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La luz entró en las tinieblas, y la oscuridad no la entendió


Enviado por   •  13 de Mayo de 2017  •  Apuntes  •  1.673 Palabras (7 Páginas)  •  439 Visitas

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Luz en las tinieblas.

"La luz entró en las tinieblas, y la oscuridad no la entendió"

La casa. Ted Dekker & Frank Peretti.

En las tinieblas he nacido, en las tinieblas he gozado, en las tinieblas me he quedado, en las tinieblas he creado mi ser. Pronto todo estará en ellas.

El agua caliente del grifo comienza a desentumir mis dedos mientras lavo hábilmente mis manos. Oh, qué placentero es sentir como el frío que con anterioridad gocé irse de forma lenta, pues vaya que la sangre puede ponerse helada al estar horas fuera de su guarida, y más en una larga ceremonia como la que tuve la dicha de hacer.

La primera vez que tuve el valor de esparcir todo el líquido vital fue a un pobre animal, un pequeño perro que era mi mascota. Lo amaba tanto, tanto, tanto; que yo no quería que sufriera en este asqueroso mundo. Así que con todo mi amor comencé a abrazarlo hasta que empezó a patalear en mi pecho, llegaron los aullidos y parecía que por fin descansaría para siempre. Pero me tenía que asegurar, así que tomé la navaja que llevo conmigo y corté en su pequeño cuerpecito, oh pero qué feliz estaba. Había salvado a mi amada mascota del malvado mundo. El problema llegó cuando estaba terminando mi acción pura, pues la estúpida de mi vecina observó todo. Yo volvía de haberme limpiado de mi acto, y ella estaba allí, se agachó y tocó el cuerpo de la pobre criatura, y se manchó del rojo que desparramé por todo el suelo.

Sus ojos se abrieron más y entonces me acusó -¡¿Pero qué has hecho Alba?!- Jamás olvidaré sus palabras tan dulces como lo puede ser una niña pequeña, pues entonces tendríamos unos ocho años ambas. Sabía cómo me libraría de ella, de todo, lo hice y lo hago.

Comencé a gritar lo más alto que podía, entonces mi madre apareció asustada y vio el pecado en el que estaba metida.

-Pero... ¡¿Qué ha sucedido aquí?!- Quiso saber de inmediato, mientras me llevaba a sus brazos.

-¡Lo ha matado mami, a mi perrito, lo ha matado!- Dije con voz ahogada y fingiendo unas lágrimas.

La pobre imbécil de mi vecina no supo qué hacer, al día siguiente desapareció ella y su familia. Mi madre dijo que se fueron a un sitio mejor, a donde ayudarían a la pobre niñata. Y también me dijo que me compraría otra mascota.

Yo estaba muy contenta, había salvado a mi perrito de un mundo cruel, me había librado de la entrometida vecina y tendría otro perrito a que sin duda, salvaría.

Pero ya hace unos años de esto, ahora ya no salvo animales. Desde aquel entonces comenzaron a temerme, pues los que ahora me acechaban no eran otros que demonios, y yo como agradecimiento, los acecho a ellos.

Las personas no son como los animales, son más difícil de purgar, pero son más fáciles de engañar; palabras bonitas, obsequios presuntuosos y halagos que los enaltecen, haz todo esto y creerán que pueden confiar en ti y es entonces cuando puedes comenzar a salvarlos, primero se resisten a que los toque, pero al final ruegan porque los asesine. Tremendos cambios, y me acusan de loca a mí. Ja-Ja-Ja.

El agua, que ahora quema mis dedos me trae de nuevo al presente.

Tomo el cuchillo de la ceremonia y comienzo a verlo, manchas de sangre están en la hoja afilada, en la punta aún hay sangre liquida, me llevo ésta a la boca y mi lengua acaricia la filosa extremidad, lo hago tan rápido que me cortó y pronto comienza a salir más sangre de mi lengua. Mi sangre y la sangre de mi víctima se mezclan en mi boca. Las penas bailan entre ellas y yo encuentro un gozo indescriptible.

Me relajo totalmente, respiro hondo y siento cómo todo cambia. El aire es más pesado, la temperatura ha subido y todo se siente más pequeño. Él ha llegado; lo odiado,  lo sucio, lo feo, lo impuro, lo indescriptible, lo nauseabundo, lo temido, lo prohibido, lo oscuro, lo inmortal, lo inaguantable, lo blasfemo... mi señor ha llegado.

Me apresuro a llegar a la mesa, he preparado un banquete, velas de llamas diminutas ofrecen su pobre luz a la habitación. Tomo asiento y espero que mi invitado haga lo mismo. No lo veo por ningún lado, pero sé que está aquí. Todo dice que está aquí.

Finalmente, después de unos minutos de espera las llamas encarceladas de las velas comienzan a rebelarse, se hacen más grandes y estrechas, dando suficiente luz como para creer que estoy en el infierno, pero después se apagan, pareciera que vitorean a mi señor y después se consumen, cansadas. Pero de pronto vuelven a encenderse, calmadas y quietas. Respetuosas ante el hombre de sombrero que tengo en frente, al otro lado de la mesa.

La luz sólo me permite ver su silueta, pero me enfoco en esos dos puntos de fuego que están en sus ojos; ardientes, deseosos de una buena cena.

El silencio habla por nosotros hasta que yo lo rompo

-Se ha demorado bastante, la cena está fría ya- Le comento con una sonrisa pícara.

-Yo aún siento tu calor- Me dice con los ojos tragando mi ser.

-Qué halagador- Digo con una sonrisa más grande -¿Le apetece comenzar entonces?

-No es tan fácil, no he aceptado aún.- Me dice él mientras se acerca a mí, conforme hace eso, las llamas de las velas que tiene por delante se consumen, después todo al Señor de la Oscuridad la luz no lo toca, me confirmo a mí misma.

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