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El Mito, la Tierra y el Principe


Enviado por   •  23 de Febrero de 2014  •  2.805 Palabras (12 Páginas)  •  175 Visitas

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EL MITO, LA TIERRA Y EL PRÍNCIPE

“El texto analiza la conformación del Estado surgido de la Revolución mexicana. Se sostiene en la comprensión del Estado como un proceso relacional entre seres humanos: una forma de la vida social que no está dada de antemano, que se realiza en el conflicto, en cuya configuración participan también las clases subalternas y cuyos fundamentos inmateriales se tejen en los tiempos largos de la historia. Esta interpretación, recuperando la lectura gramsciana de Maquiavelo, encuentra en el mito de la comunidad agraria enraizado en el imaginario popular, la clave para entender la legitimidad del Estado posrevolucionario.”

Antonio Gramsci preso en la cárcel reflexiono sobre el libro de Maquiavelo El Príncipe y apuntaba así al núcleo frágil y delicado implicado en la conformación de una relación estatal: “el que deriva de que el Estado no es una asociación natural o un epifenómeno de la economía, sino un artificio humano”.

Gramsci decía acerca de los hombres en batalla: “Los hombres que toman parte en los grandes movimientos sociales se imaginan su acción inmediata en forma de batallas que conducen al triunfo de su causa”.

La lectura también habla acerca de la identificación del pueblo indígena con sus tierras, sus dioses y la naturaleza. Menciona momentos importantes en la historia de México, como Juarismo y Porfirismo. También menciona el paso del tiempo cuando los campesinos perdieron sus tierras, empezando por la organización de tierras comunales y menciona que cuando Díaz cayó en 1911, sólo quedaba 5 por ciento en sus manos. Más de 90 por ciento de los campesinos de México perdieron sus tierras

Antepusieron una y otra vez el mito redentor de una comunidad cuya representación simbólica fue la tierra.

En esa construcción simbólica la tierra no significaba solamente un bien natural garante de la autosuficiencia material o un “modo de producir”. En la conservación de la tierra y de los bienes comunales que impulsó las rebeliones agrarias del siglo XIX estaba contenida la resistencia de un mundo de la vida que se negaba a ser disuelto: con su entramado de costumbres y reglas morales, su relación sagrada con la naturaleza, una vivencia lúdica del trabajo ajena.

Las comunidades también peleaban por las conservaciones de sus derechos políticos-territoriales que le permitían controlar su territorio, administrar sus bienes e impartir justicia.

Existió confrontación política entre la comunidad española y la comunidad indígena, los españoles por su parte exigiendo un nuevo orden político y los indígenas por su parte luchando por la autonomía de su pueblo y exigían respeto por sus tierras.

Ante la desaparición de las “repúblicas de indios”, forma con que la monarquía española reconoció derechos territoriales de las comunidades, la recuperación del ayuntamiento de raigambre liberal fue un ejemplo temprano de los recursos utilizados por las comunidades agrarias para preservar sus identidades, derechos territoriales y formas de gobierno.

Construcción de una república confederada de pueblos y comunidades autónomas, en la que el consejo municipal, la rendición de cuentas y la revocación del mandato serían los instrumentos de ejercicio de la función gubernativa y de intervención de los pueblos en los asuntos públicos.

Se menciona el Plan Socialista con el que los pueblos rebeldes de Sierra Gorda declararon en 1879 la guerra al gobierno porfirista fue un ejemplo ilustrativo de esa imagen mítica. Considerando que “Dios creó la tierra para todos los hombres, y por lo mismo todos deben ser dueños del suelo”, el Plan otorgaba a la nación la propiedad original del territorio, contemplaba el reparto, deslinde y restitución de tierras a los pueblos, las tierras comunales como bienes no enajenables administradas por consejos municipales, la gratuidad de los productos naturales del suelo común y una reforma política que daba a los consejos municipales sostenidos en los pueblos en armas las funciones de administración y gobierno de los pueblos.”

Los fenómenos culturales representaban varias cosas: conjunto estático de creencias y costumbres, formas simbólicas producidas y transmitidas en contextos y procesos históricos socialmente estructurados, conflictivos y divergentes que, en el contexto de relaciones de dominación, tenían para sus actores el trabajo y el tiempo, el bien común y la autoridad política, la moral y el derecho, la justicia y la injusticia.

“Gramsci cuando reflexionando sobre la compleja relación entre la dominación, el Estado y la política de las clases subalternas, sugería considerar el “folklore”, la religión y las corrientes populares del “derecho natural”: “aquel conjunto de opiniones y creencias sobre los ‘derechos propios’ que circulan ininterrumpidamente en las masas populares, que se renuevan de continuo bajo el impulso de las condiciones reales de vida y de la espontánea confrontación entre el modo de ser de las diversas capas”.

Una revolución genera marcos comunes materiales y significativos que, enlazando a élites dirigentes y clases subalternas, permite que la dominación sea consentida y establecida en una relación perdurable de mando/obediencia.

Estado es un concepto que refiere a un proceso relacional entre seres humanos (y no un aparato o conjunto de instituciones), entonces la relación estatal se conforma en el conflicto y la negociación entre élites dirigentes y clases subalternas, cuyas acciones están modeladas por la experiencia y encuadradas en entramados simbólicos cultivados en la historia. Comprender el modo de estructuración y funcionamiento de una forma estatal específica implica analizar cómo, por qué y desde dónde, en una configuración del mundo, se tejen los lazos materiales e inmateriales que unen a dominadores y dominados en una comunidad estatal: el tejido de vínculos que reproducen ese orden en la mente y en la conducta de los individuos consigo mismos y en sus relaciones con los otros, así como el conjunto de derechos, obligaciones y restricciones que, de hecho o de derecho, constituyen y recrean un modo de mandar y de obedecer, un modo de sujetarse y de insubordinarse y una forma de politicidad.

En la lectura se analiza el alcance de la Revolución Mexicana, se menciona grandes caudillos como Álvaro Obregón, Emiliano Zapata, Francisco Villa y Carranza y, también se menciona “pactos” como el Plan de Ayutla y el Plan de Ayala, se habla también sobre el reparto de tierras.

El golpe de Estado del general Álvaro Obregón definió en 1920 a la fracción militar triunfante de la revolución, pero no resolvió el núcleo conflictivo implicado en el restablecimiento de una relación

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