El Cardenal John Henry Newman
PaolaPoEnsayo4 de Mayo de 2014
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• El Cardenal John Henry Newman, presbítero convertido al catolicismo
• Abandonar el anglicanismo fue extremadamente doloroso para Newman. Implicaba dejar las cosas que amaba, romper con la mayoría de sus amigos e incluso con su propia familia.
• Newman pensaba como el hombre medio de su tiempo y también como el de hoy, que simplemente no excluye la existencia de Dios, sino que la considera en todo caso como algo incierto, que no desempeña un papel esencial en la propia vida. Para él, como para los hombres de su tiempo y del nuestro, lo que aparecía como verdaderamente real era lo empírico, lo que se puede percibir materialmente. Esta es la «realidad» según la cual se nos orienta. Lo «real» es lo tangible, lo que se puede calcular y tomar con la mano. En su conversión, Newman reconoce que las cosas están
precisamente al revés: que Dios y el alma, el ser mismo del hombre a nivel espiritual, constituye aquello que es verdaderamente real, lo que vale. Son mucho más reales que los objetos que se pueden tocar. Esta conversión significa un giro copernicano. Aquello que hasta el momento aparecía irreal y secundario se revela como lo verdaderamente decisivo. Cuando sucede una conversión semejante, no cambia simplemente una teoría, cambia la forma fundamental de la vida. Todos tenemos siempre necesidad de esa conversión: entonces estamos en el camino justo.
• Del mismo modo que los cielos narran la gloria de Dios y el firmamento suscita estupor casi religioso, los desastres naturales suscitan tantas dudas y perplejidad sobre la existencia de Dios, sobre su potencia y autoridad en el mundo. Newman se encontraría en pleno acuerdo con M. Buckley que afirma: “Solo la conciencia humana humana puede dar respuestas a las preguntas que presenta la naturaleza y no la naturaleza misma”.
• Newman busca una prueba que toque la realidad del hombre en lo que él es. Los argumentos clásicos dicen poco de las atribuciones morales de Dios y se concentran más en los atributos metafísicos que ayudan poco al hombre a buscar un encuentro reconciliador con sí mismo, con la existencia y con Dios. Newman no niega la validez de los argumentos exteriores sobre la existencia de Dios, pero si estos fueran considerados exclusivos, no podrían constituir un fundamento en la experiencia religiosa; más bien darían espacio a muchas críticas resultando muchas veces contrapruebas.
• Además delsi mismo, una única otra realidad es cierta: la realidad de Dios, cuya voz resuena en el testimonio de la conciencia. La conciencia que invita al hombre a evitar el mal y a hacer el bien se refiere a algo que supera a la persona misma e implica la existencia de Alguien respecto al cual el hombre es responsable.
• Si no existiera, carecería de explicación el orden maravilloso que existe en el universo. El instinto de la abeja, la belleza de la rosa, la armonía de los distintos órganos del cuerpo humano y miles de cosas más serían inexplicables sin la existencia de un Ser infinitamente sabio que lo planeó todo, porque un plan es imposible sin una inteligencia.
Cuando el ateo negando la evidencia dice que todo es fruto del azar, renuncia a hacer uso dela razón. Si pusiéramos en un bombo diez bolas de lotería numeradas del uno al diez y las agitáramos , las probabilidades de extraerlas por su orden -sin mirar, por supuesto- sería una entre diez mil millones. Pues bien quien tratara de calcular las probabilidades que el tremendamente complicado sistema de células, glándulas y órganos que constituyen un ser viviente- y no digamos de un hombre- tiene que ser fruto del azar, se volvería loco, porque ni la computadora más sofisticada sería capaz de hacerlo.
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