GUERRA DE CRIMEA

IMPORTANCIA DE LA GUERRA DE CRIMEA (1853)

Tradicionalmente el Imperio Ruso se consideraba sucesor del Imperio Bizantino, o Imperio Romano de Oriente, imperio que los zares rusos querían restablecer, avanzando para ello hacia el Mediterráneo y recuperando para la fe ortodoxa los Santos Lugares de Palestina y Jerusalén, que se hallaban desde la Edad Media en poder de los turcos. Los territorios pertenecientes al imperio turco eran una codiciada presa para varias potencias, entre ellas Rusia, que bajo el zar Nicolás I tomó la decisión de declarar la guerra a los turcos y capturar el estrecho del Bósforo, liberando también Grecia y los Balcanes.

En 1853 el zar Nicolás I exigió al Sultán turco que le cediera la protección sobre todos los ortodoxos que habitaban el Imperio Otomano. El Sultán se negó a aceptar esta petición y tras este incidente estalló la guerra ruso–turca. Tras romperse las negociaciones el Sultán turco fue el primero en atacar a los ejércitos Rusos en el frente del Danubio, pero los rusos eran superiores en entrenamiento y armamento y derrotaron a los turcos, hundiendo su flota en la batalla de Sinop, el 30 de noviembre de 1853. La pérdida de su flota dejaba a Turquía indefensa y permitía a los rusos desembarcar en cualquier lugar de sus costas.

El rápido avance ruso ante los turcos y la invasión de Moldavia y Valaquia motivaron la preocupación de las otras potencias europeas, temerosas de que el equilibrio de potencias que gobernaba Europa se rompiera a favor de los rusos con la ocupación por parte de éstos de los vastos territorios del Imperio Turco. Napoleón III de Francia se consideraba protector de los cristianos católicos dentro del Imperio Turco y, como tal, pidió a Rusia que retirara sus tropas y entablara negociaciones de paz con Turquía. Francia y el Reino Unido, interesado a su vez en proteger al Imperio Otomano, enviaron una flota hacia el estrecho de los Dardanelos para obligar a Rusia a negociar una salida al conflicto. Los representantes de las grandes potencias de Europa se reunieron en Viena para llegar a un acuerdo sobre el conflicto y obligar a Rusia a ceder algo de terreno, impidiendo así la debacle total del Imperio Turco. Las propuestas de acuerdo por parte de Rusia fueron aceptadas por Austria y Prusia, pero rechazadas por Turquía, el Reino Unido y Francia.

Rusia no se vio afectada por la Revolución de 1848, pero Nicolás I intervino en Austria y ayudó a aplastar a los revolucionarios húngaros. También se expandió paulatinamente por Asia central, avanzando por lo que en otro tiempo se llamó Turquestán, y aproximándose cada vez más a la India, para consternación de los británicos. Rusia mantenía sus ambiciones de anexionarse todo cuanto pudiera del Imperio otomano.

En 1853 se planteó el problema de quién iba a proteger los Santos Lugares cristianos. Rusia protegía al clero ortodoxo en Palestina, y Francia, al católico. Ambas naciones disputaron al respecto, con el Imperio otomano en medio. Rusia era el país que se hallaba más próximo, y en julio de 1853 fuerzas rusas empezaron a reforzar su presencia en las provincias rumanas, enviando allí tropas. Francia puso objeciones a esta política y envió a su vez barcos para apoyar a los turcos. Los británicos, preocupados por causa de la India, preferían con mucho un débil Imperio otomano en Constantinopla que una Rusia fuerte, y también enviaron barcos. Fracasaron los intentos de llegar a una solución de compromiso, y el 4 de octubre de 1853, el Imperio otomano, seguro ante el apoyo manifiesto que le brindaban las dos potencias occidentales, declaró la guerra a Rusia. Esta destruyó la flota turca en el mar Negro el 30 de noviembre.

Para compensar esta pérdida, británicos y franceses enviaron sus barcos a aquel mar el 3 de enero de 1854. Los rusos respondieron rompiendo las relaciones diplomáticas con Gran Bretaña y Francia el 6 de febrero. Estas potencias solicitaron que Rusia evacuara las provincias rumanas, a lo que Rusia no contestó directamente, sino que cruzó el Danubio e invadió Bulgaria el 20 de marzo de 1854. Ante estos hechos, los británicos y los franceses concluyeron una alianza con el Imperio otomano, y el 28 de marzo declararon la guerra a Rusia. (Era la primera vez que Gran Bretaña o, antes que ella, Inglaterra luchaba en el mismo bando que Francia desde la tercera cruzada, seiscientos cincuenta años antes.) Austria no deseaba que Rusia dominara los Balcanes, de modo que amenazó con sumarse al bando contrario si los rusos no evacuaban esa península. (Con esta iniciativa, Austria olvidaba la ayuda que Rusia le había prestado pocos años antes, a raíz de la revuelta húngara.)

En vista de la situación, Rusia evacuó Rumania, y Austria envió tropas para reemplazarla. Esto es algo que los rusos no olvidarían, y el antagonismo así generado tendría importantes consecuencias. En cierto modo, quedaba zanjada la cuestión. Rusia se había retirado y el Imperio otomano estaba a salvo por el momento. Los británicos y los franceses podían regresar una vez cumplida su misión, sobre todo habida cuenta que sus tropas en los Balcanes estaban siendo víctimas del cólera. Pero los gobiernos de Londres y París consideraban que era preciso salvaguardar el Imperio otomano destruyendo la gran base naval rusa de Sebastopol (Sebastopol), en el extremo meridional de la península de Crimea, donde ésta penetra más en el mar Negro. La colación franco–británica desembarcó un ejército de 59 000 hombres en Crimea que derrotó a los ejércitos rusos que defendían la península en la batalla de Alma, avanzando tras esta victoria hacia Sebastopol, la cual pusieron bajo asedio. Los generales británicos demostraron ser particularmente incompetentes, como puso de manifiesto el episodio más famoso de la guerra.

El primer intento ruso de romper el asedio de Sebastopol se saldó con la Batalla de Balaclava, librada el 25 de octubre de 1854, batalla en la que se produjo la "Carga de la Brigada Ligera", en la que los 600 hombres de la Brigada de Caballería Ligera se equivocaron de dirección en su avance y cargaron por error hacia las posiciones rusas a través de

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