El Imperio Romano De Oriente
aloes13903 de Junio de 2014
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El Imperio romano de Oriente
Desde la llegada de los pueblos germanos en el occidente de Europa, los emperadores del Imperio romano de oriente, también llamado Imperio bizantino, añoraron el tiempo en que Roma dominaba todo el Mediterráneo. Uno de ellos,
Justiniano, intentó restaurar la universalidad del imperio.
Constantinopla, la Nueva Roma
Luego de la caída del Imperio de Occidente en el 476, la supervivencia del Imperio romano de oriente se debió, en parte, a la situación geográfi ca de Constantinopla, la ciudad fundada por Constantino sobre la antigua colonia griega de
Bizancio. Ubicada en el cruce de rutas marítimas y terrestres que unen Europa, Asia y África, y que conectan el mar Negro con el Mediterráneo, Constantinopla se convirtió en el centro del comercio de productos exóticos y de alto valor.
Por su ubicación, sus riquezas y sus murallas, Constantinopla fue, durante siglos, infranqueable. Sin embargo, en 1453 los otomanos lograron ocupar la ciudad y el Imperio bizantino se derrumbó después de mil años de vida.
Justiniano y el sueño de reunificar el Imperio
Justiniano llegó al trono del Imperio romano de oriente en el año 527. En ese momento, el territorio del imperio comprendía la península balcánica, Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto. Justiniano creía que el mundo cristiano debía tener una única autoridad política: el emperador bizantino. Por ello, su programa se basaba en las ideas de unidad y romanidad.
La unidad implicaba reconquistar Occidente, después de vencer a los reyes germanos y la romanidad, recuperar los territorios que habían integrado el Imperio romano, especialmente la ciudad de Roma. Para ello:
■ expulsó a los vándalos del norte de África.
■ expulsó a los ostrogodos de Italia.
■ arrebató a los visigodos las costas mediterráneas del sur
de España.
■ dominó militarmente a otros pueblos.
Durante el gobierno de Justiniano, Constantinopla alcanzó un gran esplendor arquitectónico y urbanístico, que se puso de manifiesto en la construcción del palacio y de la basílica de Santa Sofía
Política interna: la reforma del Estado
Justiniano se preocupó por lograr la unidad legislativa del Imperio, apoyándose en la restauración del Derecho romano. Para ello, encargó a los principales juristas de su corte en Constantinopla la recopilación de las constitucionales imperiales y de todas las disposiciones vigentes, eliminando lo que había caído en desuso.
El resultado fue una obra de sesenta y dos volúmenes: el Corpus
luris civilis o Compendio del derecho civil.
El emperador también emprendió la reforma del Estado: reorganizó la administración central, mejoró la recaudación de impuestos y robusteció las fi nanzas para solventar una organización civil y militar más efi ciente. Infl uido por las monarquías orientales,
Justiniano se convirtió en un monarca teocrático e intervenía en los asuntos de la Iglesia. Esta subordinación de la Iglesia al poder político se denomina cesaropapismo.
Gracias a la labor de Justiniano, el derecho romano se conservó y ha podido ser estudiado.
Política exterior: la reconstrucción del Imperio
Con la ayuda de los generales Belisario y
Narsés, Justiniano se apoderó del reino de los vándalos del norte de África, de
Córcega, de Cerdeña y de las islas Baleares.
Venció a los ostrogodos, reconquistó Italia y ocupó el suroeste del reino de los visigodos, en España.
Con la conquista de esos territorios volvió a renacer en el Mediterráneo, la idea de universalidad del Imperio.
Poco tiempo después de la muerte de Justiniano, los bizantinos perdieron los territorios conquistados en Europa occidental. Los lombardos invadieron el norte de Italia, los visigodos recuperaron
España y, por la frontera del Danubio, los eslavos penetraron en la península balcánica. En los siglos siguientes, otros pueblos fueron ocupando los territorios imperiales: los árabes, los ávaros, los búlgaros y los otomanos.
La amenaza y las constantes invasiones por parte de diferentes pueblos atraídos por las riquezas o por el deseo de dominar la circulación en el Mediterráneo, fue privando a Bizancio de regiones que proveían al imperio de materias primas, como es el caso de Asia Menor, su principal fuente de cereales y lugar de reclutamiento de las tropas. Sin embargo, a pesar del caos político y del debilitamiento económico, el Imperio romano de oriente se mantuvo hasta 1453.
La civilización bizantina
Al abrigo de las fuertes murallas de la ciudad de
Constantinopla, los bizantinos conservaron los aportes culturales de la antigüedad y los reelaboraron bajo nuevas formas.
Una economía floreciente
A lo largo de diez siglos de historia, Bizancio fue uno de los centros económicos más importantes del mundo medieval. La economía bizantina fue mayoritariamente agraria. Las grandes propiedades agrícolas estaban en manos de la Iglesia y de la aristocracia, pero también había pequeños propietarios que, con el correr de los siglos, desaparecieron al incorporarse a los grandes dominios como colonos.
Este imperio se destacó por su gran desarrollo comercial. Gracias a esa actividad, en los mercados de Constantinopla y de otras ciudades del
Imperio se podían hallar productos de zonas muy diversas, como, por ejemplo China, Persia y la Península Ibérica. Constantinopla fue la más rica, poblada y bella ciudad de la Edad Media; a ella llegaban millares de comerciantes. Su puerto era un punto obligado para las embarcaciones europeas y asiáticas.
Los artesanos bizantinos fabricaban, a su vez, numerosas piezas que se vendían al extranjero. Por ello, la moneda bizantina, el besante, fue aceptada en todos los mercados de la Edad Media hasta el siglo XI.
Una ciudad evolucionada
Constantinopla, como capital del Imperio romano de oriente, se convirtió en una de las ciudades más activas del mundo mediterráneo. En ella se desarrollaron las artesanías y el comercio internacional. A causa de las riquezas que obtuvo con el comercio, Constantinopla se convirtió en una ciudad con grandes palacios, monumentales iglesias y edifi cios públicos. Los ejemplos más importantes son la catedral de Santa Sofía de
Constantinopla y la iglesia de San Vital en Ravena. Su particularidad es el uso de la cúpula en la construcción de iglesias. Toda la ciudad estaba adornada con esculturas que habían sido traídas de las ciudades más importantes del mundo romano, especialmente de Roma.
La decadencia del Imperio
La invasión de los turcos seldjucidas en el siglo XI privó a Bizancio de una de las zonas más ricas del Imperio: el Asia Menor. A partir de entonces, el Imperio de oriente vivió una lenta y paulatina decadencia, que se manifestó en una severa crisis agraria y comercial.
Los bizantinos descuidaron su armada, y el tráfi co comercial cayó rápidamente en manos de los genoveses y venecianos. Así, la ruina del
Estado bizantino se hizo inevitable; debilitado en sus bases, debió ceder territorios a diferentes potencias. Por último, sufrió la invasión de los otomanos. Cuando en el año 1453 los turcos tomaron la ciudad de
Constantinopla, el Imperio se hallaba casi reducido a la misma capital.
Este hecho puso fi n a mil años de historia
La religiosidad y el Cisma de Oriente
La civilización bizantina fue profundamente cristiana, pero el cristianismo era visto de una forma diferente en el Imperio y en la Europa occidental romano-germanizada.
Estas diferencias tan marcadas frente a la religión, se agravaron cuando en el siglo VIII, el emperador León III inició la lucha iconoclasta. Esta lucha marcó una profunda división entre quienes apoyaban la veneración de iconos, imágenes religiosas, y quienes las prohibían. La gente solía acudir a los monasterios para llevar ofrendas a las imágenes, buscando una respuesta para sus preocupaciones. Decidido a reformar la vida religiosa del Imperio y a reducir el poder de los monasterios, el emperador León III prohibió el culto a las imágenes. Al rechazar las imágenes, el emperador se ganó la oposición de muchos fieles y también de los monasterios, que perdían esa fuente de ingresos y de propaganda religiosa.
Detrás de los enfrentamientos estaban los patriarcas orientales, que ambicionaban convertirse en jefes de una Iglesia separada de Roma. Los patriarcas eran los obispos de Constantinopla y, más tarde, se convirtieron en la cabeza del sector oriental de la Iglesia. Este fue el comienzo de la rivalidad entre los obispados de Roma y Constantinopla. La enemistad se mantuvo hasta el año 1054, cuando se produjo el cisma de la Iglesia que fue la división de la cristiandad en católicos apostólicos romanos, obedientes a la Iglesia de Roma, y católicos ortodoxos griegos, obedientes a la Iglesia bizantina. La influencia religiosa de Roma se extendió sobre toda Europa occidental, mientras que la de Constantinopla abarcó una gran parte de Europa oriental, el Imperio bizantino y la actual Rusia.
Cultura y religión
La cultura bizantina recibió infl uencias de elementos romanos, cristianos y orientales. Las grandes obras literarias y fi losófi cas del mundo clásico se recopilaron en las escuelas y las universidades, como las de Atenas o Constantinopla, o en monasterios, como los del monte Athos y de Meteora, en Grecia. En el Imperio bizantino sobrevivió, entonces, la cultura clásica, que posteriormente fue transmitida a la Europa occidental, directamente a través de los árabes.
En arquitectura, los bizantinos
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