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Canto A Bolivar


Enviado por   •  11 de Octubre de 2013  •  5.089 Palabras (21 Páginas)  •  411 Visitas

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La Victoria de Junín Canto a Bolívar

................

1

El trueno horrendo que en el fragor revienta

y sordo retumbando se dilata

por la inflamada esfera,

al Dios anuncia que en el cielo impera.

....................................................................................................

2

Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta

la hispana muchedumbre

que, más feroz que nunca , amenazaba,

a sangre y fuego, eterna servidumbre,

y el canto de victoria

que en ecos mil discurre, ensordeciendo

el hondo valle y enriscada cumbre,

proclaman a Bolívar en la tierra

árbitro de la paz y de la guerra.

3

Las soberbias pirámides que al cielo

el arte humano osado levantaba

para hablar a los siglos y naciones,

-templos do esclavas manos

deificaban en pompa a sus tiranos-

ludibrio son del tiempo, que con su ala

débil las toca y las derriba al suelo,

después que en fácil juego el fugaz viento

borró sus mentirosas inscripciones;

y bajo los escombros, confundido

entre la sombra del eterno olvido,

-¿oh de ambición y de miseria ejemplo!-

el sacerdote yace, el dios y el templo.

4

Mas los sublimes montes, cuya frente

a la región etérea se levanta,

que ven las tempestades a su planta

brillar, rugir, romperse, disiparse,

los Andes, las enormes, estupendas

moles sentada sobre bases de oro,

la tierra con su peso equilibrado,

jamás se moverán. Ellos, burlando

de ajena envidia y del protervo tiempo

la furia y el poder, serán eternos

de libertad y de victoria heraldos,

que, con eco profundo,

a la postrema edad dirán del mundo:

Notas

1

5

"Nosotros vimos de Junín el campo,

vimos que al desplegarse

del Perú y de Colombia las banderas,

se turban las legiones altaneras,

huye el fiero español despavorido,

o pide paz rendido.

Venció Bolívar, el Perú fue libre,

y en triunfal pompa Libertad sagrada

en el templo del Sol fue colocada."

6

¿Quien me dará templar el voraz fuego

en que ardo todo yo? - Trémula, incierta,

torpe la mano va sobre la lira

dando discorde son. ¿ Quién me liberta

del dios que me fatiga...?

7

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Siento unas veces la rebelde Musa,

cual bacante en furor, vagar incierta

por medio de las plazas bulliciosa,

o sola por las selvas silenciosas,

o las risueñas playas

que manso lame el caudaloso Guayas;

otras el vuelo arrebata tiende

sobre los montes, y de allí desciende

al campo de Junín, y ardiendo en ira,

los numerosos escuadrones mira

que el odiado pendón de España arbolan,

y en cristado morrión y peto armada,

cual amazona fiera,

se mezcla entre las filas la primera

de todos los guerreros,

y a combatir con ellos se adelanta,

triunfa con ellos y sus triunfos canta.

2

..

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8

Tal en los siglos de virtud y gloria,

donde el guerrero solo y el poeta

eran dignos de honor y de memoria,

la musa audaz de Píndaro divino,

cual interépido atleta,

en inmortal porfía

al griego estadio concurrir solía;

y en estro hirviendo y en amor de fama

y del metro y del número impaciente,

pulsa su lira de oro sonorosa

y alto asiento concede entre los dioses

al que fuera en la lid más valeroso,

o al más afortunado;

pero luego, envidiosa

de la inmortalidad que les ha dado,

ciega se lanza al circo polvoroso,

las alas rapidísimas agita

y al carro vencedor se precipita,

y desatando armónicos raudales,

pide, disputa, gana,

o arrebata la palma a sus rivales

3

9

¿Quién es aquel que el paso lento mueve

sobre el collado que a Junín domina?

¿que el campo desde allí mide y el sitio

del combatir y del vencer desina?

¿que la hueste contraria observa, cuenta,

y en su mente la rompe y desordena,

y a los más bravos a morir condena,

cual águila caudal que se complace

del alto cielo en divisar la presa

que entre el rebaño mal segura pace?

¿Quién el que ya desciende

pronto y apercibido a la pelea?

10

Preñada en tempestades le rodea

nube tremenda, el brillo de su espada

es el vivo reflejo de la gloria;

su voz un trueno, su mirada un rayo.

¿Quién, aquel que, al trabarse la batalla,

ufano como nuncio de victoria,

un corcel impetuoso fatigado,

discurre sin cesar por toda parte...?

¿Quién sino el hijo de Colombia y Marte?

11

Sonó su voz: "Peruanos,

mirad allí los duros opresores,

de vuestra patria; bravos Colombianos

en cien crudas batallas vencedores,

mirad allí los duros opresores

que buscaba venís desde Orinoco:

suya es la fuerza y el valor es vuestro,

vuestra será la gloria;

pues lidiar con valor y por la patria

es el mejor presagio de victoria.

Acometed, que siempre

de quien se atreva más el triunfo ha sido;

quien no espera vencer, ya esta vencido."

12

Dice, y al punto cual fugaces carros

que, dada la señal, parten y en densos

de arena y polvo torbellinos ruedan;

arden los ejes, se estremece el suelo,

estrépito confuso asorda el cielo,

y en medio del afán cada cual teme

que los demás adelantarse puedan;

así los ordenados escuadrones

que del iris reflejan los colores

o la imagen del sol en sus pendones,

se avanza a la lid. ¿Oh! ¿quien! temiera,

quién, que en su ímpetu mismo los perdiera!

4

5

13

¿ Perderse! no, jamás; que en la pelea

los arrastra y anima e importuna

de Bolívar el genio y la fortuna.

Llama improviso al bravo Necochea,

y mostrándole el campo,

partir, acometer, vencer le manda,

y el guerrero esforzado,

otra vez vencedor, y otra cantando,

dentro en el corazón por patria jura

cumplir la orden fatal y a la victoria

o a noble y cierta muerte se apresura.

6

14

Ya el formidable estruendo

del tambor en uno y otro bando,

y el son de las trompetas clamoroso,

y el relinchar del alazán fogoso

que erguida la cerviz y el ojo ardiendo

en bélico furor, salta impaciente

do más se encruelece la pelea,

y el silbo de las balas que rasgando

el aire, llevan por doquier la muerte,

y el choque asaz horrendo

de selvas densas de ferradas picas,

y el brillo y estridor de los aceros

que al sol reflectan sanguinos visos,

y espadas, lanzas, miembros esparcidos

o en torrentes de sangre arrebatados,

y el violento tropel de los guerreros

que más feroces mientras más heridos,

dando y volviendo el golpe redoblando,

mueren, mas no se rinden... todo anuncia

que el momento ha llegado,

en el gran libro del destino escrito,

de la venganza al pueblo americano,

de mengua y de baldón al castellano.

15

Si el fanatismo con sus furias todas,

hijas del negro averno, me inflamara,

y mi pecho y mi musa enardeciera

en tartáreo furor, del león de España,

al ver dudoso el triunfo, me atreviera

a pintar el rencor y horrible saña.

Ruge atroz, y cobrando

más fuerza en su despecho, se abalanza,

abriéndose ancha calle entre las haces,

por medio el fuego y contrapuestas lanzas;

rayos respira, mortandad y estrago,

y sin pararse a devorar la presa,

prosigue en su furor, y en cada huella

deja de negra sangre un hondo lago.

16

En tanto el Argentino valeroso

recuerda que vencer se le ha mandado,

y no ya cual caudillo, cual soldado

los formidables ímpetus contiene

y uno en contra de ciento se sostiene,

como tigre furiosa

de rabiosos mástiles acosada,

que guardan el redil, mata, destroza,

ahuyenta sus contrarios, y aunque herida,

sale con la victoria y con la vida.

17

Oh capitán valiente,

blasón ilustre de tu ilustre patria,

no morirás, tu nombre eternamente

en nuestros fastos sonará glorioso,

y bellas ninfas de tu Plata undoso

a tu gloria darán sonoro canto

y a tu ingrato destino acerbo llanto,

7

18

Ya el intrépido Miller aparece

y el desigual combate restablece.

bajo su mando ufana

marchar se ve la juventud peruana

ardiente, firme, a perecer resuelta,

si acaso el hado infiel vencer le niega.

En el arduo conflicto opone ciega

a los adversos dardos firmes pechos,

y otro nombre conquista con sus hechos.

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8

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19

¿Son ésos los garzones delicados

entre seda y aromas arrullados?

¿los hijos del placer son esos fieros?

Sí, que los que antes desatar no osaban

los dulces lazos de jazmín y rosa

con que amor y placer los enredaban,

hoy ya con mano fuerte

la cadena quebrantaban ponderosa

que ató sus pies, y vuelan denodados

a los campos de muerte y gloria cierta,

apenas la alta fama los despierta

de los guerreros que su cara patria

en tres lustros de sangre libertaron,

y apenas el querido

nombre de libertad su pecho inflama,

y de amor patrio la celeste llama

prende en su corazón adormecido.

9

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20

Tal el joven Aquiles,

que en infame disfraz y en ocio blando

de lánguidos suspiros,

los destinos de Grecia dilatado,

vive cautivo en la beldad de Sciros:

los hijos pace en el vistoso alarde

de arreos y de galas femeniles

que de india y Tiro y Menfis opulenta

curiosos mercadantes le encarecen,

mas a su vista apenas resplandecen

pavés, espada y yelmo, que entre gasas

el Itacense astuto le presenta,

pásmase... se recobra y con violenta

mano el templado acero arrebatado,

rasga y arroja las indignas tocas,

parte, traspasa el mar , y en la troyana

arena muerte, asolación, espanto

difunde por doquier; todo le cede...

aun Héctor retrocede...

y cae al fin, y en derredor tres veces

su sangriento cadáver profanado,

al veloz caro atado

del vencedor inexorable y duro,

el polvo barre del sagrado muro.

10

21

Ora mi lira resonar debía

del nombre y las hazañas portentosas

de tantos capitanes, que en este día

la palma del valor se disputaron

digna de todos...Carvajal ... y Silva...

y Suárez...y otros mil...; más improviso

la espada de Bolívar aparece,

y a todos los guerreros,

como el sol a los astros, oscurece.

11

22

Yo acaso más osado le cantara,

si la meonia Musa me prestara

la resonante trompa que otro tiempo

cantaba al crudo Marte entre los Traces,

bien animado las terribles haces,

bien los fieros caballos, que la lumbre

de la égida de Palas espantaba.

12

23

Tal el héroe brillaba

por las primeras filas discurriendo.

Se oye su voz su acero resplandece,

do más la pugna y el peligro crece.

Nada le puede resistir...Y es fama,

-¿oh portento inaudito!-

que bello nombre de Colombia escrito

sobre su frente, en torno despedía

rayos de luz tan viva y refulgente

que, deslumbrado el español, desmaya,

tiembla, pierde la voz, el movimiento,

sólo para la fuga tiene aliento.

24

Así cuando en la noche algún malvado

va a descargar el brazo levantado,

si de improviso lanza un rayo el cielo,

se pasma y el puñal trémulo suelta,

hielo mortal a su furor retrocede.

Ya no hay más combatir. El enemigo

el campo todo y la victoria cede;

huye cual sirvo herido, y a donde huye,

allí encuentra la muerte. Los caballos

que fueron su esperanza en la pelea,

heridos espantados, por el campo

o entre las filas vagan, salpicando

el suelo en sangre que su crin gotea,

derriban al jinete, lo atropellan,

y las catervas van despavoridas,

o unas en otras con terror se estrellan.

25

Crece la confusión crece el espanto.

y al impulso del aire, que vibrando

sube en clamores y alaridos lleno,

tremen las cumbres que respeta al trueno.

Y discurriendo el vencedor en tanto

por cimas de cadáveres y heridos,

postra al que huye, perdona a los rendidos.

26

Padre del universo, Sol radioso,

dios del Perú, modera omnipotente

el ardor de tu carro impetuoso,

y no escondas tu luz indeficiente...

Una hora más de luz...- Pero esta hora

no fue la del destino. El dios oía

el voto de su pueblo, y de la frente

el cerco de diamante desceñia,

en fugaz rayo el horizonte dora,

en mayor disco menos luz ofrece

y veloz tras los Andes se oscurece.

13

27

Tendió su manto lóbrego la noche:

y las reliquias del perdido bando,

con sus tristes y atónitos caudillos,

corren sin saber dónde , espavoridas

y de su sombra misma se estremecen,

y al fin en las tinieblas ocultando

su afrenta y su favor, desaparecen.

28

¡ Victoria por la patria ! ¡ oh Dios, victoria !

¡ Triunfo a Colombia y a Bolívar gloria !

29

Ya el ronco parche y el clarín sonoro

no a presagiar batalla y muerte suena

ni a enfurecer las almas, mas se estrena

en alentar el bullicio coro

de vivas y patrióticas canciones.

Arden cien pinos, y a su luz, las sombras

huyeron, cual poco antes desbandadas

huyeron de la espada de Colombia

las vandálicas huestes debeladas.

30

En torno de la lumbre,

el nombre de Bolívar repitiendo

y las hazañas de tan claro día,

los jefes y la alegre muchedumbre

consumen en acordes libaciones

de Baco y Ceres los celestes dones

30

"Victoria, paz -clamaban-

paz para siempre. Furia de la guerra,

húndete al hondo averno derrocada.

Ya cesa el mal y el llanto de la tierra.

Paz para siempre. La sanguínea espada,

o cubierta de orín ignominioso,

o en el útil arado transformada,

nuevas leyes dará. Las varias gentes

del mundo que, a despecho de los cielos

y del ignoto ponto proceloso,

abrió a Colón su audacia o su codicia,

todas ya para siempre recobraron

en Junín libertad, gloria y reposo."

32

"Gloria, mas no reposo", -de repente

clamó una voz de lo alto de los cielos;

y a los ecos los ecos por tres veces

"Gloria, mas no reposo", respondieron.

El suelo tiembla, y, cual fulgentes faros,

de los Andes las cúspides ardieron;

y de la noche el pavoroso manto

se transparenta y rásgandose, y el éter

allá lejos purísimo aparece

y en rósea luz bañado resplandece.

33

Cuando improviso veneranda Sombra,

en faz serena y ademán augusto,

entre cándidas nubes se levanta:

del hombro izquierdo nebuloso manto

pende, y su diestra aéreo cetro rige;

su mirar noble, pero no sañudo;

y nieblas figuran a su planta

penacho, arco, carcaj, flechas y escudo;

una zona de estrellas

glorificaba en derredor su frente

y la borla imperial de ella pendiente.

34

Miró a Junín, y plácida sonrisa

vagó sobre su faz. " Hijos -decía-

generación del sol afortunada,

que con placer yo puedo llamar mía,

yo soy Huayna-Capac, soy el postrero

del vástago sagrado;

dichoso rey, mas padre desgraciado.

De esta mansión de paz y luz he visto

correr las tres centurias

de maldición, de sangre y servidumbre

y el imperio regido por las Furias.

14

35

No hay punto en estos valles y estos cerros

que no mande tristísimas memorias.

Torrentes mil de sangre se cruzaron

aquí y allí; las tribus numerosas

al ruido del cañon se disiparon,

y los restos mortales de mi gente

aun a las mismas rocas fecundaron.

Mas allá un hijo expira entre los hierros

de su sagrada majestad indignos...

Un insolente y vil aventurero

y un iracundo sacerdote fueron

de un poderoso Rey los asesinos...

¡Tantos horrores y maldades tantas

por el oro que hollaban nuestras plantas!

15

36

Y mi Huáscar también... ¡Yo no vivía!

Que de vivir, lo juro, bastaría,

sobrara a debelar la hidra española

esta mi diestra triunfadora, sola.

Y nuestro suelo, que ama sobre todos

el Sol mi padre, en el estrago fiero

no fue, ¡oh dolor! ni el solo, ni el primero:

que mis caros hermanos

el gran Guatimozín y Motezuma

conmigo el caso acerbo lamentaron

de su nefaria muerte y cautiverio,

y la devastación del grande imperio,

en riqueza y poder igual al mío...

Hoy con noble desdén, ambos recuerdan

el ultraje iuaidito,y entre fiestas

alevosas el dardo prevenido

y el lecho en vivas ascuas encendido.

16

37

¡ Guerra al usurpador!- ¿Qué le debemos?

¿luces, costumbres, religión o leyes...?

Si ellos fueron estúpidos, viciosos,

feroces y por fin superticiosos!

¿Qué religión? ¿la de Jesús?... ¡Blasfemos!

Sangre, plomo veloz, cadenas fueron

los sacramentos santos que trajeron.

¡Oh religión! ¡Oh fuente pura y santa

de amor y de consuelo para el hombre!

¿cuántos males se hicieron en tu nombre!

¿Y qué lazos de amor.? Por los oficios

de la hospitalidad más generosa

hierros nos dan, por gratitud, suplicios.

Todos, sí, todos; menos uno solo:

el mártir el amor americano,

de paz, de caridad apóstol santo,

divino Casas, de otra patria digno;

nos amó hasta morir.- Por tanto ahora

en el empíreo entre los Incas mora.

17

38

En tanto la hora inevitable vino

que con diamante señaló el destino

a la venganza y gloria de mi pueblo:

y se alza el vengador.- Desde otros mares,

como sonante tempestad, se acerca,

y fulminó; y del Inca en la Peana,

que el tiempo y un poder furial profana,

cual de un dios irritado en los altares,

las víctimas cayeron a millares.

¡Oh campos de Junín!... ¡Oh predilecto

hijo y amigo y vengador del Inca!

¡Oh pueblos, que formáis un pueblo solo

y una familia, y todos sois mis hijos!

vivid, triunfad..." El Inca esclarecido

iba a seguir, mas de repente queda

en éxtasis profundo embebecido:

atónito, en el cielo

ambos ojos inmóviles ponía,

y en la improvisada inspiración absorto,

la sombra de una estatua parecía.

18

39

Cobró la voz al fin. " Pueblos -decía-

la página fatal ante mis ojos

desenvolvió el destino, salpicada

toda en purpúrea sangre, mas en torno

también en bello resplandor bañada.

Jefe de mi nación, nobles guerreros,

oíd cuanto mi oráculo os previene,

y requerid los ínclitos aceros,

y en vez de cantos nueva alarma suene;

que en otros campos de inmortal memoria

la Patria os pide, y el destino os manda

otro afán, nueva lid, mayor victoria".

Las legiones atónitas oían;

mas luego que se anuncia otro combate,

se alzan, arman, y al orden de batalla

ufanas y prestísimas corrieran

y ya de acometer la voz esperan.

40

Reina el silencio; mas de su alta nube

el Inca exclama: "De ese ardor es digna

la ardua lid que os espera;

ardua, terrible, pero al fin postrera.

Ese adalid vencido

vuela en su fuga a mi sagrada Cuzco,

y en su furia insensata,

gentes, armas, tesoros arrebata,

y a nuevo azar entrega su fortuna;

venganza, indignación, furor le inflaman

y allá en su pecho hierven , como fuegos

de un volcán en las entrañas braman.

Marcha; y el mismo campo donde ciegos

en sangrienta porfía

los primeros tiranos disputaron

cuál de ellos solo dominar debía,

-pues el poder y el oro dividido

templar su ardiente fiebre no podía-

en ese campo, que a discordia ajena

debió su infausto nombre y la cadena

que después arrastró todo el imperio,

allí no sin misterio,

venganza y gloria nos darán los cielos.

¡Oh valle de Ayacucho bienhadado!

Campo serás de gloria y de venganza...

Mas no sin sangre...¡ Yo me estremeciera

si mi ser inmortal no lo impidiera!

19

20

41

Allí Bolívar en su heroica mente

mayores pensamientos revolviendo,

el nuevo triunfo trazará, y haciendo

de su genio y poder un nuevo ensayo,

al joven Sucre prestará su rayo,

al joven animoso,

a quien del Ecuador montes y ríos

dos veces aclamaron victorioso.

Ya se verá en la frente del guerrero

toda el alma del héroe reflejada,

que él le quiso infundir de una mirada.

21

42

Como torrentes desde alta cumbre

al valle de mil raudales despeñados,

vendrán los hijos de la infanda Iberia,

soberbios en su fiera muchedumbre,

cuando a su encuentro volará impaciente

tu juventud, Colombia belicosa,

y la tuya, ¡Oh Perú! de la fama ansiosa,

y el caudillo impertérrito a su frente.

43

¡Atroz, horrendo choque, de azar lleno!

Cual aturde y espanta en su estallido

de hórrida tempestad el postrer trueno,

arder en fuego el aire,

en humo y polvo oscurecerse el cielo

y, con la sangre en que rebosa el suelo,

se verá al Apurímac de repente

embravecer su rápida corriente.

44

Mientras por sierras y hondos precipicios,

a la hueste enemiga

el impaciente Córdova fatiga,

Córdova, a quien inflama

fuego de edad y amor de patria y fama,

Córdova, en cuyas sienes con bello arte

crecen y se entrelazan

tu mirto. Venus, tus laureles, Marte.

Con su Miller los Húasares recuerdan

el nombre de Junín, Vargas su nombre,

y Vencedor el suyo con su Lara

en cien hazañas cada cual más clara.

22

45

Allá por otra parte,

sereno, pero siempre infatigable,

terrible cual su nombre, batallando

se presenta La-Mar, y se apresura

la tarda rota del protervo bando.

Era su antiguo voto, por la patria

combatir y morir; Dios complacido

combatir y vencer le ha concedido.

Mártir del pundonor, he aquí tu día:

ya la calumnia impía

bajo tu pie bramando confundida,

te sonríe la Patria agradecida;

y tu nombre glorioso,

al armónico canto que resuena

en las floridas márgenes del Guayas

que por oírlo su corriente enfrena,

se mezclará, el pecho de tu amigo,

tus hazañas cantando y de ventura,

palpitará de gozo y de ternura.

23

46

Lo grande y peligroso

hiela al cobarde, irrita al animoso.

¡Qué intrepidez! ¡qué súbito coraje

el brazo agita y en el pecho prende

del que su patria y libertad defiende!

El menor resistir es nuevo ultraje.

El jinete impetuoso,

el fulmíneo arcabuz de sí arrojado,

lanzase a tierra con el hierro a su mano,

pues le parece en trace tan dudoso

lento el caballo, perezoso el plomo.

Crece el ardor. Ya cede en toda parte

el número al valor, la fuerza al arte.

47

Y el Ibero arrogante en las memorias

de sus pasadas glorias,

firme, feroz resiste, y ya en idea,

bajo triunfales arcos, que alzar debe

la sojuzgada Lima, se pasea.

Mas su afán, su ilusión, sus artes... nada;

ni la resuelta y numerosa tropa

le sirve. Cede al ímpetu tremendo;

y el arma de Baylén rindió cayendo

el vencedor de Europa.

48

Perdió el valor, mas no las iras pierde,

y en furibunda rabia el polvo muerde;

alza el párpado grave, y sanguinosos

ruedan sus ojos y sus dientes crujen;

mira la luz, se indigna de mirarla,

acusa, insulta al cielo, y de sus labios

cárdenos, espumosos,

votos y negra sangre y hiel brotando,

en vano un vengador, muere , invocando.

49

¡Ah! ya diviso míseras reliquias,

con todos sus caudillos humillados,

venir pidiendo paz; y generoso,

en nombre de Bolívar y la Patria,

no se la niega el Vencedor glorioso,

y su triunfo sangriento

con el ramo feliz de paz corona.

Que si Patria y honor le arman la mano

arde en venganza el pecho americano,

y cuando vence, todo lo perdona.

24

50

Las voces, el clamor de los que vencen,

y de Quinó las ásperas montañas

y los cóncavos senos de la tierra

y los ecos sin fin de la ardua sierra,

todos repiten sin cesar: ¡Victoria!

25

51

Y las bullentes linfas de Apurímac

a las fugaces linfas de Ucayale

se unen, y unidas, llevan presurosas,

en sonante murmullo y el alba espuma,

con palmas en las manos y coronas,

esta nueva feliz al Amazonas.

Y el espléndido rey al punto ordena

a sus delfines, ninfas y sirenas

que en clamorosos plácidos cantares,

tan gran victoria anuncien a los mares.

26

52

¡Salud, oh Vencedor! ¡oh Sucre! vence,

y de nuevo laurel orla tu frente;

alta esperanza de tu insigne patria,

como la palma al margen de un torrente

crece tu nombre... y sola, en este día

tu gloria, sin Bolívar, brillaría.

Tal se ve Héspero arder en su carrera;

que del nocturno cielo

suyo el imperio sin la luna fuera.

53

Por las manos de Sucre la Victoria

ciñe a Bolívar lauro inmarcesible.

¡Oh Triunfador! la palma de Ayacucho,

fatiga eterna al bronce de la Fama,

segunda vez Libertador te aclama.

54

Esta es la hora feliz. Desde aquí empieza

la nueva edad al Inca prometida

de libertad, de paz y de grandeza.

Rompiste la cadena aborrecida,

la rebelde cerviz hispana hollaste,

grande gloria alcanzaste;

pero mayor te espera, si a mi Pueblo,

así cual a la guerra lo conformas

y a conquistar su libertad le empeñas,

la rara y ardua ciencia

de merecer la paz y vivir libre

con voz y ejemplo y con poder le enseñas.

55

Yo con riendas de seda regí el pueblo,

y cual padre le amé, mas no quisiera

que el cetro de los Incas renaciera;

que ya se vio algún Inca que teniendo

el terrible poder todo en su mano,

comenzó padre y acabó tirano.

Yo fui conquistador, ya me avergüenzo

del glorioso y sangriento ministerio,

pues un conquistador, el más humano,

formar, mas no regir debe un imperio.

56

Por no trillada senda, de la gloria

al templo vuelas, ínclito Bolívar:

que ese poder tremendo que te fía

de los Padres el íntegro senado,

si otro tiempo perder a Roma pudo,

en tu potente mano

es a la Libertad del Pueblo escudo.

27

57

¡Oh Libertad! el héroe que podía

ser el brazo de Marte sanguinario,

ése es tu sacerdote más celoso,

y el primero que toma el incensario

y a tus aras se inclina silencioso.

¡Oh Libertad! si al pueblo americano

la solemne misión ha dado el cielo

de domeñar el monstruo de la guerra

y dilatar tu imperio soberano

por las regiones todas de la tierra

y por las ondas todas de los mares,

no temas, con este héroe, que algún día

eclipse el ciego error tus resplandores,

superstición profane tus altares,

ni que insulte tu ley la tiranía;

ya tu imperio y tu culto son eternos.

Y cual restauras en su antigua gloria

del santo y poderoso

Pacha-Camac el templo portentoso,

tiempo vendrá, mi oráculo no miente,

en que darás a pueblos destronados

su majestad ingénita y su solio,

animarás las ruinas de Cartago,

relevarás en Grecia el Areópago,

y en la humillada Roma el Capitolio.

28

58

Tuya será, Bolívar esta gloria,

tuya romper el yugo de los reyes

y, a su despecho, entronizar las leyes;

y la discordia en áspides crinada,

por tu brazo en cien nudos aherrojada,

ante los haces santos confundidas

harás temblar las armas parricidas.

29

59

Ya las hondas extrañas de la tierra

en larga vena ofrecen el tesoro

que en ellas guarda el Sol, y nuestros montes

los valles regarán con lava de oro.

Y el pueblo primogénito dichoso

de Libertad, que sobre todos tanto

por su poder y gloria se enaltece,

como entre sus estrellas,

la estrella de Virginia resplandece,

nos da el ósculo santo

de amistad fraternal. Y las naciones

del remoto hemisferio celebrado,

al contemplar el vuelo arrebatado

de nuestras musas y artes,

como iguales amigos nos saludan,

con el tridente abriendo la carrera

la Reina de los mares, la primera.

30

31

60

Será perpetua, ¡oh pueblos! esta gloria

y vuestra libertad incontrastable

contra el poder y liga detestable

de todos los tiranos conjurados,

si en lazo federal, de polo a polo,

en la guerra y la paz vivís unidos;

vuestra fuerza es la unión. Unión, ¡oh pueblos!

para ser libres y jamás vencidos.

Esta unión, este lazo poderoso

la gran cadena de los Andes sea,

que en fortísimo enlace, se dilatan

del uno al otro mar. Las tempestades

del cielo ardiendo en fuego se arrebatan,

erupciones volcánicas arrasan

campos, pueblos, vastísimas regiones,

y amenazan horrendas convulsiones

el globo destrozar desde el profundo;

ellos empero, firmes y serenos

ven el estrago funeral del mundo.

32

61

Ésta es Bolívar, aun mayor hazaña

que destrozar el férreo cetro a España,

y es digna de ti solo; en tanto triunfa...

ya se alzan los magníficos trofeos

y tu nombre, aclamando

por las vecinas y remotas gentes

en lenguas, voces, metros diferentes,

recorrerá la serie de los siglos

en las alas del canto arrebatado...

62

Y en medio del concento numeroso

la voz el Guayas crece

y a las más resonantes enmudece,

63

Tú salud y honor de nuestro pueblo

serás viviendo, y Ángel poderoso

que lo proteja, cuando

tarde al empíreo el vuelo arrebatares

y entre los claros Incas

a la diestra de Manco te sentares.

33

64

Así place el destino. ¡Oh! ved al cóndor,

al peruviano rey del pueblo aerio,

a quien ya cede el águila el imperio,

vedle cuál desplegado en nuevas galas

las espléndidas alas

sublime a la región del sol se eleva

y el alto augurio que os revelo aprueba.

65

Marchad, marchad, guerreros,

y apresurad el día de la gloria;

que en la fragosa margen de Apurímac

con palmas os espera la victoria."

34

66

Dijo el Inca; y las bóvedas etéreas

de par en par se abrieron,

en viva luz y resplandor brillaron

y en celestiales cantos resonaron.

67

Era el coro de cándidas Vestales,

las vírgenes del Sol, que rodeando

al Inca como a sumo Sacerdote,

en gozo santo y ecos virginales

en torno van cantando

del Sol las alabanzas inmortales.

68

"Alma eterna del mundo,

dios santo del Perú, Padre del Inca,

en tu giro fecundo

gózate sin cesar, Luz bienhechora

viendo ya libre el pueblo que te adora.

69

La tiniebla de sangre y servidumbre

que ofuscaba la lumbre

de tu radiante faz pura y serena

se disipó, y en cantos se convierte

la querella de muerte

y el ruido antiguo de servil cadena.

70

Aquí la Libertad buscó un asilo

amable peregrina,

y ya lo encuentra plácido y tranquilo,

y aquí poner la diosa

quiere su templo y ara milagrosa;

aquí, olvidada de su cara Helvencia,

se viene a consolar de su ruina

de los altares que le alzó la Grecia,

y en todos sus oráculos proclama

que al Madalén y al Rímac bullicioso

ya sobre el Tíber y el Eurotas ama.

35

71

¡Oh Padre! ¡oh claro sol! no desampares

este suelo jamás, ni estos altares.

72

Tu vivífico ardor todos los seres

anima y reproduce; por ti viven,

y acción, salud, placer, beldad reciben.

Tú al labrador despiertas

y a las aves canoras

en tus primeras horas,

y son tuyos sus cantos matinales;

por ti siente el guerrero

en amor patrio enardecida el alma,

y al pie de tu ara rinde placentero

su laurel y su palma,

y tuyos son sus cánticos marciales.

73

Fecunda, ¡oh Sol! tu tierra,

y los males repara de la guerra.

74

Da a nuestros campos frutos abundosos,

aunque niegues el brillo a los metales,

da naves a los puertos,

pueblos a los desietos,

a las armas victoria,

alas al genio y a las Musas gloria.

75

Dios del Perú, sostén, salva conforta

el brazo que te venga.

no para nuevas lides sanguinosas,

que miran con horror madres y esposas,

sino para poner a olas civiles

límites ciertos, y que en paz florezcan

de la alma paz los dones soberanos,

y arredre a sediciosos y a tiranos.

Brilla con nueva luz, Rey de los cielos,

brilla con nueva luz en aquel día

del triunfo que magnífica prepara

a su Libertador la patria mía.

-¡Pompa digna del Inca y del imperio

que hoy de su ruina a nuevo ser revive!

76

Abre tus puertas, opulenta Lima,

abate tus murallas y recibe

al noble triunfador que rodeado

de pueblos numerosos y aclamado

ángel de la esperanza

y genio de la paz y de la gloria,

en inefable majestad avanza.

Las musas y las artes revolando

en torno van del carro esplendoroso,

y los pendones patrios vencedores

al aire vago ondean, ostentando

del sol la imagen, de iris los colores.

Y en ágil planta y en gentiles formas

dando al viento el cabello desparcido,

de flores matizado,

cual las horas del sol, raudas y bellas

saltan en derredor lindas doncellas

en giro no estudiado;

las glorias de su patria

en sus patrios cantares celebrando

y en sus pulidas manos levantando,

albos y tersos como el seno de ellas

cien primorosos vasos de alabastro

que espiran fragantísimos aromas,

y de su centro se derrama y sube

por los cerúleos ámbitos el cielo

de ondoso incienso transparente nube.

77

Cierran la pompa espléndidos trofeos

y por delante en larga serie marchan

humildes, confundidos,

los pueblos y los jefes ya vencidos:

allá procede el Astur belicoso

allí va el Catalán infatigable,

y el agreste Celtíbero indomable,

y el Cántabro feroz, que a la romana

cadena el cuello sujetó el postrero,

y el Andaluz liviano,

y el adusto y severo Castellano;

ya el áureo Tajo cetro y nombre cede,

y las que antes, graciosas

fueron honor del fabuloso suelo,

Ninfas del Tormes y el Genil en duelo

se esconden silenciosas,

y el grande Betis viendo ya marchita

su sacra oliva, menos orgulloso,

pega su antiguo feudo al mar undoso.

78

El sol suspenso en la mitad del cielo

aplaudirá esta pompa- ¡Oh Sol! ¡oh Padre!

tu luz rompa y disipe

las sombras del antiguo cautiverio,

tu luz nos dé el imperio,

tu luz la libertad nos restituya;

tuya es la tierra y la victoria es tuya".

79

Cesó el canto; los cielos aplaudieron

y en plácido fulgor resplandecieron.

Todos quedan atónitos; y en tanto

tras la dorada nube el Inca santo

y las santas Vestales se escondieron.

80

Mas ¿cuál audacia te elevó a los cielos,

humilde musa mía? ¡Oh! no reveles

a los seres mortales

en débil canto , arcanos celestiales.

81

Y ciñan otros la apolínea rama

y siéntense a la mesa de los dioses,

y los arrulle la parlera fama,

que es la gloria y tormento de la vida;

yo volveré a mi flauta conocida,

libre vagando por el bosque umbrío

de naranjos y opacos tamarindos,

o entre el rosal pintado y oloroso

que matiza la margen de mi río,

o entre risueños campos, do en pomposo

trono piramidal y alta corona,

la piña ostenta el cetro de Pomona;

y me diré feliz si mereciere,

al colgar esta lira en que he cantado

en tono menos dino

la gloria y el destino

del venturoso pueblo americano,

yo me diré feliz si mereciere

por premio a mi osadía

una mirada tierna de las Gracias

y el aprecio y amor de mis hermanos,

una sonrisa de la Patria mía,

y el odio y el furor de los tiranos.

36

José Joaquín de Olmedo

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