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El Hombre del Bombín


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2012  •  Ensayos  •  1.370 Palabras (6 Páginas)  •  272 Visitas

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El Hombre del Bombín

"Leyenda de la Colonia Morga de la ciudad de Durango, Dgo. México"

Cuando el reloj de la Catedral de Durango marcaba las doce del día y la campana mayor con ronca voz daba las doce campanadas; el sol canicular de aquel mes de agosto con pesada modorra inundaba con su luz caliente y amarilla los caminos del barrio del Santuario de Guadalupe, haciendo que las plantas silvestres inclinaran su tallo perezosamente como agobiadas por el calor del verano y los pajarillos con el pico abierto volaban velozmente de un lugar a otro buscando la sombra de los árboles.

Yo caminaba presuroso por la vía del ferrocarril que va del Cerro del Mercado al Patio de los Ferrocarriles, en el tramo exacto que se encuentra atrás del templo del Santuario de Guadalupe, frente al cerro que algunos denominan Cerro de Fray Diego, posiblemente en memoria del ilustre y santo franciscano que fue el primer misionero que vino a evangelizar el Valle del Guadiana por el año 1558.

Otros le dicen cerro de Guadalupe por encontrarse tan cerca del templo que lleva ese nombre.

Caminaba muy distraído, hacía cuentas en mi cabeza y las volvía a hacer y no me salía la cantidad de dinero que debía de entregar en las oficinas del periódico El Sol de Durango, por la venta de los periódicos que yo había vendido en esa semana.

Hacía un rato que mi madre me había llamado la atención, porque ya estaba por terminar las vacaciones escolares de verano y yo, no había ahorrado lo suficiente para comprarme los útiles escolares que me pedirían en la próxima iniciación de cursos.

Mi cabeza era un cúmulo de preocupaciones en las que cavilaba de una a otra sin encontrar solución alguna. Sin embargo, caminaba por la vereda que el andar de los transeúntes hace por un lado de la vía férrea en la cabecera de los durmientes.

De pronto escuché a mi espalda muy cerca de mí, el agitado roncar de un cerdo gordo que en dirección de norte a sur, caminaba por la vereda que yo ocupaba.

Me sorprendió sobremanera el mirar a un enorme marrano de color negro, como yo no había visto antes otro. A pesar de su tamaño y manifiesta gordura, el animal se desplazaba con celeridad, de tal manera que pronto me alcanzó, yo me hice a un lado del camino y el animal me rebasó y siguió adelante. Caminaba a su paso, sin correr, pero con tal velocidad que avanzó adelante de mí, haciendo poco a poco grande la distancia que nos separaba.

El suceso despertó mi curiosidad porque el animal era hermoso por su tamaño, caminaba completamente solo y sin abandonar la vereda de junto a la vía. Lo seguí en la distancia con la vista y cuando más lo miraba, no supe cómo ni en qué momento, pero el animal desapareció y en su lugar miré a un hombre vestido de curro de color negro, traía casaca, bombín alto y bastón en la mano, al cual le daba vuelo como jugando con él.

Nada entendí de lo que había pasado, me concreté a mirar todo y esperar el encuentro del misterioso personaje que caminando de sur a norte, avanzaba hacia mí por la misma vereda en dirección contraria.

Nos encontramos más o menos a la altura del Santuario de Guadalupe, yo me apresuré a cederle el paso, haciéndome al otro lado de los rieles.

No tuve valor para mirarlo frente a frente, ya que cuando se acercó a mí, sentí una sensación de respeto ante aquel hombre desconocido y a juzgar por las apariencias era rico.

Sin embargo, como no queriendo, con el rabo del ojo le miré la cara y pude apreciar que se trataba de un varón de unos cuarenta años d edad, color blanco de facciones afiladas, con barba muy crecida y entrecana y bigote con las puntas hacia arriba. El no me miró y pasó indiferente con cierto aire de arrogancia.

Yo no quise voltear a verlo, pensando que se podía molestar y después del encuentro todo se me olvidó y continué pensando

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