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El cristianismo, la luz en las tinieblas.


Enviado por   •  16 de Julio de 2016  •  Tesinas  •  2.114 Palabras (9 Páginas)  •  208 Visitas

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El Cristianismo, la luz en las tinieblas

   La imagen que en general todavía prevalece en nuestra sociedad es que la Edad Media fue un período oscuro, un interregno entre dos épocas brillantes de nuestra cultura: el período clásico greco-romano y el Renacimiento. Esta barbarie y ausencia de civilización  sería en gran parte culpa de la Iglesia que habría restringido las fuerzas creadoras del hombre y el avance de la razón. Esta caricatura ya no la sostiene ningún historiador serio.

No es casualidad que en Francia, Alemania, Inglaterra, Italia y los Países Bajos, el centro del accionar económico, espiritual y político de la Iglesia medieval, la población se triplicara entre el año 1000 y el 1300. Un crecimiento inédito hasta entonces en la historia de la humanidad. A contrario del rol oscuro que algunos historiadores decimonónicos quisieron darle, la Iglesia fue la “luz en las tinieblas”. Thomas Wood afirma, provocadoramente, que la Iglesia en realidad construyó la civilización occidental.

   Caída Roma, la Iglesia asumió en Europa el papel de civilizar y servir de contrapeso a la aristocracia guerrera bárbara. Tuvo un rol crucial en la formación de la cultura occidental  al imprimirle un sello trascendente, empapando a los nuevos estados bárbaros con la visión cristiana de la sociedad. Le Goff lo llama “el descenso del cielo en la tierra”.

   Si algo caracteriza a la Edad Media fue su sello cristiano, por eso Luis Suárez no habla de Europa, sino que de “Universitas Christiana”. Los textos de la época  lo ratifican: ‘El Concilio de Lyon de 1245 reunió prelados ‘procedentes de todos lo ancho de la cristiandad’; en Prusia, los caballeros teutónicos partieron en campaña para ‘ampliar las fronteras de los cristianos.

   Tal como lo hizo en el mundo romano, la Iglesia Cristiana Occidental no pretendió, en general, disputar el poder político sino que encauzarlo. Su a influencia era principal, pero no únicamente espiritual. El objetivo más importante de cualquier hombre medieval, noble o villano era la salvación de su alma y eso pasaba por la comunión con la Iglesia y la jerarquía civil.

    El mejor ejemplo de esta influencia es Carlomagno, el “padre de Europa” que asumió como su misión el expandir la civilización cristiana en las tierras bárbaras europeas. El imperio Carolingio fue el resultado de la unión del estado bárbaro con el cristianismo y se apoyaron mutuamente para instaurar un gobierno teocrático, el imperio cristiano europeo.

   Cuando cayó el Imperio Romano, la Iglesia quedó como el elemento común que intentó encauzar y limitar los excesos de los estados bárbaros que le sucedieron. Europa fue entonces una unidad religiosa más que política.

Se opuso a prácticas arraigadas en el mundo germánico. Combatió al aborto, el abandono de niños, el adulterio, la usura, promovió el matrimonio estable, defendió la propiedad privada, pero con la limitación de que se buscara hacerla productiva, reglamentó las herencias para limitar las luchas dinásticas.

En esta sociedad orientada a lo trascendente, La Iglesia era su reserva moral, su energía vital.  Duby lo describe magníficamente:

‘La sociedad de aquel tiempo creía firmemente en la solidaridad, en la responsabilidad colectiva. Tanto en el bien como el mal. Cuando un villano cometía un crimen, todos se sentían manchados. De igual modo pensaban salvarse por la pureza, por las abstinencias de algunos delegados. Estos eran los monjes. Un puñado de hombres encargados de desviar con gestos y fórmulas la cólera de cielo, de captar el perdón divino y de difundir en torno a ellos este rocío benéfico.’

   En segundo lugar, fue la depositaria de la cultura clásica y del conocimiento. En los monasterios e iglesias se preservó la cultura griega y romana y se desarrolló toda la labor intelectual de Europa. Floreció la música, la arquitectura, el arte, la pintura; se copiaron los clásicos y se mantuvo vivo el estudio de la fe y la razón. Esta fue promovida y apoyada por la Iglesia y no restringida como ahora se nos quiere hacer creer.

    Las universidades se formaron  en su mayoría a partir de las escuelas catedralicias y fueron el centro del desarrollo intelectual del medioevo. Paris, Chartres, Canterbury, Oxford, Reims, Laon, Bolonia fueron los centros intelectuales de Europa.  La Iglesia proporcionó a los estudiantes universitarios una protección especial, extendiéndoles los beneficios jurídicos del clero. En las universidades se desarrolló el razonamiento y la discusión, el método escolástico se basó en el cuestionamiento, confiando la Iglesia que la razón sólo podía conducir a un conocimiento más perfecto de  Dios y la obra divina.

   La visión trascendente inspiró también el arte medieval, elevándolo como una forma privilegiada de acceder a Dios. Las catedrales medievales de Europa son a juicio del historiador Paul Johnson, ‘el mayor logro de la humanidad en el conjunto del teatro del arte’. Es imposible no sobrecogerse por estos magníficos monumentos de espiritualidad y perfección artística, conociendo además el enorme esfuerzo económico y tecnológico que requirieron. Existe una leyenda mencionada por Jacq y Brunier .

‘Un burgués de la Edad Media pasaba un día delante de una de las numerosas canteras que en aquella época se habían abierto. La curiosidad le indujo a acercarse a un pequeño grupo formado por tres canteros y, al cabo de unos instantes de observación, se atrevió a hacer una pregunta indiscreta.

-¿Qué haces?-interrogó al primero.

-Me gano la vida-le contestó el obrero.

-¿Y tú?-interpeló al segundo.

-Labro un bloque de piedra-repuso el hombre.

-¿Y tú?.-preguntó al tercero.

-Construyo una catedral-dijo el Compañero del Deber’

Esta simple respuesta nos ejemplifica cómo la Iglesia le da sentido a la vida del hombre común, el movimiento ascendente hacia Dios logra sacar lo mejor del hombre medieval.

   El papado se mantuvo como el árbitro supremo que dirimía disputas y deponía nobles y reyes que transgredían el derecho cristiano. Un conjunto de reglas, derechos y deberes conocidos y escritos se desarrolla en Europa a partir del Derecho Canónico y paulatinamente desplaza a las “ordalías” y al derecho consuetudinario que caracterizaban al derecho germánico.

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