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El Origen De La Constitucion Colombiana De 1991


Enviado por   •  8 de Agosto de 2013  •  15.167 Palabras (61 Páginas)  •  1.154 Visitas

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Capítulo V

La séptima papeleta o el origen de la Constitución de 1991

Fernando Carrillo Flórez

Introducción

Una Constitución es a la vez un instrumento político, una arquitectura jurídica, la materialización de un momento histórico con voluntad de perdurar y una herramienta de consolidación democrática que expresa una concepción del poder político . El origen de la Constitución de Colombia de 1991 no puede separarse de la “Marcha Estudiantil del Silencio” al Cementerio Central el 25 de agosto de 1989, una semana después del magnicidio de Luis Carlos Galán. Tampoco puede divorciarse de la aparición de la séptima papeleta como punto de arranque de todo el proceso de cambio constitucional. Además fue una verdadera cruzada de lo que ahora se llama la sociedad civil emergente contra los obstáculos que impidieron durante décadas materializar una reforma constitucional en Colombia. Esos tres factores conjugados explican el desarrollo de un proceso que, lejos de lo que puede pensarse en un primer momento, es más propio de una sociedad con una tradición legalista y en últimas civilista y electoral como lo corroboran diversos capítulos de este libro . Ahí radicó la fuerza de la idea y las consecuencias inmediatas que generó en la historia constitucional de Colombia que quería abrir sus páginas de otra manera al siglo XXI.

La Generación de la Constituyente

La “Generación de la Constituyente” es una posterior a la denominada “Generación del Frente Nacional” pero una que le ha tocado sufrir tanto la media docena de violencias como el cambio cronológico y material de siglo. Y es sin duda la primera generación en Colombia de la globalización política. Por tal razón, los cambios profundos tanto en el plano internacional como de la sociedad colombiana debían llevar a encontrar respuestas consistentes con unas nuevas realidades donde lo único imposible era permanecer en la preservación del statu quo. Porque la fuerza libertaria de los vientos del huracán de la Europa del Este imprimió un gran sentido generacional a la participación en la lucha política. La presencia de estudiantes recién salidos de la adolescencia en las plazas de Pekín, Praga y Bucarest fue la materialización de un grito globalizante de ciudadanía. La onda de plebiscitos ambulantes no iba a dejarse interferir por quienes desde nichos privilegiados de una democracia representativa en estado de inercia querían frenar expresiones reales de una sociedad civil en ascenso.

Ortega y Gasset decía que una generación aparece cada 15 años. Es claro que el movimiento estudiantil de comienzos de los años noventa cubre toda una generación que luchó por encontrar respuestas distintas a lo propuesto por generaciones anteriores. Sin embargo, el proyecto generacional que tuvo como principal logro la Constitución de Colombia de 1991 no sólo incluye a quienes fuimos parte del movimiento de la séptima papeleta. Fue mas una reacción de conjunto a quienes se aferraban – y hoy algunos siguen aferrados- a la violencia como expresión valedera de una supuesta posición política. Las muertes de Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán fueron el factor que unió muchas voces de diferentes orígenes ideológicos para llegar a converger en el movimiento de la séptima papeleta. Fueron los hechos de ese fatídico 1989 los factores que gatillaron el proceso.

Un proceso constituyente que visto una década y media después, le extendería la partida de defunción a los argumentos de quienes después de perder esta oportunidad privilegiada de participación, se les acabarían las justificaciones políticas para acudir al uso de la violencia. Como se ha visto en los últimos meses en Colombia, no es una coincidencia que son hoy las fuerzas más progresistas de la sociedad colombiana quienes se han erigido en defensores de la Constitución de 1991.

No puede olvidarse entonces que a esta “Generación de la constituyente” se le cae el Muro de Berlín en la cara, la asalta el proceso naciente de la globalización y, en Colombia, le toca acostumbrarse a lidiar con el problema de la media docena de violencias – la política, la social, la económica, la guerrillera, la paramilitar, la terrorista, etc.- Frente a la lucha de generaciones anteriores tiene un parámetro muy alto en términos de ejecutorias: el proceso constituyente de 1991. Ordinariamente se dice que hay liderazgo cuando se logra que las cosas pasen, y a esta generación le tocó intervenir en este proceso único que se presenta pocas veces en la historia. La Constituyente fue pues un hecho generado desde la orilla de la sociedad civil y protagonizado por una generación que se estaba apenas asomando a la vida pública. Una generación que debía dejar atrás –entre otras cosas- el error imperdonable de confundir las elecciones con la democracia política .

El diseño y la innovación constitucional

El proceso constituyente de 1991 no es ajeno a las múltiples dificultades y grandes obstáculos propios de sociedades divididas como la colombiana . No es producto del azar que a partir de finales de los años ochenta , los procesos de “hacer las Constituciones” vayan mucho mas allá de reunir un grupo de expertos nacionales e internacionales para convertirse en verdaderos pactos de relanzamiento de acuerdos políticos y sociales dentro de la democracia. La obsesión por Constituciones “hechas a la medida” -y no documentos con instituciones prestadas o mal injertadas- ha sido una tendencia clara, pese a que en la práctica pocos países lo hayan logrado. Colombia misma desde su independencia ha sido víctima de copiar y homologar instituciones muchas veces híbridas y difíciles de poner en marcha. La excepcionalidad y especificidad de nuestra realidad llevó a mirar con escepticismo la simple importación de instituciones foráneas como sucedió en otros momentos de la historia institucional del país.

A ello había que sumar el camino ya recorrido en materia de intentos de reforma, bastante decantado respecto de lo que había que incorporar como nuevas normas constitucionales. Sin desestimar, claro está, el espacio para la innovación constitucional producto de la batalla de las ideas que se iba a dar tanto en el proceso pre-constituyente como constituyente mismo . Allí es sabido por ejemplo que la Presidencia americana en la Constitución de Filadelfia de 1787 –una de las contribuciones más originales a la teoría democrática- no fue un resultado planeado sino la consecuencia

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