Ensayo Zapata

LA REVOLUCIÓN Y LA CONSOLIDACIÓN

DEL NUEVO SISTEMA.

En la última etapa del Porfiriato, el principal opositor fue Francisco I. Madero (1873-1913), liberal, que se alzó contra Díaz. Una vez en la presidencia, tras el exilio de éste (1911), Madero no contó con los apoyos ni con los medios para emprender la transformación profunda que el país demandaba. Las protestas populares en petición de tierras y otras reivindicaciones no menos básicas, derivaron en una revolución que tuvo varios focos, el primero de los cuales se había manifestado en Puebla (1910). En el sur se extendió un movimiento agrarista encabezado por Emiliano Zapata (1879-1919), y otro movimiento, igualmente espontáneo y animado por ideas socialistas y anarquistas, fue capitaneado por Ricardo Flores Magón (1973-1922).

Sobrepasado por los acontecimientos, el moderado Madero acabó asesinado, mientras Estados Unidos, velando por los grandes intereses que había acumulado durante el Porfiriato, maniobraba para que el poder efectivo no escapara a su control. Tras la muerte de Madero, el general Victoriano Huerta (1845-1916) asumió la presidencia y trató de orientar la situación en beneficio de aquellos intereses.

El movimiento revolucionario, sin embargo, no pudo ser contenido, y el país quedó dividido en tres zonas dominadas, respectivamente, por el guerrillero Doroteo Arangon, llamado Francisco Villa (1877-1923), en el norte; el general Venustiano Carranza (1859-1920), constitucionalista, apoyado por el general Álvaro de Obregón (1880-1928), en el centro; y Zapata, que continuaba bien asentado en el sur. El intervencionismo estadounidense logró la expulsión de Huerta del poder, y el nuevo presidente, Carranza (1914), tuvo graves dificultades para sacar el país adelante del caos en el que se había precipitado, aunque acabó por imponerse: Obregón derroto a Villa (1915), y se urdió una conjura que acabó con la vida de Zapata.

Se promulgo la constitución de 1917, liberal, con concesiones socialistas. Se dictó asimismo una ley agraria favorable a los intereses de los campesinos, pero las dificultades de su aplicación le restaron eficacia.

Carranza pareció asesinado en 1920 y Obregón se hizo con la presidencia, desde donde se entregó a la tarea de encauzar institucionalmente la Revolución. Se encargó de dejar resuelta su secesión, que en 1924 recayó en Plutarco Elías Calles (1877-1945), quien si bien hubo de plegarse a las presiones estadounidenses en materia de reforma agraria, concesiones petroleras, etc., acentuó los aspectos más anticlericales de la Revolución. Esta política genero una reacción ultra católica (guerra cristera, 1927-1930) de la que fue víctima mortal Obregón, que se proponía concurrir a las elecciones de 1928. En 1929 se hizo realidad el proyecto de aquel dirigente, y se creó el Partido Nacional Revolucionario (denominado Partido Revolucionario Institucional PRI, en 1949), que acabó convirtiéndose en un sistema establecido que ha monopolizado la política mexicana hasta nuestros días. Los postulados revolucionarios quedaron relegados, pero la paz pública y el reformismo incrementaron la prosperidad del país, si bien persistieron las grandes desigualdades sociales.

En 1934 accedió a la presidencia el general Lázaro Cárdenas (1985-1970), que se propuso avanzar, en lo posible, en los objetivos que en otros tiempos se marcaran los revolucionarios. Así, en su época se efectuó el mayor reparto de tierras entre el campesinado y se nacionalizó la industria petrolera. Esta etapa reformista concluyó con la presidencia de Emanuel Ávila Camacho, a partir de 1940. Siguió una época de crecimiento industrial y reactivación de las inversiones estadounidenses, política que continuó Miguel Alemán (desde 1946).

EL ZAPATISMO TEMA A DESARROLLAR

El 12 de septiembre de 1909 fue elegido presidente de la Junta de Defensa de las Tierras de Anenecuilco. Cuando las fuerzas armadas de los terratenientes acudieron al lugar, encontraron a la gente trabajando pacíficamente la tierra, pero con la carabina al hombro. Ese fue el principal planteamiento de Zapata: defender el derecho del pueblo a la tierra, que significaba el derecho a la existencia misma de las comunidades campesinas. Su insistencia, su intransigencia en este punto, hizo que la voz de los campesinos fuera escuchada. "Yo estoy resuelto a luchar contra todo y contra todos sin más baluarte que la confianza y el apoyo de mi pueblo". Escribió Zapata en una carta dirigida a Gildardo Magaña.

En 1910, al estallar la revolución, Zapata se incorporó a las fuerzas maderistas, atraído por las demandas agrarias del Plan de San Luis. Pero una vez que triunfó este movimiento, el reparto de la tierra no se llevó a cabo. Los hacendados, aprovechando que el ejército porfiriano se mantuvo en pie, presionaron para que las fuerzas campesinas fueran desarmadas y urdieran una traición que por poco le costaba la vida a Zapata. "Quiero morir siendo esclavo de los principios, no de los hombres", escribió Zapata en otra de sus cartas.

En esas condiciones, Zapata reorganizó a su ejército y tomó Yautepec, Cuautla y Cuernavaca. Al triunfo de la revolución maderista, se negó a deponer las armas mientras no se hiciera efectivo el

Reparto de tierras.

Esta actitud la mantendría hasta el fin de su vida, la cual le provocó enfrentamientos con quienes ocuparon el poder, mostrándose fiel a los principios del Plan de Ayala, ideario agrarista en el que se reflejaban los anhelos de los campesinos, sintetizados en la frase "Tierra y Libertad". La recuperación de las tierras que les habían quitado a los campesinos era su objetivo principal.

A partir de la proclamación del Plan de Ayala, los zapatistas defenderían su resolución contra los gobiernos de

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