El Principe
cxl75 de Junio de 2014
5.908 Palabras (24 Páginas)221 Visitas
INTRODUCCIÓN
En términos generales, Nicolás Maquiavelo es reconocido como el fundador, o al menos el precursor más sistemático del realismo político, corriente que toma las cosas como son en lugar de cómo deben ser, para de ello inferir los medios más adecuados a la consecución de ciertos fines específicos dentro del quehacer político. Pero también es identificado como uno de los ideólogos más importantes del absolutismo moderno, pues proporciona sobre todo en su obra más conocida, El Príncipe, elementos filosóficos de legitimación de esa forma de gobierno, a partir de argumentos racionales y totalmente seculares, prescindiendo por lo mismo de todo razonamiento religioso o sobrenatural.
Es mucho menos difundido el hecho de que Maquiavelo en realidad apoya y prefiere, cuando las condiciones lo permiten, un régimen republicano, que fundamenta también sobre bases enteramente racionales, y no ideales; por lo que no se puede decir que exista contradicción con los principios del realismo político, que muchas personas conciben como solamente compatible con regímenes centralizados y despóticos.
De muy pocos autores y de esta obra en especial, se ha hablado más por parte de quienes nunca lo han leído. Tal vez lo que más conozca el común de la gente sobre Maquiavelo, sea alguna que otra frase descontextualizada, y las interpretaciones de interpretaciones.
El Príncipe es un libro de poca extensión pero extremadamente conceptual. Es un tratado de ciencias políticas y el tema central es el poder. Cómo obtenerlo, cosa complicada, y cómo mantenerlo, algo mucho más difícil con seguridad. Sus razonamientos se basan en innumerables ejemplos históricos, que a cada paso surgen en el libro.
De Maquiavelo suele criticarse su falta de moralidad y ética. Este es un error importante. Maquiavelo hace su análisis sin importar si está bien o mal. No es la idea, la idea es contestar la pregunta cómo llego al poder y cómo lo mantengo. Él, basado en la historia y un análisis de la misma, marca cómo hacerlo. Él da una visión objetiva, como lo hace la ciencia. Describe y analiza. La pregunta no es si está bien o mal, la pregunta es cómo, y eso es lo que responde en ésta magnífica obra.
CONTENIDO
CAPÍTULO I
DE LOS GÉNEROS DE LOS PRINCIPADOS, Y DE LA FORMA EN QUE SE ADQUIEREN
Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres, fueron y son repúblicas o principados. Los principados son o hereditarios o como miembros agregados al estado hereditario del príncipe que los adquiere. Los así adquiridos se adquieren por las armas propias o por las ajenas, por la suerte o por la virtud.
CAPÍTULO II
DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS
Este capítulo señala como pueden y deben gobernarse los principados.
Es más fácil conservar un Estado hereditario, acostumbrado a una familia y basta con no alterar el orden establecido por príncipes anteriores, y contemporizar después con los cambios que pueden producirse. Es lógico que el príncipe hereditario sea más amado, y si no tiene un vicio extraordinario que le haga ser odiado, los suyos lo van a querer con naturalidad.
CAPÍTULO III
DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS.
Las dificultades que existen en los nuevos principados como miembro agregado a un conjunto anterior, así como sus incertidumbres, nacen de una simple dificultad que se encuentra en todos los principados nuevos, dificultad que consiste en que los hombres cambian con gusto de señor, creyendo mejorar, impulsados a tomar armas contra él en lo cual se engañan pues luego han empeorado. El príncipe se ve obligado a ofender a sus súbditos, de modo que tiene por enemigos a todos los que se les ha ofendido al ocupar el principado, y no se puede conservar como amigos a los que les han ayudado a conquistarlo porque no se pueden satisfacer las necesidades como ellos esperaban. Es natural que se ha vuelto poderoso recelo de la misma astucia o de la misma fuerza gracias a las cuales se ha obtenido la ayuda.
Los territorios revoltosos se pierden con más dificultad cuando se conquistan por segunda vez.
Estos estados que al adquirirse se agregan a uno más antiguo, de la misma provincia y de la misma lengua es muy fácil conservarlos, sobre todo cuando están acostumbrados a vivir libres; y para afianzarse en el poder, siempre que se conserven sus costumbres y las ventajas que gozaban, permanecerán tranquilos y pueden permanecer en total armonía. Se deben tener dos cuidados: que la descendencia del príncipe anterior desaparezca y que ni sus leyes ni sus atributos sean alterados.
Cuando se adquieren Estados en una provincia con idioma, costumbres y organización diferentes, surgen dificultades y uno de los remedios para la persona que los adquiera es que fuera a vivir en ellos, así se ven nacer los desórdenes y se pueden reprimir con prontitud, de este modo también adquieren más respeto y con mucha dificultad suelen perderlo.
Otro buen remedio es enviar a algunas colonias a alguno de los lugares que sean como llaves para aquel Estado.; las colonias no cuestan, son más fieles y entrañan menos peligro, los damnificados no pueden causar molestias porque son pobres y están demasiado aislados.
A los hombres hay que conquistarlos o eliminarlos, la ofensa que se le haga al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse.
Si en vez de colonias se emplean tropas, el gasto es mucho mayor, por el mantenimiento de la guardia, se perjudica e incomoda a todos y por lo cual, se vuelven enemigos.
"Una guerra no se evita sino se difiere para provecho ajeno"
El deseo de conquista es un sentimiento muy natural y común, y siempre que lo hagan los que pueden, antes serán alabados que censurados; pero cuando intentan hacerlo a toda costa los que no pueden, la censura es admitida.
Para evitar una guerra nunca se debe dejar que el desorden siga su curso.
Los estados que al adquirirse se agregan a uno más antiguo o son de la misma provincia, es muy fácil conservarlos, sobre todo cuando no están acostumbrados a vivir libres, y para afianzarse en el poder, basta con haber borrado de la línea del príncipe que los gobernaba porque siempre que se respeten sus costumbres y las ventajas de que gozaban permanecen sosegados.
Sólo con muchísima dificultad podrá perderlo.
Las colonias no cuestan, y son más fieles y entrañan menos peligro; y que los damnificados no pueden causar molestias, porque son pobres y están aislados.
El príncipe que anexe una provincia de costumbres, lengua y organización distintas a las de la suya, debe también convertirse en paladín y defensor, ingeniarse para debilitar a los de mayor poderío y cuidarse de que, bajo ningún pretexto, entre en su estado un extranjero tan poderoso como él, ya que se le adhieren todos los que sienten envidia y enseguida y de buena gana forman un bloque con el Estado invasor.
CAPÍTULO IV
POR QUE EL REINO DE DARÍO, CONQUISTADO POR ALEJANDRO, NO SE REBELÓ CONTRA LOS SUCESORES DE ÉSTE DESPUÉS DE SU MUERTE
Todos los principados de que se guarda memoria han sido gobernados de dos modos distintos: o por un príncipe que elige de entre sus siervos, que lo son todos los ministros que lo ayudaran a gobernar, o por un príncipe asistido por nobles, que no a la gracia del señor, sino a la antigüedad de su linaje, deben la posición que ocupan. Estos nobles tienen Estados y súbditos propios, que los reconocen por señores y les tienen natural afección. Mientras que, en los Estados gobernados el príncipe goza de mayor autoridad; porque en toda la provincia no se reconoce soberano sino a él, y si se le obedece a otro, a quien además no se le tiene particular amor, sólo se lo hace por tratarse de un ministro y magistrado del príncipe.
CAPÍTULO V
DE QUÉ MANERA DEBEN GOBERNARSE LAS CIUDADES O PRINCIPADOS QUE VIVÍAN BAJO SUS PROPIAS LEYES, ANTES DE SER ANEXADOS
Hay tres modos de conservar un Estado que estaba acostumbrado a regirse por sus propias leyes y a vivir en libertad: Destruirlo, radicarse en él o bien, dejarlo regir por sus leyes, obligándolo a pagar tributo y establecer un gobierno compuesto por un pequeño número de personas para que se encarguen de velar por la conquista.
Nada hay mejor para conservar una ciudad acostumbrada a vivir libre que hacerla gobernar por los mismos ciudadanos. El único sistema seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad así y no la aplaste, debe esperar a ser aplastado por ella. Sus rebeliones siempre serán representadas con el nombre de libertad. El recuerdo de su antigua libertad no les concede ni un momento de reposo y si los habitantes no se separan ni se dispersan, inmediatamente recurren a cualquier contingencia.
Cuando las ciudades o provincias están acostumbradas a vivir bajo un príncipe, y por la extinción de este y su linaje queda vacante el gobierno, por un lado los habitantes están acostumbrados a obedecer y por otro no tienen a quién, y no se ponen de acuerdo para elegir a uno entre ellos, ni saben vivir en libertad, y por último tampoco se deciden a tomar armas contra el invasor.
CAPÍTULO VI
DE LOS NUEVOS PRINCIPADOS QUE SE ADQUIEREN CON LAS ARMAS PROPIAS Y EL TALENTO
Los hombres siguen casi siempre el camino abierto por otros y se empeñan en limitar las acciones de los demás. Todo hombre que sea prudente
...