ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

EL CREPUSCULO DEL ESTADO

Diamelis11 de Octubre de 2012

13.559 Palabras (55 Páginas)564 Visitas

Página 1 de 55

EL CREPUSCULO DEL ESTADO-NACION

Una interpretación histórica en el contexto de la globalización

El crepúsculo del Estado-nación no constituye solamente un tema de

importancia científica para todos los que se interesen por la función del

Estado en el mundo contemporáneo, sino también es una cuestión

fundamental para la gobemabilidad del mundo de mañana.

Al tratar este tema, recordaremos inicialmente los orígenes del

Estado-nación, lo cual nos permitirá caracterizar la crisis que éste atraviesa.

Analizaremos también el proceso de globalización, para entender mejor el

contexto en que se da esta crisis, y esbozaremos un análisis del nuevo orden

planetario que se está confi,wando ante nosotros. Finalmente, para concluir

nuestro trabajo, intentaremos identificar los desafios que se presentan a las

generaciones futuras.

Los orígenes del Estado-nación

El Estado-nación constituye nn modo de organización de la sociedad relativamente

reciente en la historia de la humanidad. El surgimiento del Estado moderno puede situarse a

raíz del Renacimiento, mientras que la conformación del concepto de nación, a pesar de

formarse paulatinamente a lo largo de la época contemporánea, sólo se consolida a fínales del

siglo XVIII. El Estado-nación, propiamente dicho, surgió a principios del siglo XIX y

alcanzó su apogeo en el curso del siglo XX. Sm embargo, a pesar de que este concepto tiene

una acepción muy amplia y que abarca en el acervo cotidiano cualquier modo de

organización estatal, muchos Estados de hoy no se clasifican como Estados-naciones. En una

época en la que el Estado-nación está enfrentado a un proceso de debilitamiento, es necesario

recordar los orígenes del concepto para comprender los procesos evolutivos en curso.

El Estado-nación se ha conformado en el transcurso de un proceso histórico que se

inició en la alta Edad Media y desembocó a mediados del siglo XX, en el modo de

organización de la colectividad nacional que conocemos en la actualidad. Para llegar al

concepto y a las instituciones que sustentan este modo de organización fue necesario, en

primer lugar, disociar las funciones que cumple el Estado, de las personas que ejercen el

poder. Con la conformación del Estado moderno, se llegó progresivamente a la conciencia de

que el orden político transcendía a las personas de los gobernantes. Así nació el Estado

moderno, un Estado que no confunde las instituciones que lo conforman, con las personas

que ocupan el poder, y que asume un conjunto de funciones en beneficio de la colectividad.

Paralelamente, fue conformándose el concepto de nación, entendido como la

colectividad forjada por la Historia y determinada a compartir un futuro común, la cual es

soberana y constituye la única fuente de legitimidad política. Esta conceptualización dio vida

al Estado-nación a finales del siglo XVIII y fue el tinto del movimiento de ideas que se

desencadenó con el Renacimiento y culminó en el Siglo de las Luces. Con ello se inició un

proceso de estructuración institucional de las comunidades nacionales que se propagaría por

toda Europa y el continente americano en el transcurso del siglo XIX, y se ampliaría a escala

mundial en este siglo, con el acceso a la independencia de las antiguas colonias.

Con las ideas y los conceptos establecidos en el Siglo de las Luces y propagados por

la Revolución Francesa, quedaron definidos todos los principios a partir de los cuales se

edificarían los Estados-naciones durante los dos siglos siguientes: la percepción de la nación

como la colectividad que reune a todos los que comparten el mismo pasado y una visión _

común de su futuro; la definición de la nación como la colectividad regida por las mismas

leyes y dirigida por el mismo gobierno; la afirmación de que la nación es soberana y única

detentora de legitimidad política; y la afirmación de que la ley debe ser la expresión de la

voluntad general y no puede existir gobierno legítimo fuera de las leyes de cada nación.

El Estado-nación, sin embargo, no fue solamente el fruto del movimiento de las ideas

y la concientización de los pueblos --del Renacimiento hasta el Siglo de las Luces--, sino

también el resultado de las luchas por el poder y de las confrontaciones sociales --desde la

alta Edad Media hasta nuestros días--, de las cuales el propio Estado fue tanto objeto, como

instrumento.

De la alianza entre la monarquía y la burguesía --nueva fuerza ascendente a finales de

la Edad Media--, resultaron la eliminación del feudalismo y el nacimiento del Estado

moderno en las sociedades mas avanzadas de la Europa occidental. La burguesía, a su vez,

tomó el poder y se separó de la Corona --como en las Provincias Unidas de Holanda, en el

siglo XVII, o Estados Unidos tras la guerra de independencia--, controló la monarquía por la

vía parlamentaria --en Inglaterra, a partir del siglo XVII--, o la derribó --en Francia con el

estallido de la Revolución, a finales del siglo XVIII.

Desde el punto de vista socioeconómico, y retrospectivamente, la Revolución

Francesa, con su cortejo de consecuencias a lo largo del siglo XIX, constituye una etapa clave

en la historia del mundo contemporáneo, pues marca el acceso al poder de las burguesías

nacionales y la reestructuración del Estado en función de los objetivos de aquella clase. Se

puede afirmar que al concluir el siglo XIX, casi todas las burguesías nacionales controlaban

el aparato del Estado, y que éste había sido reorganizado con el fin de responder a sus

aspiraciones y a su proyecto económico. Con la revolución industrial, a finales del siglo

XVIII y principios del XIX, este proyecto se ajustó a las características del nuevo contexto

técnico-económico. Ya no se trataba entonces de producir e intercambiar mercancías,

basándose en procesos artesanales o semi-industriales, sino de producir en gran escala, a

partir de tecnologías nuevas, que requieren una fuerte acumulación de capital, la explotación

de nuevas fuentes de energía y la movilización de una mano de obra abundante, aportada por

el mundo rural. Se configuraron de este modo las industrias nacionales, al abrigo de

dispositivos proteccionistas, así como espacios abiertos a las ambiciones y a las rivalidades

comerciales, lo que traerá como consecuencia la creación de los imperios coloniales.

El siglo XIX, por lo tanto, se caracterizó por la hegemonía absoluta de la burguesía

en los planos político, económico y social, a pesar de lo cual se generaron revueltas de la

clase obrera y reacciones políticas en el ámbito de la sociedad. A principios del siglo XX y

confrontado por las protestas sociales de amplias capas de la sociedad y el desafio de la

Revolución Rusa, el Estado burgués represivo del siglo pasado tuvo que transformarse

paulatinamente en Estado mediador y garante del bienestar en los llamados paises de

economía liberal, al mismo tiempo que la clase media asumía un protagonismo creciente en

la vida política. En los llamados Estados socialistas se implantaron, paralelamente, nuevas

formas de administración de la economía y de distribución de los bienes e ingresos. Bajo el

impulso del partido único y del Estado, se generó una sociedad sin clases, enmarcada, sin

embargo, por los aparatos del partido y del Estado.

Durante todo el proceso de su conformación y hasta el tercer cuarto del siglo XX, el

Estado asumió un protagonismo creciente en la gestión de la economía y en la promoción del

desarrollo. Entre los siglos XVI y XVIII, los Estados europeos de la costa atlántica

desempeñaron un papel determinante en la conquista de nuevos territorios y en la promoción

de vastos intercambios comerciales con el llamado Nuevo Continente y el Extremo Oriente.

A partir del siglo XIX, con la revolución industrial, la función del Estado cambió: en Europa

occidental asumió un papel decisivo en la modificación de los marcos legal e institucional y

en la estructuración de nuevos espacios comerciales. Contrario a muchas ideas prevalecientes,

la transformación del capitalismo mercantil en capitalismo industrial no modificó

esencialmente el papel del Estado en relación con la economía, sino que sus formas de

intervención fueron adaptándose a los nuevos requerimientos del proceso de acumulación.

Con la Revolución Rusa y la gran depresión económica de los años treinta,

aparecieron nuevas dimensiones: al desafío planteado por la aparición de un modelo

socioeconómico alternativo en la Unión Soviética se añadió, para los países de economía

liberal, la necesidad de hallar respuestas a la grave crisis económica que azotó al sistema

capitalista. Se indujeron así iniciativas como la del New Deal en Estados Unidos y el

desarrollo del keynesianismo en la esfera de las políticas económicas. Dichos procesos

convergieron, en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, en una intervención

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (89 Kb)
Leer 54 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com