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Fray Dieo De Landa

5162392324 de Junio de 2014

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FRAY DIEGO DE LANDA

Y LA PRIMERA ETAPA EN ESPAÑA

Diego de Landa Calderón nació el 12 de noviembre de 1524 en la Casa de los Gallos, en la Villa Condal de Cifuentes, Guadalajara, en el seno de una familia noble. Seguramente cursó sus estudios primarios entre los años 1529 y 1541 en el convento franciscano de Cifuentes.

A los diecisiete años marchó al monasterio de San Juan de los Reyes, en Toledo, para continuar con su formación hasta 1547, que fue ordenado fraile de la Orden Franciscana. Ese mismo año se le destinó al convento de San Julián y San Antonio de La Cabrera (Madrid).

A partir del siglo XVI se realizaron numerosas compilaciones en la lengua maya, pero con alfabeto latino, ya que los nobles mayas lo aprendieron desde los primeros años de la conquista española. Destacan obras religiosas (el Popol Vuh o los libros de Chilam Balam), obras dramáticas (Rabinal Achi, el único texto indígena prehispánico de carácter teatral que se conserva), obras enciclopédicas (Libro de los Bacab) o de canciones y poemas (Cantos de Dzitbalché). La obra del obispo fray Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, ha resultado una fuente importantísima para descifrar la grafía maya.

En 1548 recibe la visita de fray Nicolás de Albalate, que le propone viajar junto a cinco franciscanos más a Yucatán, en las recién descubiertas tierras de Nueva España (México), donde los conquistadores y colonos, una vez concluidas las guerras con los pueblos nativos, requerían misioneros para educar a los indígenas y alejarlos de una religión que tenía los sacrificios humanos como base de sus ritos. Motivación fundamental de la conquista

La conquista española de Mesoamérica comenzó en 1519 y concluyó con la toma de Tenochtitlán (1521) y con la derrota de las culturas indígenas de Yucatán (1527).

Los españoles se dirigieron a Centroamérica para finalizar la conquista de Mesoamérica. Muchos pobladores de aquellos territorios murieron en combate o por las enfermedades que los conquistadores trajeron consigo. Los mesoamericanos que sobrevivieron padecieron después la esclavitud y vieron desaparecer buena parte de su propia cultura. Pero muchos elementos de las culturas mesoamericanas quedaron a salvo, y se mezclaron con las tradiciones europeas: fue el origen de una nueva civilización.

Visión antropológica de los conquistadores

Las hazañas emprendidas y la obtención de riquezas permitían el ascenso social y, lo que era más importante, ganar prestigio, gloria y fama. Para muchos conquistadores, el ‘hombre de honra’ era el hombre noble por excelencia, aquél que adquiría esta categoría no tanto por los títulos heredados de sus progenitores como por sus valiosas acciones. Las empresas americanas concedían esta nueva nobleza, más importante que la de sangre. Anhelaron un título de la nobleza de Castilla como reconocimiento por sus acciones, pero no les fue concedido. La antigua nobleza castellana no estaba dispuesta a aceptar en su seno a estos hombres de baja y oscura condición, nuevos ricos, arrogantes y altivos, que solicitaban honores y títulos. Muchos de estos conquistadores compensaron su carencia de títulos adoptando la dignidad externa de la nobleza, pero llevándola a extremos ostentosos y exagerados. El lujo de sus moradas y de sus atavíos era la expresión externa y simbólica del poder, del prestigio y de la honra que creían merecer y que querían mostrar a los demás.

Difundir el catolicismo y atraer a los indios a la doctrina cristiana (la denominada evangelización de América) fue un objetivo prioritario de la conquista, porque la legitimaba. Aunque resulte difícil reconciliar la guerra, los saqueos y los abusos perpetrados contra los indios con el deseo de propagar la religión cristiana, no debe olvidarse que el conquistador español estaba convencido de que se servía a Dios expulsando a los infieles de su tierra —como había sucedido con los musulmanes de la península Ibérica durante la Reconquista— o convirtiendo a los indios al cristianismo por la fuerza. Los conquistadores españoles dieron muestras de una religiosidad militante y agresiva propia de cruzados o de hombres que se creyeron predestinados para ensanchar los límites de la cristiandad y para difundir el Evangelio

PRIMERA ETAPA EN YUCATAN (1549-1563)

En agosto de 1549 desembarca en Campeche y se dirige a Izamal, donde inaugura la Misión de San Antonio. El 29 de septiembre de ese mismo año fue nombrado ayudante del guardián de Izamal.

De 1549 a 1552 viajó por la península de Yucatán, acompañando al guardián del convento de Izamal para convertir a los mayas que se escondían en la selva. Durante esta etapa aprendió la lengua maya sirviéndose de la gramática de fray Luis de Villalpando. Según fuentes de la época, el fraile llegó a dominar la lengua, tanto hablada como escrita, en mucho menos tiempo del que necesitaban sus compañeros. Hasta tal punto llegó su talento, que corrigió y completó la gramática de su maestro.

En 1552 se celebró el primer capítulo de la Orden Franciscana en Nueva España y se designó a Landa guardián del convento de San Antonio de Padua de Izamal.

La evangelización de los frailes, que parecía tan necesaria y urgente, comenzó a crear un conflicto con los encomenderos españoles. Según éstos, los indios descuidaban el trabajo por aprender el Cristianismo e incluso incitaban a los demás a la holgazanería. La realidad es que los frailes creaban escuelas para los indios donde se les educaba y se les enseñaba la doctrina en su propia lengua, mientras que los encomenderos necesitaban que invirtieran ese tiempo en trabajar a su servicio. Entre los años 1552 y 1558 se inició un movimiento de sublevación de los encomenderos, en especial en la provincia de Valladolid, donde quemaron dos veces el convento y la iglesia. En este clima de conflicto fue necesaria la intervención de las autoridades. Alonso López Cerrato, segundo presidente de la Real Audiencia de Guatemala, envió a Tomás López como oidor a Yucatán, quien promulgó unas ordenanzas que favorecían los intereses evangélicos de los frailes a la vez que limitaban la autoridad de los caciques indígenas. Esta rivalidad entre los encomenderos y los franciscanos no cesó hasta después del regreso de Landa tras su juicio en España por lo ocurrido en el Auto de fe de Maní.

Cuenta Diego López de Cogolludo (1613-1665) que durante la construcción de la iglesia de Izamal, debido a la sequía, se extendió el hambre en toda la región, por lo que fray Diego de Landa mandó repartir el grano de maíz almacenado en el convento y durante más de seis meses el convento estuvo alimentando a todo el pueblo. Según Cogolludo, el aprovisionamiento de maíz de los franciscanos nunca se acababa por más que lo repartían, lo que fue tomado como un milagro por los lugareños.

El 27 de octubre de 1553, fray Diego de Landa participó en los acuerdos del Cabildo de Mérida entre franciscanos y encomenderos para regular los jornales de los indios.

El 13 de noviembre de 1556 se nombró a Landa definidor y custodio de la provincia de Yucatán.

A pesar de los esfuerzos de los franciscanos y aunque parecía que los pueblos mayas aceptaban la fe cristiana, seguían celebrándose rituales de sacrificios humanos en los abandonados templos prehispánicos. En 1558 Landa sorprendió a una multitud de indígenas celebrando un ritual en Chichén Itzá. Paró de inmediato el culto y después de predicar el Evangelio, arrojó todos los ídolos al Cenote Sagrado.

Ese mismo año de 1558, fray Lorenzo de Bienvenida viajó a España para reclutar más franciscanos para las misiones. El 3 de abril de 1559, Diego de Landa escribió al Consejo de Indias proponiendo a fray Lorenzo de Bienvenida para obispo de Yucatán.

El 19 de febrero de 1560 fue nombrado alcalde mayor de la provincia de Yucatán Diego de Quijada, con quien Landa tuvo notables enfrentamientos. Sin embargo, por intereses propios, el alcalde fue un importante apoyo para Landa en su lucha contra la herejía de los indígenas.

Unos meses más tarde, fray Francisco Navarro y fray Diego de Landa procesan como jueces apostólicos de la Inquisición Ordinaria a varios españoles por blasfemia, entre ellos, algunos encomenderos.

El 12 de noviembre de 1560, en un nuevo capítulo de los franciscanos, se nombró a Landa guardián del convento de Mérida.

En agosto de 1561, el cacique de Maní, Hunacti, muestra a fray Pedro de Ciudad Rodrigo, guardián del convento, el cadáver de un niño con señales de haber sido crucificado. Algunos meses después, los alumnos de la escuela de Maní mostraron a fray Pedro varios ídolos y huesos de rituales idólatras. Todo esto fue comunicado a Landa, que tomó represalias contra varios indios condenándoles por herejía.

El 13 de septiembre de 1561, Landa fue nombrado provincial de Yucatán. A falta de obispo desde 1557, se convierte así en la mayor autoridad eclesiástica de toda la provincia de Yucatán, que desde ese mismo año comprendía también la de Guatemala.

En junio de 1562, estando de cacería el portero del convento de Maní, Pedro Che, descubrió en una cueva un venado aún caliente y con el corazón arrancado. Había también varios altares con ídolos cubiertos de sangre. Pedro Che le comunicó el hallazgo a fray Pedro y éste a su vez, acudió a fray Diego de Landa, que al conocer la noticia y después de comentarla con Diego de Quijada se dirigió a Maní. Al ver Landa que las prácticas paganas no cesaban, tomó poderes inquisitoriales y con la ayuda de Diego de Quijada organizó el famoso Auto de fe de Maní. Así lo describe

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