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Dando a cambio nuestra privacidad


Enviado por   •  27 de Agosto de 2014  •  Informes  •  804 Palabras (4 Páginas)  •  242 Visitas

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Dando a cambio nuestra privacidad

Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo, que a todas luces parece preocupar a todos hoy día, es el número creciente de amenazas a nuestra privacidad. En los términos más llanos, asumimos que “privacidad” significa que todos tienen el derecho a proceder con sus propios asuntos sin que alguien más —en particular dependencias ligadas a centros de poder— se entere al respecto. Valoramos tanto nuestra privacidad que hemos establecido instituciones y regulaciones para salvaguardarla.

A últimas fechas, nuestras conversaciones a menudo dan un giro hacia cuánto nos preocupa que alguien pudiera piratear nuestros estados de cuenta de tarjetas de crédito y averiguar qué bienes hemos comprado, en qué hoteles nos hemos hospedado o dónde hemos cenado. No importa el miedo a que nuestros teléfonos pudieran ser intervenidos sin causa justa: Vodafone, la empresa británica de telecomunicaciones, hizo sonar la alarma sobre agentes más o menos secretos en varios países obteniendo acceso a las personas con las que hablamos y lo que decimos al teléfono.

Por la manera en que hablamos de la privacidad, parecería que la consideramos sagrada, como algo que debe defenderse a cualquier precio, para que no terminemos viviendo en una sociedad gobernada por el proverbial Hermano Mayor de George Orwell: una entidad que todo lo ve y vigila cada una de nuestras acciones y, quizá, incluso cada uno de nuestros pensamientos.

Pero, a juzgar por nuestra conducta, ¿realmente nos preocupa mucho la privacidad? Consideren lo siguiente: hubo una época en que la mayor amenaza a la privacidad de una persona era el chisme; la gente temía que su ropa sucia fuera ventilada en público, preocupada de que eso pudiera dañar su reputación. Sin embargo, actualmente, a medida que tantos luchamos con la manera de definirnos en el mundo moderno, existe una amenaza mayor que la pérdida de privacidad: la pérdida de visibilidad. En nuestra sociedad hiperconectada, muchos de nosotros sólo queremos que nos vean.

De esta manera, una mujer que se prostituye (y que, en los viejos tiempos, habría intentando ocultar su oficio tanto a familia como vecinos), se promueve como una “acompañante” y adopta un papel público, quizá apareciendo incluso en televisión. Parejas que en otra época pudieran haber mantenido en privado las dificultades de su vida ahora se presentan en vulgares programas de TV, revelándose como adúlteros o cornudos, y son recibidos con aplausos. El extraño sentado a su lado en el tren le grita a su teléfono lo que piensa de su cuñada o lo que su asesor fiscal debería hacer. Y el sujeto de una investigación policial de alto perfil —quien, en otra era, pudiera haber abandonado la ciudad o permanecido discretamente en casa, esperando a que pase la ola del escándalo— pudiera más bien incrementar sus apariciones en público y poner una

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