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Canto A Bolivar

tige30 de Noviembre de 2013

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LA VICTORIA DE JUNIN

CANTO A BOLIVAR

El trueno horrendo que en fragor revienta

y sordo retumbando se dilata

por la inflamada esfera,

al Dios anuncia que en el cielo impera.

Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta

la hispana muchedumbre

que, más feroz que nunca, amenazaba,

a sangre y fuego, eterna servidumbre,

y el canto de victoria

que en ecos mil discurre,

ensordeciendo el hondo valle y enriscada cumbre,

proclaman a Bolívar en la tierra

árbitro de la paz y de la guerra.

Las soberbias pirámides que al cielo

el arte humano osado levantaba

para hablar a los siglos y naciones,

- templos do esclavas manos

deificaban en pompa a sus tiranos -

ludibrio son del tiempo, que con su ala

débil las toca y las derriba al suelo,

después que en fácil juego el fugaz viento

borró sus mentirosas inscripciones;

y bajo los escombros, confundido

entre la sombra del eterno olvido,

-¡oh de ambición y de miseria ejemplo!

el sacerdote yace, el dios y el templo.

Mas los sublimes montes, cuya frente

a la región etérea se levanta,

que ven las tempestades a su planta

brillar, rugir, romperse, disiparse,

los Andes, las enormes, estupendas

moles sentadas sobre bases de oro,

la tierra con su peso equilibrando,

jamás se moverán. Ellos, burlando

de ajena envidia y del protervo tiempo

la furia y el poder, serán eternos

de libertad y de victoria heraldos,

que, con eco profundo,

a la postrema edad dirán del mundo;

"Nosotros vimos de Junín el campo,

vimos que al desplegarse

del Perú y de Colombia las banderas,

se turban las legiones altaneras,

huye el fiero español despavorido,

o pide paz rendido.

Venció Bolívar, el Perú fue libré,

y en triunfal pompa Libertad sagrada

en el templo del Sol fue colocada".

¿Quién me dará templar el voraz fuego

en que ardo todo yo?

-Trémula, incierta,

torpe la mano va sobre la lira

dando discorde son. ¿Quién me liberta

del dios que me fatiga ... ?

Siento unas veces la rebelde Musa,

cual bacante en furor, vagar incierta

por medio de las plazas bulliciosas,

o sola por las selvas silenciosas,

o las risueñas playas

que manso lame el caudaloso Guayas;

otras el vuelo arrebatada tiende

sobre los montes, y de allí desciende

al campo de Junín, y ardiendo en ira,

los numerosos escuadrones mira

que el odiado pendón de España arbolan,

y en cristado morrión y peto armada,

cual amazona fiera,

se mezcla entre las filas la primera

de todos los guerreros,

y a combatir con ellos se adelanta,

triunfa con ellos y sus triunfos canta.

Tal en los siglos de virtud y gloria,

donde el guerrero solo y el poeta

eran dignos de honor y de memoria,

la musa audaz de Píndaro divino,

cual intrépido atleta,

en inmortal porfía

al griego estadio concurrir solía;

y en estro hirviendo y en amor de fama

y del metro y del número impaciente,

pulsa su lira de oro sonorosa

y alto asiento concede entre los dioses

al que fuera en la lid más valeroso,

o al más afortunado;

pero luego, envidiosa

de la inmortalidad que les ha dado,

ciega se lanza al circo polvoroso,

las alas rapidísimas agita

y al carro vencedor se precipita,

y desatando armónicos raudales,

pide, disputa, gana,

o arrebata la palma a sus rivales.

¿Quién es aquel que el paso lento mueve

sobre el collado que a Junín domina?

¿que el campo desde allí mide, y el sitio

del combatir y del vencer designa?

¿que la hueste contraria observa, cuenta,

y en su mente la rompe y desordena,

y a los más bravos a morir condena,

cual águila caudal que se complace

del alto cielo en divisar su presa

que entre el rebaño mal segura pace?

¿Quién el que ya desciende

pronto y apercibido a la pelea?

Preñada en tempestades le rodea

nube tremenda; el brillo de su espada

es el vivo reflejo de la gloria;

su voz un trueno, su mirada un rayo.

¿Quién, aquel que, al trabarse la batalla,

ufano como nuncio de victoria,

un corcel impetuoso fatigando,

discurre sin cesar por toda parte ... ?

¿Quién sino el hijo de Colombia y Marte?

Sonó su voz: "Peruanos,

mirad allí los duros opresores

de vuestra patria; bravos Colombianos

en cien crudas batallas vencedores,

mirad allí los enemigos fieros

que buscando venís desde Orinoco:

suya es la fuerza y el valor es vuestro,

vuestra será la gloria;

pues lidiar con valor y por la patria

es el mejor presagio de victoria.

Acometed, que siempre

de quien se atreve más el triunfo ha sido;

quien no espera vencer, ya está vencido".

Dice, y al punto cual fugaces carros

que, dada la señal, parten y en densos

de arena y polvo torbellinos ruedan;

arden los ejes, se estremece el suelo,

estrépito confuso asorda el cielo,

y en medio del afán cada cual teme

que los demás adelantarse puedan;

así los ordenados escuadrones

que del iris reflejan los colores

o la imagen del sol en sus pendones,

se avanzan a la lid. ¡Oh! ¡quién temiera,

quién, que su ímpetu mismo los perdiera!

¡Perderse! no, jamás; que en la pelea

los arrastra y anima e importuna

de Bolívar el genio y la fortuna.

Llama improviso al bravo Necochea,

y mostrándole el campo,

partir, acometer, vencer le manda,

y el guerrero esforzado,

otra vez vencedor, y otra cantado,

dentro en el corazón por patria jura

cumplir la orden fatal, y a la victoria

o a noble y cierta muerte se apresura.

Ya el formidable estruendo

del atambor en uno y otro bando,

y el son de las trompetas clamoroso,

y el relinchar del alazán fogoso

que, erguida la cerviz y el ojo ardiendo

en bélico furor, salta impaciente

do más se encruelece la pelea,

y el silbo de las balas que, rasgando

el aire, llevan por doquier la muerte,

y el choque asaz horrendo

de selvas densas de ferradas picas,

y el brillo y estridor de los aceros

que al sol reflecten sanguinosos visos,

y espadas, lanzas, miembros esparcidos

o en torrentes de sangre arrebatados,

y el violento tropel de los guerreros

que más feroces mientras más heridos,

dando y volviendo el golpe redoblado,

mueren, mas no se rinden ... todo anuncia

que el momento ha llegado,

en el gran libro del destino escrito,

de la venganza al pueblo americano,

de mengua y de baldón al castellano.

Si el fanatismo con sus furias todas,

hijas del negro averno, me inflamara,

y mi pecho y mi musa enardeciera

en tartáreo furor, del león de España,

al ver dudoso el triunfo, me atreviera

a pintar el rencor y horrible saña.

Ruge atroz, y cobrando

más fuerza en su despecho, se abalanza,

abriéndose ancha calle entre las haces,

por medio el fuego y contrapuestas lanzas;

rayos respira, mortandad y estrago,

y sin pararse a devorar la presa,

prosigue en su furor, y en cada huella

deja de negra sangre un hondo lago.

En tanto el Argentino valeroso

recuerda que vencer se le ha mandado,

y no ya cual caudillo, cual soldado

los formidables ímpetus contiene

y uno en contra de ciento se sostiene,

como tigre furiosa

de rabiosos mastines acosada,

que guardan el redil, mata, destroza,

ahuyenta sus contrarios, y aunque herida,

sale con la victoria y con la vida.

Oh capitán valiente,

blasón ilustre de tu ilustre patria,

no morirás, tu nombre eternamente

en nuestros fastos sonará glorioso,

y bellas ninfas de tu Plata undoso

a tu gloria darán sonoro canto

y a tu ingrato destino acerbo llanto,

Ya el intrépido Miller aparece

y el desigual combate restablece.

Bajo su mando ufana

marchar se ve la juventud peruana

ardiente, firme, a perecer resuelta,

si acaso el hado infiel vencer le niega.

En el arduo conflicto opone ciega

a los adversos dardos firmes pechos,

y otro nombre conquista con sus hechos.

¿Son esos los garzones delicados

entre seda y aromas arrullados?

¿los hijos del placer son esos fieros?

Sí, que los que antes desatar no osaban

los dulces lazos de jazmín y rosa

con que amor y placer los enredaban,

hoy ya con mano fuerte

la cadena quebrantan ponderosa

...

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