleados y personal jerárquico. Fue uno de los pocos edificios en el centro de la ciudad sobre cuya terraza se construyó un helipuerto.
El predio de Catalinas Norte, en Buenos Aires, se convirtió en un campo de ensayo para estas grandes construcciones. La idea de concentrar en ese lugar un conjunto de edificios de oficinas de gran envergadura en relación con la edilicia existente articulaba un doble origen: por un lado, hacia referencia a la vieja propuesta de la “ciudad de los negocios” de Le Corbusier, como cabeza de ciudad no lejos de ese mismo sitio; por otro, reproducía la experiencia norteamericana de revitalización de los viejos centros urbanos mediante la concentración de grandes inversiones en
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