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Entre Risas Y Llantos Una Mirada A Las Costumbres Muiscas


Enviado por   •  2 de Junio de 2014  •  4.889 Palabras (20 Páginas)  •  311 Visitas

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ENTRE RISAS Y LLANTOS. UNA MIRADA A LAS

COSTUMBRES MUISCAS A TRAVÉS DE LOS

CRONISTAS

Abel Fernando Martínez Martín

MD. Mgs. Hist.Profesor Asociado Escuela de Medicina UPTC

Director Grupo de Investigación Historia de la Salud en Boyacá-UPTC

El descubrimiento de las tierras de los muiscas resulta del hallazgo de unos panes de sal

y de unas mantas de algodón, hallazgo que confirma la gran actividad comercial de este

pueblo al comienzo del siglo XVI, cuando los muiscas habitaban los valles interandinos

de clima frío y las tierras templadas de la Cordillera Oriental colombiana, desde los

páramos de Sumapaz, al Sur, hasta el Chicamocha, al Norte, en los actuales

departamentos de Cundinamarca, Boyacá y parte de Santander del Sur. Los españoles

se encontraron con una sociedad organizada, con una compleja organización política y

religiosa y con una muy variada producción agrícola, autosuficiencia alimentarla y un

sistema de intercambio mediante ferias y mercados. (Langabaek , 1985)

De familia lingüística chibcha, los Muiscas ocupaban, a la llegada de los 167

conquistadores europeos, el altiplano cundiboyacense: habían llegado a finales del

primer milenio de nuestra era, constituyéndose, ocho siglos más tarde, en la cultura más

desarrollada de las existentes en nuestro país, en el momento de la conquista.

Habitaban un territorio densamente poblado con alto grado de centralización política;

pueblo festivo que trabajaba la cerámica y los textiles; poseían oro elaborado,

herramientas de piedra y hueso, terrazas de cultivo y obras de regadío.

Los muiscas vivían en bohíos que estaban dispersos en las zonas de cultivo, vivienda de

planta circular, de techo cónico, pajizo, con paredes de bahareque, puertas hechas con

cañas, que ataban con una cuerda y ventanas pequeñas. Dividían el interior con un

tabique. El techo era también de caña tejida con hilos de colores. Pueblos y ciudades

nacen tras la conquista. Según el cronista Herrera: “No había en estas provincias pueblos

grandes, sino que cada principal tenía en sus tierras tres o cuatro casas juntas, y los otros, cada

uno adonde sembraba tenía la suya”. (1600) (Londoño, 2005)

Muiscas, Laches y Guanes, los tres de familia lingüística Chibcha, tenían un libre

mercado, por donde circulan intensamente mercancías entre ellos y con sus vecinos

Caribes y Arawac, en días señalados. Se intercambia coca por mantas, mantas por oro;

miel y cera de abeja, loros y papagayos y yopo; cuentas de collar, cal, calabazos; leña,

alfarería, algodón, caracoles y plantas medicinales; se intercambia tabaco, borrachero,

trementina, tunjos, productos vegetales, pescado, piezas de caza, esmeraldas y sal. Los

cronistas insisten en que los Muiscas disfrutan el comercio.

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1- LA LIMITACIÓN DE LAS FUENTES

Los vencedores son los que escribieron esta historia. Lo escrito por los cronistas sobre

los Muiscas, la mayoría de ellos sacerdotes, desde su europea y católica cosmovisión,

fue minuciosamente revisado y censurado. El libro quinto de la Recopilación Historial

de Fray Pedro de Aguado, que contenía la descripción de los Muiscas del cronista

franciscano fue destruido. Lo que sobrevive está lleno de enmiendas, tachaduras,

páginas arrancadas, además de observarse la supresión de palabras como conquista y

guerra o “algunos pasajes que no estaban de acuerdo con el pudor o la decencia”. Lo que

creemos fuentes originales: “son apenas transcripciones de versiones primitivas, enmendadas

por la censura” (Friede. 1965. p. 327).

Una Real Cédula, de 1577, cuatro décadas después de la conquista ordena: “no consentir

que (...) persona alguna escriba cosas que toquen a supersticiones y manera de vivir que estos

indios tenían”. (Friede, 1965. p. 329). A pesar de lo poco que tenemos, de la censura, de

ser frágil y fragmentario, esto es lo que podemos reconstruir sobre las costumbres de los

Muiscas, a través de las fuentes etnohistóricas:

2- LOS MUISCAS EN EL MOMENTO DE LA CONQUISTA

Los cronistas, desde Jiménez de Quesada, reseñan al conocer los Muiscas, que se trata

de gente diferente a la que han visto en la Costa y el Magdalena. Castellanos habla de

"¡Tierra buena! Tierra buena! Tierra que pone fin a nuestra pena, Tierra de oro, tierra bastecida,

Tierra para hacer perpetua casa, tierra de grandes pueblos, donde se ve gente vestida"

(Castellanos. p. 593).

Aseguran los cronistas que los muiscas eran más comerciantes que guerreros y que los

de Tunja eran menos belicosos y más religiosos. Comentan la alta calidad de las mantas

elaboradas por los muiscas, que le dieron nombre al Departamento de Boyacá y fueron

uno de los principales artículos de tributo en la Colonia. (Cardale, 2005).

La diferencia en los mitos de origen entre Muiscas del Sur y del Norte, sus diferencias

lingüísticas; las variadas formas de enterramiento: las guerras que mantenían el Zaque

de Tunja y el Zipa de Bacatá; diversas tradiciones cerámicas, etc. indican, que no se trata

de un pueblo tan homogéneo como se había planteado. No existió nunca un Estado

Muisca, sino que, a partir de las unidades fundamentales o capitanías, se organizó el

poblamiento, la territorialidad, la propiedad comunal de la tierra y, en general, la

estructura sociopolítica de los cacicazgos muiscas.

Al momento de la conquista, además de estar en guerra con sus vecinos caribes los

Panches, el Adelantado Jiménez de Quesada dice que los “señores y provincias” de Tunja

y Bogotá: “siempre han traído muy grandes diferencias de guerras muy continuas y muy

antiguas”. Y habla de sus costumbres guerreras: “si vencen en la guerra, hacen grandes

alegrías, y de los vencidos sacrifican los niños, cautivan las mujeres: matan los hombres aunque

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se rindan; sacan los ojos al señor o capitán que prenden. Y hazanle mil ultrajes en cada una de

sus fiestas, hasta que el tiempo lo mata.”(Jiménez de Quesada. p. 127)

En las luchas de la conquista, los Muiscas cargaban sus momias a la espalda para que

sirvieran de ejemplo en el combate: “En sus batallas tienen una cosa extraña, que los que han

sido hombres afamados en la guerra y son ya muertos les confeccionan el cuerpo con ciertas

unturas que queda toda la armazón entera sin despegarse: y a estos los traen después en las

guerras así muertos cargados a las espaldas de algunos indios para dar a entender a los otros que

peleen como aquellos pelearon en su tiempo pareciéndoles que la vista de aquellos les ha de poner

vergüenza para hacer su deber, y así cuando las batallas primeras que con los españoles

hubieron venían a pelear con muchos de aquellos muertos a cuestas.” (Jiménez de Quesada. p.

131) El cuerpo momificado conserva la memoria de los héroes muiscas.

Fuentes etnohistóricas y arqueológicas, evidencian que la alimentación de la población

muisca era abundante, variada, equilibrada en proteínas vegetales como maní, fríjoles o

coca y proteína animal como curí, venado, pescado, hormigas, orugas, aves y animales

de monte. Completa su dieta la capacidad desarrollada por los Muiscas para

aprovechar los diferentes pisos térmicos para obtener gran variedad de alimentos, su

habilidad para el intercambio de productos con los pueblos de las tierras bajas y el

papel que desempeña el Cacique en la redistribución de alimentos en época de escasez.

Fernández de Oviedo consigna la abundancia: "En dos años que duró aquella conquista,

ningún día dejó de entrar en el campo de los cristianos todos los bastimentos en mucha

abundancia de todo lo que es dicho, tanto, que hubo días de cien venados y ciento y cincuenta, y

el día que menos, treinta venados, conejos y cories, día de mil y de ahí abajo. En fin, es abundante

tierra desas cazas o monterías" (1548) (Oviedo, 1959. p.110)

Vivían del maíz, del que obtenían el pan y el vino, a decir de los cronistas, de la papa y

los tubérculos andinos, del comercio de la sal, de las mantas de algodón, que pintaban a

pincel y de las verdes y sagradas esmeraldas. Hacían sonar los caracoles marinos como

trompetas. Criaban curies, fumaban tabaco, mambeaban coca, comían ají, usaban

plantas medicinales, conocían la trepanación y la momificación; no usaban arco ni

flecha, usaban mochila, contaban de 20 en 20, reverenciaban a las arañas, hacían

sacrificios de prisioneros o de niños esclavos vírgenes, los Moxas, que compraban en los

Llanos, trataban con gran consideración, engordaban y luego sacrificaban, mientras no

hubieran perdido la virginidad. Sacrificaban también loros y papagayos, aves que

enseñaban a hablar para luego inmolar, porque consideraban que por el habla, algo

tendrían de humanas.

Oviedo cuenta como distribuían su tiempo: "Dividen los meses o lunas en tres partes y los

diez días primeros, casi la mayor parte del día y toda la noche, comen una hierba que se dice hayo

(coca) (…) y en este tiempo no comunican a sus mujeres y duermen en diversos apartamientos.

Y los otros diez días segundos se ocupan en sus labranzas, y contrataciones y negocios; y los

últimos o postreros diez días del mes toman para su recreación e comunicación con sus

mujeres."(Duque Gómez. p. 491-2)

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Sobre la enfermedad, el cuidado del enfermo y la muerte dice Simón que los

Muiscas: “No desamparaban sus enfermos como lo hacían otras naciones cuando estaban en

el artículo de la muerte, pues antes se juntaban muchos a verle morir, hasta que había

espirad.” No exaltan el dolor como lo harán los cristianos de la Contrarreforma: “Tenían

por dichoso al que moría de algún rayo o por accidente o muerte repentina, porque había pasado

sin dolores esta vida.” (Simón. p. 406)

Necropompa, es decir, entierros de sus mujeres vivas y de sus esclavos a la muerte del

Cacique, describe Castellanos en los Muiscas: "Hacen estos sepulcros muy profundos / y en

lo más bajo ponen a los reyes (...) E ya cubierto de terrena capa, / encima de aquel lecho poderoso

/ ponen a las mujeres desdichadas, / de las que más quería tres o cuatro / o más o menos; que

sepultadas vivas, / cubriéndolas con otra lechugada, / encima de la cual van los esclavos." Juan

de Castellanos agrega que en señal de duelo: “en la celebración de los entierros / se suelen

poner mantas coloradas / y no menos con bija rubicunda /se tiñen muchos hasta los cabellos. /

Porque su luto de ellos es aqueste.” (Castellanos. p. 1163)

Simón describe diferentes formas de enterramiento: “Otros secaban los cuerpos de

sus difuntos a fuego manso en barbacoas, y en otras las ponían dentro de bohíos que tenían

dedicados como para entierros. A otros enterraban sólo envueltos en una manta en los

campos, sobre cuya sepultura plantaban un árbol.”

El duelo continúa seis días con encuentros familiares, en medio de cantos a la

memoria del difunto, música, coca, chicha y bollos de maíz: “La gente más honrada

lloraba sus difuntos otros seis días después de enterrados, y aun les hacían por algunos

tiempos sus aniversarios, convidando para éstos sus deudos y parientes que juntos

lloraban al difunto al son de unos tristes instrumentos y voces que cantaban en endechas

los grandes hechos del difunto. Alegrábanse al último con su vino y mascar hayo (...)

La gente ordinaria convidaba para estos llantos, y con bollos de maíz que daban al fin de

ellos a los convidados, quedaban acabadas las exequias.” (Simón. p. 407)

3- COMO ERAN Y COMO SE VESTÍAN LOS MUISCAS

Sobre la buena “hechura” de las muiscas y sobre sus vestidos y adornos escribe Jiménez

de Quesada: “la disposición de esta gente es la mejor que a visto en indias especialmente las

mujeres tienen buena hechura de rostros y bien figurados, no tienen aquella mala manera y

desgracia que las de otras que havemos visto ni aún son en la color tan morenas ellos ni ellas

como los de las otras partes de Indias.”

Sus vestidos: “son mantas blancas y negras y de diversas colores ceñidas al cuerpo que las

cubren desde los pechos hasta los pies, y otras encima de los hombros (…) andan cubiertos

todos. En las cabezas traen comúnmente unas guirnaldas hechas de algodón con unas rosas de

diferentes colores de lo mismo que les viene a dar en derecho de la frente. Algunos caciques

principales traen algunas veces bonetes hechos allá de su algodón (…) algunas mujeres de las

principales traen unas cofias de Red.” (Jiménez de Quesada. p. 132)

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Castellanos dice que de Bochica tomaron los Muiscas el ejemplo de andar descalzos, con

el traje de algodón a su usanza y largos los cabellos, que de negro se teñían, pero a

diferencia del mítico Bochica señala que “barbas a muy pocos ocupan las mejillas”. Rasgar

vestiduras y cortar cabellos “lo tienen por afrenta grave” (Castellanos. p. 1154).

Pinturas, adornos y joyas simbolizan y representan el poder y por lo tanto, estaban

reservadas a los poderosos: “estaban limitadas las pinturas, galas, joyas y en sus

vestidos y adornos a la gente común, y concedido el privilegio a los usaques y a los más

caciques y otros principales licencia para poder traer las narices y orejas horadadas y

ponerse en ellas y en el cuello las joyas de oro que quisiesen, como también estaba

concedido a los jeques”. (Simón. p. 395)

Los Muiscas se bañaban varias veces al día para sorpresa de los españoles, para quienes

bañarse tanto era innecesario y pecaminoso. Utilizaban el baño ritualmente, para madre

e hijo después del parto, en la menarquia, en el rito de iniciación masculino y en el baño

ritual del Cacique Guatavita, cuyo cuerpo desnudo se unta de trementina a la que se

adhiere el polvo de oro y así El Dorado se lanza desde la balsa a la sagrada laguna. Los

Muiscas consideraban a las numerosas lagunas andinas y a las fuentes de agua como

lugares sagrados a donde sus jeques acudían a depositar las ofrendas. La diosa Bachué

sale y retorna, cumplida su misión, a la laguna de Iguaque; de la chicha derramada nace

en Tunja el mítico Pozo de Hunzahua; el Jeque se baña al graduarse tras largos años de

sólo poder lavarse la punta de los dedos. Bañarse en ríos y lagunas, hombres y mujeres,

fue considerado como hábito obsceno y por lo tanto fue perseguido por autoridades

eclesiásticas y civiles de la Corona.

4-UN SEVERO CÓDIGO PENAL

Pueblo muy religioso y muy ritual, con normas morales claramente determinadas y un

severo código penal. Narra el conquistador español, en su Epítome, las penas que

aplicaban a los que contravenían las normas: “los delitos ellos los castigan muy bien,

especialmente el matar y el hurtar, y el pecado nefando (no consienten putos).” (Jiménez de

Quesada. p. 134)

No es gratuito que la Loma, que hoy llamamos de San Lázaro, en Tunja, la llamaran los

conquistadores Loma de los Ahorcados: “Hay mas horcas por los caminos y más hombres

puestos en ellas que en España, (Atan los malhechores a dos palos, por pies, brazos y cabellos).

También cortan manos orejas por otros delitos no tan grandes.” Para los principales había

otros castigos: “como es rasgarles los vestidos y cortarles los cabellos, que entre ellos es gran

ignominia.” (Jiménez de Quesada. p. 134)

Severidad en los castigos muiscas que el mestizo cronista Piedrahita, observa en el

Código de Nemequene contra los ladrones: “para el que fuese ladrón mandó que con fuego

puesto delante de los ojos lo cegasen y si los hurtos fueran de gravedad o repetidos, se los

quebrasen con puntas de espinas.” (Piedrahita. p. 87)

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Le estaba prohibido a los Muiscas mirar la cara del Cacique: “Es grandísima la

reverencia que tienen los súbditos a sus caciques porque jamás les miran a la cara aunque

estén en conversación familiar de manera que si entran donde está el cacique han de entrar

vueltas las espaldas hacia él reculándose hacia atrás (…) en lugar de honra tienen siempre vueltas

las espaldas a sus señores.” (Jiménez de Quesada. p. 134). Mirar la cara del cacique era un

severo castigo, al que se le obligaba a verla quedaba expulsado de la comunidad, nadie

volvía a considerarlo ni a tener ningún trato con él.

No eran tolerantes con violadores ni sodomitas, lo constata Castellanos: "Mandó matar a

quien mujer forzase / siendo soltero; pero si casado / durmiesen dos solteros con la suya. / Al

sodomita, que muriese luego / con ásperos tormentos." (Castellanos. p. 1153). El castigo

para los sodomitas se aplicaba por el sitio del pecado, la pena: “era empalarlos

con una estaca de una palma espinosa hasta que les salía por el cerebro, porque decían

era bien fuese castigado por donde había pecado”. (Simón. p. 395)

El legendario cacique Hunzahua huye de Tunja, con su hermana Noncetá, expulsados

de su comunidad por el incesto cometido, la legislación Muisca era clara al respecto: "El

que tuviese cuenta con su madre, / con hija, con hermana, con sobrina, / que son entre ellos

grados prohibidos, / que lo metiesen en un hoyo de agua / angosto, con obscenas sabandijas / y lo

cubriesen con una gran losa / do pereciese miserablemente, / y ellas pasaran por la misma pena.”

(Castellanos. p. 1153).

Tenían los caciques una curiosa manera de cobrar a los morosos: “Cuando algún

indio retardaba la paga del tributo (…) el cacique, le enviaba con un criado suyo un gato,

león u oso que criaban en sus casas para este efecto. Amarrábanlo a la puerta de la casa

del deudor, estando el que lo llevaba con él, a quien estaba obligado el deudor a

mantener con mucho regalo y darle cada día que se detuviese allí una manta de algodón y

darle de comer al animal tórtolas, curies y pajarillos, con que ponían al pobre indio en

tales apreturas, que por salir de ellas, diligenciaba con cuidado la paga, quedando

escarmentado”.

En ocasiones, el Cacique mandaba cortar los servicios: “para apremiar a que le pagara

el tributo, usaban de otro modo. Y era que, enviando a cobrarlo, si no pagaban en los días

que daban de espera, entraba el cobrador a sus casas y apagábales con agua la lumbre, y no

se había de volver a encender hasta que pagasen, con que procuraban los deudores fuese

con brevedad, por la falta que les hacía el fuego.” (Simón. p. 393)

Cuenta Castellanos, que a los que no habían demostrado valor en el combate contra el

enemigo, es decir a los cobardes, el castigo muisca era que: "los vistiesen con ropas de

mujer y que con ellas usase de los mismos ministerios que suelen ser ajenos a las hembras."

(Castellanos. p. 1154).

5- LOS RITOS DE INICIACIÓN

“Para conocer si los niños habían de ser venturosos o desgraciados”, cuando los

destetaban “hacían un rodillo pequeño de esparto con un poco de algodón en medio,

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mojado con leche de la madre, y yendo con él seis mozos, buenos nadadores, lo echaban en un

río y tras él, los mozos nadando. Y si el rodillo se volvía entre el oleaje del agua antes que lo

alcanzasen, decían había de ser desgraciado el niño (…) pero si se lo recobraban sin

trastornarse, juzgaban había de tener mucha ventura y así contentos se volvían a casa de los

padres y diciendo lo que les había pasado, se hacían fiestas.”

La ceremonia continuaba con una trasquilada ritual del niño y la celebración

colectiva con chicha, con motivo de la entrada a la sociedad del nuevo miembro:

“Llegaba luego cada uno de los mozos y otros que tenían convidados y quitaban con unos

cuchillos de caña o piedra, al niño que esta sentado en una manta, un mechón de cabello

hasta que lo dejaban sin ninguno. Estos echaban después en el río donde lavaban el niño

(…) después de estar bien remojados con chicha con que concluía la fiesta”. (Simón. p.

399-400) Tras la ceremonia el niño recibía un nombre.

En la menarquia, la niña muisca era cubierta con mantas de algodón y obligada a

permanecer seis días, en un rincón: "Cuando a la doncella le venía su mes la primera vez, le

hacían estar sentada seis días en un rincón, tapada con una manta la cabeza y rostro, después se

juntaban algunos indios (...) y puestos en dos hileras como en procesión, llevándola en medio,

iban hasta un barrio donde se lavaba (...) y volviéndola a la casa, hacían las fiestas que solían de

chicha", que nunca faltó en sus celebraciones. (Simón. p. 399)

El rito de iniciación masculino incluye el olvido de la etapa anterior a través de la

quema simbólica de las basuras; la purificación del agua, y el asumir una nueva vida de

hombres adultos que deben conseguir el alimento y ofrecerlo a algún miembro de la

comunidad. Una carrera por los cerros, era parte de la iniciación a su vida de adultos.

El ritual lo describe Simón:

"Otras fiestas (…) que celebraban por el mes de marzo y junio y ésta era la más solemne porque

a los primeros del mes quemaban toda la basura de casa y aquella ceniza y la demás que había

sacaban al campo; hacían que los muchachos se lavasen, enviándolos a esto azotados con una

mochila de red y a pocos días había de traer el muchacho algo de presente a quién lo azotó;

gastaban en esto los que había hasta cerca de los postreros del mes y entonces salían los

mancebos engalanados con levantados penachos de plumería y corrían todos los cerros, dándole

el cacique al más ligero una o dos mantas; concluíase la fiesta con los brevajes que solían."

(Llano y Campuzano 1994. p. 31)

6- MATRIMONIO Y COSTUMBRES SEXUALES MUISCAS

Existía total libertad sexual antes del matrimonio y éste, poco tenía que ver con la

virginidad, todo lo contrario, la virginidad para la mujer Muisca era una verdadera

desgracia; lo relata graciosamente Fray Alonso de Zamora: "Reparaban muy poco en no

hallar doncellas a sus mujeres y en algunas era motivo de aborrecerlas, si las hallaban con

integridad: porque decían eran mujeres desgraciadas pues no hubo quien hiciera caso de ellas"

(Duque Gómez p. 477)

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Los Muiscas eran polígamos: "Cásanse los indios cuantas veces quieren y tienen juntas

cuantas mujeres toman y pueden mantener; y hay caciques que tienen 20, 30 y 50, y hase visto

cacique de ciento mujeres y los otros indios que no son tan principales tienen a seis y a diez y el

que menos tiene es tres o dos mujeres". "El Bogotá, que era rey de todos los caciques, tenía más

de 400," añade Jiménez de Quesada: "Estas concubinas servían la casa y a satisfacer la

sensualidad; y también eran grangería, de la que tenían grande utilidad." (Jiménez de

Quesada. p. 135)

“Cuando el cacique sabía de algunas doncellas de buen parecer, las pedía a sus padres,

que sin condición se las traían a su casa, donde andaban desnudas hasta que dormía con

ellas, porque después se vestían el traje de las demás que tenía, de las cuales siempre era

una la más principal y estimada del cacique”. (Simón. p. 398).

Rodríguez Freyle describe a los Muiscas como viciosos discípulos del diablo, desde su

cosmovisión, donde lo que no era de Dios pertenecía, por supuesto, a Satanás: "no hay

maldad que no intenten (...) En ser viciosos y tener muchas mujeres y cometer grandes incestos,

sin reservar hijas y madres, en conclusión bárbaros, sin ley ni conocimiento de Dios, porque solo

adoraban al Demonio y a éste tenían por maestro, de donde se podía muy claro conocer qué tales

serían sus discípulos."(Rodríguez Freyle. p. 63)

El matrimonio se realizaba por compra, lo cuenta Castellanos: "Y si la cantidad no los

contenta / el comprador añade por dos veces / la mitad más de lo que dio primero / y si la tercera

vez no compra / busca mujer más barata; / mas si le satisface lo que manda, / dánsela sin usarse

demás ritos/de recibirla, dándoles la paga" (Castellanos. p. 1151) "Si aceptaba la oferta tenía

algunos días la mujer a su disposición y si le parecía bien se casaba con ella, y sino la volvía a sus

padres" dice Fray Pedro Simón, que vino al Nuevo Reino como profesor de filosofía.

El obispo Piedrahita, cuenta la subordinación sexual de la mujer principal del Cacique:

"Cuando se casaban con la primera mujer, porque entonces se hacía por medio de sacerdotes (en

la ceremonia) le preguntaban finalmente si daba su palabra de no ir a la cama de su marido sin

que él la llamare primero". (Piedrahita. p. 42). Sobre los demás matrimonios, dice

Castellanos, que en vez de ceremonia había borrachera: "son embriagueces descompuestas,

sin otras ceremonias ni terceros". (Castellanos. p. 1151) La poligamia se termina

convirtiendo en un problema, pues a los caciques los podían, en ocasiones, castigar sus

mujeres; “y según el número de ellas, crecía la suma de los azote." (Rozo. 1978. p. 150)

La Cacica, podía ordenar temporal abstinencia a su marido al fallecer: "Cuando moría la

principal mujer del cacique, podía dejar mandado a su marido no se juntase con otra ninguna

mujer por el tiempo que ella le ordenase, como no pase de cinco años". (Simón. p. 406)

Los cronistas dejan testimonio de los severos interrogatorios y penas aplicadas a los

adúlteros: "A la que sentían sospechosa de (adulterio), la hacían comer aprisa mucho ají, con

que se abrasaba las entrañas, y con la misma le decían que confesara su delito, lo que hacían

muchas veces con la fuerza del tormento; dábanles en confesado agua y sentenciábanla a muerte

como lo disponía las ley del adulterio." Pero como todas las leyes, cambiaba según a quien

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se le aplicaran: "La adúltera sentenciábanla a muerte, si el adúltero era rico y ella de baja

calidad, le rescataba la muerte con oro y mantas". (Simón. p. 399).

Falos líticos se encuentran todavía en Tunja, Ramiriquí y en Villa de Leiva. Torteros con

monos apareándose se encuentran en los museos. Tenían prostitutas y las llamaban

Chihizapguaza. Simón relaciona la alta densidad poblacional muisca con su notable

sensualidad: "Ni hay que espantar hayan sido las mujeres de estos indios tantas, por ser ellos

tan dados a la sensualidad." (Simón. p. 397-8). Salvo la virginidad de los moxas, requisito

previo para el sacrificio y el celibato de los Jeques, los médicos sacerdotes, de resto los

Muiscas se la pasaban, concluimos con Rodríguez Freyle, en "grandes borracheras de días

y noches donde el que más fornicaba era el más santo."

7-EMBARAZO Y PARTO ENTRE LOS MUISCAS

Las mujeres embarazadas ofrecían cintillas y tunjos a Cuchaviva, el Arco Iris, deidad

protectora de la maternidad y las calenturas, o viajaban hasta Iza, a la roca donde quedó

marcada para siempre la huella de Bochica, el dios civilizador, cuando abandonó a los

Muiscas. (Simón. p. 399). Las mujeres embarazadas raspaban la piedra y el polvillo

obtenido lo tomaban con agua.

No tuvieron parteras, ni los jeques que ejercían la medicina, se metían en los asuntos del

parto. (Simón. p. 399) Cuando la mujer muisca sentía las primeras contracciones, se iba

a tener su hijo cerca de un arroyo, río o laguna, de las que estaban rodeados. El parto se

realiza en cuclillas, solo en caso de alguna complicación se llama otra mujer en ayuda.

Después del alumbramiento se lavan madre e hijo con agua fría y vuelven a la casa para

continuar con el trabajo, como si nada hubiera sucedido.

Existía protección a la mujer embarazada en la legislación Muisca. Si la mujer moría en

el parto, el Código de Nemequeme establecía una indemnización del marido a la familia

de la mujer. El viudo no sólo perdía la mujer sino además la mitad de su hacienda.

(Simón. p. 395) La sociedad Muisca privilegiaba la maternidad. Mujer muerta en el

parto - cuenta Jiménez de Quesada - y hombre que muere en la guerra "se van derecho a

descansar y holgar aunque hayan sido malos y ruines", al haber muerto al tratar de dar un

hijo "a la república". (Jiménez de Quesada. p. 140)

Los Muiscas creían que el embarazo gemelar se debía a un condenable exceso de lujuria

y no permitían vivir al segundo hijo que nacía, costumbre descrita cinco siglos después

en los U´wa, de familia lingüística Chibcha. Las relaciones sexuales en el puerperio

estaban reglamentadas: "Era ley inviolable no llegar el marido a la mujer hasta muchos días

después de haber parido". (Simón. p. 399).

8- PEDAGOGÍA MUISCA

Existía entre los Muiscas una institución pedagógica conocida como Cuca, que en

castellano significa: “Casa Santa”. Existía una Cuca, que los cronistas llaman seminario o

universidad, por cada capitanía del territorio Muisca: Muy cerca de nuestra

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Universidad, la UPTC, en Tunja, en el curso del Río Farfacá, cerca de las moyas, todavía

hoy existe un lugar conocido como la Cuca.

Los cronistas cuentan su función social: "metíanlos en otra parte del pueblo llamado Cuca,

que era como Academia o Universidad, donde están algunos pretendientes con otro viejo"

(Simón). La Cuca era el centro de formación de los Jeques, que eran médicos y

sacerdotes: "a quienes acuden en caso de enfermedad, mortandad o hambre" (Valcárcel) "son

médicos y tienen noticia de hierbas virtuosas (...) al tiempo de la cura también usan de mil

ridículas ceremonias". (Castellanos. p. 1163). El puesto de Jeque era hereditario,

heredaban al Jeque, a la manera muisca, los sobrinos hijos de la hermana.

En el Informe del Presidente de la Real Audiencia de Santa Fe al Rey Felipe II, de 1597

se consigna: "Esos tales que tienen santuarios los ponen en un bohío apartado y ponen tres o

cuatro indios juntos de diez años para arriba y allí ayunan cuatro o seis años para ser Jeques (...)

vienen los jeques viejos a quien estos indios han de suceder que son sus tíos y les dan la ley y

enseñan como han de ser sus sacrificios y saumerios y les enseñan a pintar y a tejer mantas y no

salen al Sol ni les da aire y los buhíos están cerrados por todas partes (...) no se bañan el cuerpo

en los seis años sino solo los dedos de las manos”.

Al cabo de los años, que eran tantos, a veces más de seis: “según la calidad de lo que

esperan heredar”, (Jiménez de Quesada. p. 297) eran sacados al amanecer, lavados con

agua fría en grandes moyas (el agua y el mugre de años eran tenidos por santos) y

vestidos con una manta nueva y blanca. Seguía una gran borrachera con chicha, para

acudir luego ante el Cacique, quien lo recibe en las puertas de su cercado, luego de

permanecer durante tres amaneceres seguidos, donde atraviesa la doble puerta del

cercado hasta que llegaba al tercer día a la puerta de su bohío. El Cacique le ofrece

comida condimentada con sal, después de hacer ayuno de ésta durante los años de

formación, acto ritual que se toma como un símbolo de introducción a la nueva vida

civil. (Londoño. 1998. p. 64).

El Jeque recibe del Cacique “licencia para ejercer el oficio de jeque en toda su tierra, porque

en cada una los había particulares” (Simón. p 383). En la ceremonia de reconocimiento

público el Cacique le horadaba las orejas al Jeque y le colocaba orejeras “en señal de que

están hábiles y suficientes”, le entregaba una mochila pintada para las hojas de coca, un

calabazo para la cal y un palillo para mambear: "estas cosas ni las pueden traer ni usar de

ellas si no son Jeques o Tibas." (Rojas. p. 26), cuentan los documentos de la conquista.

En los años de formación el Jeque recibía muchos azotes, además de los conocimientos

religiosos, mágicos, ceremoniales y rituales: el manejo de plantas curativas, el uso de

psicoactivos como el tabaco que aspiran, fuman y recetan, la coca, el yopo, la chicha y el

borrachero) aprendían el uso de saumerios: queman moque, hojas de coca y trementina;

los conocimientos de astronomía, la interpretación de los sueños y los augurios, los

ayunos y la abstinencia.

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