Arte De La Prehistoria
frankymuguiwara6 de Septiembre de 2014
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ARTE DE LA PREHISTORIA
PINTURA RUPESTRE: LAS PINTURAS DE LAS CUEVAS
FRANCO-CANTÁBRICAS Y LAS PINTURAS DE LOS ABRIGOS
LEVANTINOS.
MEGALITISMO: LA ARQUITECTURA MEGALÍTICA DE LA
FACHADA ATLÁNTICA Y LA ARQUITECTURA CICLÓPEA DE
LAS ISLAS BALEARES.
INTRODUCCIÓN
El Arte Prehistórico comprende las manifestaciones plásticas realizadas
por el Homo sapiens sapiens desde el final de la Edad de Piedra hasta la Edad de
los Metales. Tradicionalmente, este amplísimo período de tiempo se ha dividido
de la siguiente forma:
· Paleolítico Superior (30.000 – 9.000 a.C.), donde surge una cultura de
cazadores y recolectores en el entorno glaciar;
· Mesolítico (9.000 – 6.000 a.C.), caracterizado por la aclimatación de las
comunidades de cazadores y recolectores al aumento de las temperaturas
posglaciares;
· Neolítico (6.000 – 3.000 a.C.), cuando la piedra pulimentada sustituye a
la tallada, y aparecen la agricultura y la ganadería;
· Edad de los Metales, que arranca con la invención de la metalurgia y su
primera etapa se corresponde con el empleo sucesivo del cobre (3000-
2000 a.C.) y del bronce (2000-725 a.C.). La relación del ser humano con
el medio ambiente vuelve a cambiar y a la revolución neolítica le sucede
una revolución urbana, donde la sociedad tribal, básicamente igualitaria, se
jerarquiza.
Aunque de la Prehistoria no se conservan fuentes escritas, y sólo
contamos con fósiles y otros restos arqueológicos, sabemos que los hombres
del Paleolítico eran nómadas y que vivían íntimamente unidos a la naturaleza.
Su actividad fundamental era la obtención de alimentos, que conseguían
mediante la caza, la recolección de frutos silvestres y el carroñeo. En esos
tiempos existía en Europa un clima rudo, con alternancia de largos milenios de
frío húmedo y frío seco, siempre dentro de lo que comúnmente se denomina
un período glaciar , y con otras etapas interglaciares , de clima menos riguroso y
algo más cortas. Las nieves perpetuas, entre 700 y 1.000 metros más bajas que
en la época actual, hacían que, junto con el clima, la flora y la fauna, las
condiciones ecológicas fuesen muy diferentes de las que vivimos en nuestros
días.
Durante este larguísimo período nuestros antecesores, además de
adaptarse al medio natural, desarrollaron toda una simbología basada en sus
temores y deseos, valiéndose tanto de los instrumentos líticos como de vivos pigmentos. Esta voluntad de manifestar sus creaciones artísticas se desarrolló en
dos campos diferenciados. Por un lado, en objetos fácilmente transportables,
dado que eran nómadas (arte mobiliar). Por otro lado en las paredes de las
cuevas y oquedades en los que circunstancialmente habitaban (arte parietal).
LA PINTURA RUPESTRE FRANCOCANTÁBRICA
Pese a que es muy posible que el hombre utilizase como soportes para
sus dibujos y pinturas trozos de corteza, de piel, de madera y de piedra, sólo han
llegado hasta nosotros las pinturas y grabados que realizó sobre las paredes de
las cuevas, obras de “arte parietal”, donde las condiciones de temperatura y de
humedad son idóneas para la conservación de los pigmentos.
Esta pintura paleolítica se le ha denominado pintura franco-cantábrica
porque su radio de extensión abarca fundamentalmente el sur de Francia y la
cornisa cantábrica española, si bien existen otros ejemplos fuera de este ámbito.
Entre los yacimientos pictóricos más importantes pueden citarse los franceses
de Lascaux, Niaux y Tríos Frères y, muy especialmente, las cuevas de Altamira
en Santander, junto a otros conjuntos del área española, como El Castillo y La
Pasiega (Cantabria), Cándamo (Asturias) o el Parpalló (Gandía, Valencia).
La técnica utilizada para la ejecución de estas pinturas nos admira hoy
en día por la sencillez de su factura y su larga perdurabilidad. Los instrumentos
empleados para extender los colores eran sus propios dedos, toscos pinceles
elaborados con cerdas, espátulas o proyectándolos al soplarlos con la boca sobre
la pared. En ocasiones se servían de un buril de sílex para contornear la figura, a
modo de un rudimentario esgrafiado.
Para crear los colores utilizaban como aglutinante la grasa animal, la
resina o la sangre, a los que añadían los diferentes pigmentos para su
coloración. Así, por ejemplo, se sabe por investigaciones actuales que los
productos más empleados eran el óxido de manganeso, que producía unas
tonalidades negro-violáceas, y el óxido de hierro, con una gama entre el rojo y
el ocre. También se hacía uso del carbón y, en algún caso, de la sangre. Este
procedimiento graso resultó el ideal para conseguir una adherencia perfecta
sobre las porosas rocas de las cuevas, de modo que, absorbidas por éstas y
mantenidas en unas constantes condiciones de humedad, han permanecido
durante miles de años prácticamente inalteradas.
Con estos medios el artista paleolítico representó un tema casi único:
los grandes animales a los que debía enfrentarse en el ejercicio de la caza.
Bisontes y caballos constituyen las figuras mayoritariamente pintadas,
apareciendo también jabalís, venados, y muy esporádicamente, algunas figuras
humanas que parecen ser hechiceros disfrazados con pieles de animales.
Para la realización de estos murales, sobre todo en las últimas fases de
desarrollo, se instrumentalizaron recursos como el aprovechamiento de
salientes con el fin de aumentar la sensación de volumen, o la degradación
tonal, consistente en producir cambios en la intensidad de los colores para
producir bulto, efecto especialmente visible en los rojos-ocre en su fusión con
el negro carbón. Con todo ello se conseguía un alto grado de verismo, que
junto con el tratamiento de las proporciones, lograba una sugerencia
naturalista de las figuras. El tipo de perspectiva utilizado fue evolucionando con
la experiencia de sus artífices. Entre los procedimientos perspectivos más
comunes, se encuentra la “perspectiva torcida”, que exige diferentes puntos de
vista: dado, por ejemplo, un bisonte de perfil, los cuernos se presentan de
frente. El perfil absoluto implicaba dibujar la figura siguiendo una línea paralela
a su contorno, mientras que la visión de tres cuartos suponía un mayor naturalismo en la representación. La interpretación del arte francocantábrico ha supuesto, durante el presente siglo, el tema principal de atención de los investigadores sobre la materia. En este
sentido, dos son las teorías que se formularon desde un principio sobre el
significado y la finalidad de estas obras. La primera, llamada mágica, fue
elaborada por el abate Henri Breuil y parte de un hecho histórico: la necesidad
de cazar para el hombre del Paleolítico. En aquella remota época, el sistema
depredador de subsistencia obligaba a la humanidad a una dependencia vital de
sus presas, por eso, según este autor, se idearon rituales de magia simpática o de
atracción. Se creía que, por el hecho de representar pictóricamente un animal,
su caza se iba a producir. De ahí que se intentara realizar las figuras de la forma
más realista posible, porque se pensaba que, cuanto más se pareciera al natural,
más posibilidades tendrían de apresarlo.
También, ante el temor a la extinción de las manadas de caza se dio
una magia de procreación, consistente en la representación de animales
preñados, con el fin de estimular la reproducción de su medio de alimentación.
Otra creencia, similar pero en sentido inverso, era la de no representar animales
dañinos para los humanos, como el oso el mamut o la serpiente. Así, según
esta interpretación, se comprende la temática animalística y la distribución de
las figuras por las cuevas, donde la composición no existe, ya que los animales
han sido pintados individualmente y, por consiguiente, no componen una
escena, ni son partícipes de una misma acción. De hecho, no existen referencias
espaciales, las figuras no se sitúan en un paisaje real, sino como “flotando” en
un espacio vacío. Por otro lado, cada figura adopta una postura distinta, de pie,
comiendo, durmiendo, etc. y, respecto de la visión del espectador, no se
encuentran todas en el mismo plano, sino unas hacia arriba, otras hacia abajo,
de lado, etc. Todo esto llevaría al abate Breuil a confirmar el sentido mágico de
estas obras, que no tendrían, para él, un carácter narrativo ni decorativo, sino
ritual. De este modo, cada animal habría sido pintado en una ceremonia
individual, suponiendo el conjunto una suma de pinturas rituales yuxtapuestas.
La interpretación del arte paleolítico como instrumento de una magia
para propiciar el éxito en la caza es verosímil para muchos especialistas, aunque
esta teoría propiciatoria presenta un lado oscuro. El hombre del Paleolítico
Superior cazaba renos y ciervos, que contradictoriamente ocupan un lugar
secundario en la iconografía de la fauna rupestre,
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