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Conformación Estatal. 1820-1852


Enviado por   •  13 de Febrero de 2014  •  5.565 Palabras (23 Páginas)  •  221 Visitas

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INSTITUTO SUPERIOR DEL PROFESORADO

DR. JOAQUÍN V. GONZÁLEZ

DEPARTAMENTO DE HISTORIA

Asignatura: Historia Americana y Argentina III

Docente: María Inés Schoeder

Alumnos: Yamila Anabel Pagnotta, María Guadalupe Blum, César Daniel Acevedo

Curso: 3ro B

Año: 2005

Consigna: informe de lectura sobre el proceso de conformación estatal en el período 1820-1852 y sus distintas interpretaciones historiográficas.

Introducción

En el presente informe de lectura intentaremos explicar, usando los textos señalados por la cátedra, el período que va desde 1820 hasta 1852 en el Río de la Plata. Las líneas escritas a continuación se centrarán en tres ejes que entendemos como impoetantes para dar cuenta de los procesos sociales y gubernamentales de la etapa mencionada. Se suma a esto, el análisis historiográfico que postula las distintas expresiones conceptuales y manifiesta un momento ideológico determinado.

El primer eje gira en torno a las relaciones existentes entre el Estado y la clase terrateniente, el rol de Rosas en el espacio rural y el movimiento que lo catapultó a la gobernación de Bs.As. en 1829. Para estos temas, nos apoyaremos en la bibliografía de Tulio Halperín Donghi, Pilar González y John Lynch.

El segundo enfoque referido en el práctico intenta representar el mapa político del momento para dilucidar los gobiernos sucesivos y los actores participantes. De esta manera, busca interpretar la conformación del poder estatal desde las ideas de Cansanello, Ternavacio y Gelman

El último eje trata los temas planteados por Salvatore y Myers: la legitimidad del aparato jurídico y la relación de éste con la cultura de la campaña bonaerense, la aplicación de castigos y la dualidad de la justicia central y local. Todos comprendidos en el marco de los conflictos suscitados en la campaña.

Estado y elite terrateniente en la expansión ganadera

Según Lynch, la estructura social en el litoral estaba basada en la tierra. La gran estancia confería estatus y poder. Apoyándose en esta idea, afirma que el gobierno estaba dominado por los terratenientes. Al respecto dice: “… en un nivel local el poder residía solamente en las tierras, y en el campo los terratenientes dominaban absolutamente todo. Los estancieros o sus protegidos eran quienes decidían los nombramientos de las autoridades locales, tales como los jueces de paz y los comandantes militares.” Esta afirmación, aunque luego reconoce que la clase terrateniente no era homogénea, habla sí de una especie de unidad entre la clase propietaria y el gobierno, como si conformaran un mismo elemento.

En este punto del análisis, encontramos una clara contraposición con la hipótesis de Halperín Donghi. Este autor nos dice que las nociones convencionales que reconocen en la estancia el lugar donde se habría forjado la cultura política nacional muestran una imagen muy simplificada de este proceso de formación. Y, por otro lado, afirma que desde el comienzo de la relación entre el Estado y la clase terrateniente, la clase política era demasiado independiente y el Estado demasiado poderoso como para que ambos se atuviesen a ser agentes subordinados de la clase propietaria.

Lo más probable es que la clase política haya gozado de la autonomía que refiere el autor, pero también debe ser cierto que de alguna manera le convenía favorecer al sector terrateniente. Esta situación se explica porque el desarrollo ganadero estaba estrechamente relacionado con las actividades que se llevaban a cabo en la ciudad como, por ejemplo, las exportaciones de los productos. Podríamos decir entonces que, entre ambos sectores, existía una especie de pacto implícito. De hecho, muchos porteños que en épocas anteriores se habían dedicado al comercio, en este momento de la historia y frente a la nueva situación rioplatense se van a inclinar hacia las actividades agropecuarias. Halperín Donghi lo resume en estos términos: “… la apertura mercantil y la expansión de las exportaciones que ella hizo posible contará no sólo con el apoyo activo de las clases propietarias sino también con un consenso pasivo pero igualmente sólido de la mayoría de los porteños.”

Ahora bien, avanzando un poco más encontramos otro punto importante de desacuerdo entre estos dos autores: el gran problema de la mano de obra. John Lynch, en su trabajo, plantea que existía mucha ilegalidad en el campo y que la legislación procuraba identificar a los “vagos y mal entretenidos”. Según este autor, el primer propósito de la legislación antivagancia era imponer la ley y el orden en el campo, el segundo era poner una fuente laboral a disposición de los hacendados y el tercero, proveer conscriptos para el ejército. Visto de esta manera no parece que hubiera habido problema alguno. Sin embargo, sí los había, pues existía una lógica tensión entre las necesidades del gobierno y las de los estancieros.

Halperín lo plantea de otro modo. Afirma que el ejército era un cuerpo considerable y que sus demandas de personal incidían negativamente sobre el boom ganadero necesitado de nuevos brazos. Pero a su vez, dice que esta área de conflicto potencial se transformó en una de entendimiento entre Estado y clase terrateniente desde que el ejército empezó a ser utilizado como institución penal para la represión de la vagancia y la indocilidad de rurales sin tierras y marginales urbanos. Entonces, el hecho de que la clase política llegara a cierto acuerdo con la clase terrateniente no significa que no haya habido conflictos en esta área.

Por otra parte, Lynch comenta, a su modo, el levantamiento de los años 1828/29: “Durante 1828 y 1829… Rosas levantó deliberadamente a las fuerzas populares para oponerse a la rebelión unitaria… cuando Rosas necesitaba dar un crítico empujón político, reclutaba a los gauchos en el campo y al populacho en la ciudad… como lo destacó Sarmiento, las fuerzas de gauchos duraban tanto como las

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