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CONQUISTA DE MEXICO (SEGUNDA PARTE)


Enviado por   •  10 de Mayo de 2017  •  Documentos de Investigación  •  1.150 Palabras (5 Páginas)  •  194 Visitas

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CONQUISTA DE MEXICO (SEGUNDA PARTE)

La imagen  que la historia nos ha legado de Moctezuma es la de un monarca apanicado, débil, paralizado, inerme y doblegado ante los invasores de ultramar, con sus lucientes vestimentas de acero, sus varas de fuego y sus animales, “como venados” , que se confundían con sus jinetes en un solo ser mítico y terrorífico. Pero antes de la llegada de cortés, Moctezuma fue un guerrero arrojado y valiente, atributos que normalmente reservamos a sus sucesores, Cuitláhuac y Cuauhtémoc.

En el campo de batalla “le habían visto ordenar  y cometer algunas cosas que eran de ánimo invencible”, narra fray Diego Durán. Tenía fama de ser un elocuente y agudo orador.

En efecto, al enterarse de que los intrusos se adentraban en el país e insistían en entrevistarse con él, su inquietud crecía. Dice la crónica indígena que “se llenó de temor y como que se le encogió el corazón”. Como tales artes no hicieron nada a los recién llegados, los hechiceros hicieron creer a su amo que, en efecto, eran seres superiores, a quienes no podían hallar el corazón, y que “la carne de aquellos dioses era dura y que no podían entrar en ellas”, narra el códice florentino.

Desde luego, los hombres de Cortés ni siquiera se enteraron de que eran objetos de maleficios y males de ojo. Cuando finalmente logró llegar Cortés a la gran Tenochtitlán, el emperador mexica quiso halagarlo para mostrarle su buena voluntad, y persuadirlo de que abandonara la ciudad, tras haberle mostrado honores de gran señor.

El emperador organizó una ceremonia pública en que numerosos nobles se presentaron a rendirle pleitesía al aventurero español, en un ritual de alguna forma precurso de nuestro contemporáneo “besamanos”, pero en aquel entonces era algo así como un “besapisos”, pues consistía en inclinarse hasta besar el piso.

Una vez que cortés llegó a la majestuosa ciudad ciudad, Moctezuma cambio de táctica, y entonces quiso convencer al conquistador de, que en realidad, su proverbial grandeza y las suntuosas riquezas que atesoraban no era sino un mito una leyenda, construida con el propósito único  de impresionar a los pueblos sometidos: “Sé que os han dicho que yo tenía las casas con paredes de oro, y que las esteras de mis estrados y otras cosas de mi servicio eran asimismo de oro, y que yo era y me hacia  dios.

Cortés recibió la noticia de que un cacique local había atacado a la guarnición de españoles que quedo en Veracruz, causando algunas bajas.

Moctezuma intento negociar, ofreciendo en ello como rehenes a algunos de hijos e hijas a cambio de dejarlo al libre: A mí no me hagáis esta afrenta. ¿Qué dirían mis principales si me viesen llevar preso?” Cortés, con gran temeridad, ordeno prender al emperador mexica ante los atónitos ojos de sus súbditos y lugartenientes.

Con todo, Cortés lo obligo a él y otros caciques jurar lealtad a Carlos V,  no sin antes haber derruido mexicas  y haber prendido también a otros señores de la comarca para evitar que reaccionaran con un levantamiento.

(Ante ese evento, dice Luis González de Alba, historiador contemporáneo: “se entiende que por vergüenza sigamos ocultando estos números a los niños”. Es porque los mexicanos, de hoy se identifican con los aztecas, pero si lo hicieran con su otro polo étnico, los españoles, entonces ese evento sería motivo del orgullo del que se ufana Bernal.)

Moctezuma, ingenuamente, creyó ver la oportunidad de que los españoles abandonaran su ciudad y dijo a cortés “pues vienen vuestros hermanos, todos idos a castilla y no habrá más palabras

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