Cindy Pao
paolagares3 de Septiembre de 2013
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CARACTERÍSTICAS DE LA VACUNA
La vacuna contra el sarampión, al igual que el virus del sarampión, es muy estable
almacenada a entre –70 °C y –20 °C. Según los requisitos de la OMS, la exposición de la vacuna contra el sarampión liofilizada a una temperatura de 37 °C durante al menos
una semana no debería reducir la media geométrica de la concentración del virus en más
de 1 log10. La autoridad reglamentaria de cada país determina la concentración mínima de
virus vacunal por dosis para administración humana, pero se considera generalmente que
es de 1000 unidades infecciosas del vir us. 2 La vacuna del sarampión reconstituida
pierde alrededor del 50% de su potencia tras permanecer una hora a 20 °C y pierde casi
toda su potencia si permanece una hora a 37 °C. La vacuna es también muy sensible a la
luz solar, por lo que debe conservarse en viales de vidrio coloreado; una vez
reconstituida, la vacuna debe almacenarse en la oscuridad a entre 2 y 8 °C y debe
utilizarse en menos de seis horas.
La vacuna del sarampión generalmente se administra mediante inyección subcutánea,
pero su administración intramuscular también es eficaz. Cada dosis de 0,5 ml contiene al
menos 1000 unidades infecciosas del virus vacunal, también cuando se combina con las
vacunas antiparotidítica o antirubeólica.
La vacuna induce respuestas inmunitarias, tanto humorales como celulares, comparables a
las producidas tras la infección natural, aunque las concentraciones séricas son
habitualmente menores. Pueden detectarse anticuerpos IgM, IgG e IgA tanto en el suero
como en secreciones nasales, y la IgG persiste durante muchos años. Cuando disminuye la
concentración de anticuerpos, puede reforzarse mediante revacunación o por exposición
al virus del sarampión circulante. La presencia de anticuerpos neutralizantes se considera
el indicador más fiable de protección, aunque las evaluaciones de la inmunidad
realizadas en la mayoría de los laboratorios se basan en los resultados de inmunoanálisis
enzimáticos de IgG.
Al igual que la cepa natural del virus, la vacuna contra el sarampión produce un efecto
depresor de las respuestas inmunitarias por mediación celular debido a la regulación
negativa de la IL-12. No obstante, este efecto depresor sólo dura un máximo de cuatro
semanas tras la vacunación y se considera inofensivo, incluso para personas con
tuberculosis no diagnosticada o en una fase temprana de la infección por el VIH. Nunca se
ha documentado la transmisión de persona a persona del virus de la vacuna del
sarampión.
CALENDARIO DE VACUNACIÓN Y EFICACIA DE LA VACUNA
La edad óptima para la vacunación contra el sarampión depende de la situación
epidemiológica local y de consideraciones programáticas. En las situaciones en las que
el sarampión afecta principalmente a lactantes de corta edad, la edad de vacunación
deberá fij ar se teniendo en cuenta tanto la necesidad de vacunar lo antes posible para
evitar la infección por sarampión durante los primeros meses de vida, que podría ser
mortal, como la necesidad de esperar hasta que la respuesta de protección (tasas de
seroconversión) sea aceptable. Con frecuencia, la vacunación de lactantes a los seis
meses de vida o antes puede no inducir inmunidad, dada la inmadurez del sistema
inmunitario y la presencia de anticuerpos mater no s neutralizantes.
En la mayoría de los países en desarrollo se vacuna a los niños contra el sarampión a los
nueve meses de edad, cuando cabe esperar tasas de seroconversión de entre un 80 y un
). 85%. Estas tasas de seroconversión y las estimaciones de la eficacia de las vacunas son
menores que las de otros países, en los que la inmunización contra el sarampión puede
retrasarse hasta que todos los niños hayan perdido sus anticuerpos maternos (es decir, a los
12 meses de vida), momento en el cual pueden alcanzarse tasas de seroconversión de hasta
el 98%. Varios estudios han demostrado que la vacuna es más eficaz si se administra a
niños de 15 meses que a niños de 12 meses, pero al parecer la protección conferida no
mejora aún más si la primera dosis se administra después de los 15 meses de edad.
La infección intercurrente leve en el momento de la vacunación no reduce la eficacia de la
vacuna contra el sarampión y se logran frecuentemente tasas relativamente altas de
protección en niños malnutridos y en niños infectados por el VIH asintomáticos. Un
estudio de lactantes de 9 meses en la República Democrática del Congo notificó una tasa
de seroconversión del 36% en niños sintomáticos y del 77% en niños asintomáticos
infectados por el VIH. Entre los lactantes infectados por el VIH, se obtuvieron tasas de
seroconversión mayores vacunando a los 6 meses que a los 9 meses de edad,
probablemente debido a la progresión de la inmunodeficiencia con la edad.
Se considera generalmente que una única dosis de la vacuna viva atenuada contra el
sarampión proporciona protección de por vida. No obstante, se recomienda ofrecer a
todos los niños dos oportunidades de vacunación contra el sarampión, con dos
finalidades: reducir el número de niños no vacunados y reducir el número de niños
vacunados pero que no responden a la vacuna (fracaso de la vacunación primaria). Los
fracasos de la vacunación primaria se consideran más importantes que los de la
secundaria. Aunque se administra generalmente cuando los niños se incorporan a la
escuela (con entre 4 y 6 años de edad), la segunda oportunidad de vacunación contra el
sarampión puede administrarse tan solo un mes después de la primera dosis, si así lo
aconsejan consideraciones epidemiológicas y programáticas locales.
En muchos países, se realizan ASI masivas contra el sarampión (o contra el sarampión y la
rubéola) para aumentar rápidamente la inmunidad de la población y controlar la
transmisión del sarampión. La realización de ASI periódicas puede proporcionar también
a los niños una segunda oportunidad de vacunación contra el sarampión, además de la
que ofrecen los servicios de vacunación sistemática. No obstante, la duración del efecto
de las ASI será limitado a no ser que exista un programa de inmunización sistemática
sólido que evite un rápido aumento del número de niños vulnerables.
Por lo general, no se recomienda administrar la vacuna MMR, que además del
componente contra el sarampión contiene antígenos de la parotiditis, en ASI masivas
contra el sarampión en países con recursos escasos. No obstante, cuando resulte
asequible, debe considerarse la administración de la combinación MR en países con una
cobertura de vacunación sistemática contra el sarampión continuamente alta (>80%), en
países en los que la prevención del síndrome de rubéola congénita sea una prioridad de
salud pública, y en aquellos en los que exista un programa de inmunización de mujeres
en edad fértil.
REACCIONES ADVERSAS
Las reacciones adversas tras la administración de la vacuna contra el sarampión, ya sea
sola o en combinaciones fijas, son generalmente leves y transitorias. Puede producirse un leve dolor y dolor con la palpación en el lugar de inyección en un plazo de 24 horas,
seguido en ocasiones por fiebre leve y linfadenopatía localizada. Unos 7 a 12 días
después de la vacunación, hasta el 5% de los vacunados contra el sarampión pueden
experimentar al menos 39,4 °C de fiebre durante 1 a 2 días. La fiebre puede inducir
ocasionalmente (1 caso de cada 3000) convulsiones febriles. Puede presentar exantema
transitorio alrededor del 2% de los vacunados. Se produce púrpura trombocitopénica en
aproximadamente uno de cada 30 000 vacunados. Los acontecimientos adversos,
exceptuando las reacciones anafilácticas, son menos frecuentes tras la recepción de una
segunda dosis de una vacuna que contiene el componente contra el sarampión.
Como en el caso de la vacuna que contiene únicamente el antígeno del sarampión, los
acontecimientos adversos tras la administración de la vacuna MMR son generalmente
leves y transitorios. No obstante, pueden observarse síntomas característicos del
sarampión, la rubéola o la parotiditis. El componente antirubeólico ocasiona exantema,
artralgias transitorias y artritis en entre el 10 y el 25% de las mujeres adultas, y el
componente antiparotidítico ocasiona algunas veces parotiditis leve y, en escasas
ocasiones, meningitis aséptica benigna u orquitis. Dado que la mayoría de las vacunas
contienen neomicina y estabilizantes, como gelatina hidrolizada o sorbitol, pueden
producirse ocasionalmente reacciones alérgicas a uno o más de estos componentes.
Sufren reacciones anafilácticas entre 1 de cada 20 000 a 1 de cada 1 000 000 de
vacunados. Según datos de las ASI, el riesgo de reacciones anafilácticas tras la
vacunación contra el sarampión en países en desarrollo está más próximo a la cifra de 1 de
cada 1 000 000. No existe asociación entre los antecedentes
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