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¿El comportamiento del hombre es realmente distinto al de los animales?


Enviado por   •  8 de Noviembre de 2015  •  Prácticas o problemas  •  2.492 Palabras (10 Páginas)  •  154 Visitas

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¿El comportamiento del hombre es realmente distinto al de los animales? ¿En qué se diferencian?¿Cuáles son sus respectivos alcances?

Al conocimiento sensible le «siguen las tendencias, y mediante ellas, muchas veces, la locomoción o desplazamiento» . La estimulación exterior captada a través del conocimiento sensible y más específicamente a través de la estimativa en el animal produce una respuesta, despierta un apetito. Por ejemplo, la oveja que capta que el lobo está cerca siente miedo, o el perro que se esta comiendo un jugoso hueso siente gozo o placer. Como puedes darte cuenta para que se despierten estos apetitos o tendencias —miedo, gozo, etc.— hace falta que antes se dé el conocimiento.

Comparemos nuestro comportamiento con el de los animales ¿Son realmente distintos?

Por apetito sensible se entiende la inclinación o tendencia que sigue al conocimiento sensible de un bien concreto. Al conocer «la forma conveniente [aquella a la que está inclinado por naturaleza] se constituye en un fin; es atractiva en cuanto que conveniente; actúa como un imán para el que conoce. El efecto de esta atracción es, en el cognoscente, la apetición» . Para el animal carnívoro su presa es su fin y al conocerla se le presenta como conveniente, como atractiva.

Por el apetito sensible el animal se dirige a su propia plenitud o perfección, porque lo que conviene a su naturaleza se le presenta como un bien, como algo atractivo, mientras que lo que no le conviene a su naturaleza se presenta como un mal, como algo desagradable, rechazable.

Esta tendencia o inclinación se da en el animal sin que él conozca ni que ese bien es fin de su tendencia, ni la proporción que existe entre esta tendencia y el fin. Los fines a los que tiende el animal son instintivos, le vienen dados, «no son fines individuales, sino específicos, es decir propios de la especie e idénticos a los de cualquier otro individuo. El individuo animal no los elige: los recibe genéticamente y no puede no dirigirse hacia ellos. Una vez conocido el estímulo, en el animal la respuesta se desencadena necesariamente» .

A los instintos se les suele llamar inteligencia inconsciente para significar que el instinto es la organización de la conducta con base al conocimiento de los fines, pero sin que el animal sea capaz de proporcionarse esos fines .

En el hombre no se puede hablar propiamente de instintos, sino de pulsiones; en él se rompe la necesidad o automatismo del circuito estímulo-respuesta. En el hombre no todos los objetivos de sus actividades y el modo de llevarlas a cabo le vienen dados por la programación filogenética; la elección de los fines y los medios, y su puesta en práctica son en buena parte aprendidos e interviene la libertad.

Potencias apetitivas sensibles

Existen dos potencias apetitivas sensibles:

a) El apetito concupiscible o el deseo, que se origina por la captación de valores dados en el presente inmediato de la sensibilidad.

b) El apetito irascible o impulso, que se origina por la captación de valores en el pasado y el futuro según se articulan en la sensibilidad interna.

La valoración de la realidad y su consecuente deseo o rechazo ocasiona una serie de perturbaciones o afectos de la subjetividad que son las pasiones.

El apetito concupiscible o deseo

Es un tipo de tendencia sensible que busca bienes sensibles presentes. Su objeto propio es el bien conveniente, pero concreto y conocido en el presente por los sentidos externos. Para que se desencadene este deseo debe de estar presente la realidad externa que se apetece o representada por la imaginación.

Lo buscado por este apetito es el placer sensible, lo agradable fácil de conseguir. También conlleva el rechazo inmediato de algún mal sensible presente e inminente. Basta estar dotado del sentido del tacto para que se desencadene el deseo, pues si hay tacto hay conocimiento de lo agradable y desagradable, y se desea lo uno y se rechaza lo otro.

Los afectos o pasiones que resultan del apetito concupiscible son:

a) El amor, como inclinación, aptitud o connaturalidad con el bien, y el odio su contrario.

b) El afecto respecto al bien futuro que aún no se posee pero que está presente: el deseo, y respecto al bien presente que se posee: el placer o el gozo.

c) El afecto respecto del mal futuro que aún no se posee pero que está presente: la aversión, y respecto del mal presente que se posee: el dolor o la tristeza.

El apetito irascible o impulso

Es un tipo de tendencia sensible que busca bienes sensibles arduos. Es el deseo de un bien ausente y arduo de conseguir y también el rechazo de un mal físico que se prevé seguro. Su objeto propio es el bien sensible arduo que no está presente y respecto al cual hay que vencer una serie de dificultades antes de poseerlo. Se desencadena a raíz del conocimiento de los sentidos internos.

Los afectos o pasiones que resultan del apetito irascible son:

a) Respecto a un bien futuro que no está presente y se considera alcanzable: la esperanza, y si se valora como inalcanzable: la desesperación.

b) Respecto de un mal futuro que no está presente y se juzga inevitable: el temor, y respecto del evitable: la audacia.

c) Si se trata de un mal presente: la ira.

En el caso del hombre «se puede afirmar que el apetito irascible nace del apetito concupiscible, pero es superior a él: me hace discurrir. El bien arduo es más difícil, pero más rico que el puro presente de la posesión del objeto deseado, porque implica un ponerse en marcha, un proyecto...» .

¿A qué más llega el hombre en su comportamiento?

El circuito estímulo-respuesta en el caso del hombre es diferente al del animal. Estas son las cuatro grandes diferencias:

1) El hombre puede captar lo real en sí, sin que medie necesariamente un interés orgánico, sin establecer una relación entre el objeto percibido y la situación corporal propia (se ve que entre el hombre y el objeto no hay nada).

El animal, en cambio, refiere los objetos sólo a sus necesidades orgánicas, y los percibe dentro del marco de estas necesidades y apetencias. El hombre, sin embargo, no tiene la estrechez perceptiva del animal: éste tiene unos receptores limitados, y unas respuestas limitadas y adecuadas a los receptores, y capta el objeto sólo en cuanto

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