Genocidio cultural: diálogos teóricos, históricos y culturales sobre la represión de 1932
Jaime GironDocumentos de Investigación29 de Enero de 2020
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Genocidio cultural: diálogos teóricos, históricos y culturales sobre la represión de 1932
Por primera vez desde los acontecimientos de 1932, los pueblos originarios de El Salvador se congregaron el pasado ocho de agosto de 2012, en el contexto del día Mundial de los Pueblos Indígenas, en el centro ceremonial El Llanito, en el Municipio de Izalco, Sonsonate, para definir un plan de lucha de unidad nacional por la reivindicación de su cultura, la búsqueda del reconocimiento estatal como sujetos de derechos y por el esclarecimiento del genocidio cultural.
Se trató de un encuentro-reconocimiento histórico entre náhuatl pipiles, lencas y cacaoperas, inédito por su forma y contenido. Para los participantes, herederos de la cultura originaria, fue un salto de calidad en su organización después de décadas de aislamiento, silencios y resistencia. Una semana des- pues, el 15 de agosto, el relator especial de las Nacional Unidas para los Pueblos Indígenas, James Anaya, visitó a las poblaciones para recabar testimonios y demandas históricas y así recomendar al Estado salvadoreño la ratificación del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en materia de derechos y cultura indígena.
Estos hechos cobran relevancia sobre todo porque dejan de manifiesto la existencia colectiva de los pueblos que en 1932 fueron agredidos por el Estado a través de una feroz dictadura cívico militar, y hace patente la reivindicación de los primeros moradores de estas tierras a su existir con sus particulares formas propias de vida colectiva, así como su incansable voz de exigencia de justicia sobre aquellos sucesos trágicos del siglo xx.
Estos mismos pueblos son fuentes primarias consultadas para la realización de la tesis de Maestría en Filosofía Iberoamericana titulada El Genocidio Cultural de 1932, Narrativas y Memorias de la Represión y que trata de un análisis en torno a las ideas y sus correlatos históricos para dar contenido al concepto de genocidio cultural como guía metodológica para nuevas investigaciones, y que para este número de Realidad presentamos un resumen, en forma de artículo, del primer capítulo de la tesis titulado Genocidio Cultural, diálogos teóricos, históri- cos y culturales sobre la represión de 1932.
A la Alcaldía del Común de Izalco y los pueblos que la integran debo la orientación, confianza y hermandad para conocer de viva voz la palabra de los sobrevivientes de aquellos momentos y entender parte de lo que sucedió en aquella hora trágica de la historia salva- doreña. Introducción
En la historia de las ideas sobre los acontecimientos de la rebelión y la respuesta estatal de 1932 en El Salvador se debaten concepciones sobre cómo nombrar y dar explicación a aquellos sucesos, esto la luz de nuevas evidencias primarias oficiales, testimonios recabados recientemente y diversos enfoques analíticos e interpretativos.
Este artículo se integra de 4 apartados que buscan hilar ideas, tesis y planteamientos sobre las perspectivas de estudio en la descripción, primero, de las causas tanto de la rebelión como de la respuesta represiva del gobierno militar liderado por el General Maximiliano Hernández Martínez; segundo, los conceptos y términos empleados en los diversos enfoques estudiados para describir la eliminación de amplios contingentes humanos en los sucesos de enero de 1932; tercero, la propuesta teórico metodológica del uso del término “genocidio cultural” como el concepto que describe, desde mi punto de vista, con mayor precisión la respuesta violenta de los órganos del Estado salvadoreño dirigido por una dictadura cívico militar. Y aquí entendemos por este término, con base en la idea plasmada en la Convención sobre Genocidio, como: todo acto premeditado o todo acto consumado de destrucción o exter- minio de un colectivo humano, en función de su origen cultural étnico, mientras cumpla todos o alguno de los siguientes considerandos: matanza de miembros del grupo; lesión grave a la integridad física y mental de los miembros del grupo; sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; medidas destinas a impedir nacimientos en el seno del grupo y traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo. Y el cuarto y último apartado se refiere las discusiones sobre el origen de este concepto, el genocidio cultural, desde un análisis filosófico y de la historia de las ideas que le dieron cause a partir del periodo conocido como la modernidad.
1. Enfoques causales de la rebelión y de la respuesta estatal
Después de los acontecimientos de 1932, historiadores salvadoreños y extranjeros, políticos de diferente signo, así como actores sociales diversos, han analizado las causas y consecuencias de la decisión que tomó el régimen liderado por el General Maximiliano Hernández Martínez de ordenar el fusilamiento en masa de miles de personas, sobre todo de aquellas de origen indígena asentadas en la zona occidental de El Salvador.
Por un lado, algunos investigadores de las ciencias sociales y políticos hablan de la “causalidad comunista” como la fuente de la rebelión y la razón por la cual el Estado respondió con el uso de la fuerza de las armas.
Las condiciones políticas internas en El Salvador alentaron a la siguiente generación de estudiosos a reconfirmar la inspiración comunista de la rebelión de 1932… Esta creencia que denominamos la explicación de la causalidad comunista, se convirtió en un referente ideológico para tanto la derecha como la izquierda de El Salvador.
El reconocido escritor Roque Dalton en sus obras sobre El Salvador: Monografía4; y Miguel Mármol,
Los sucesos de 1932, llega a la conclusión de que el Partido Comunista Salvadoreño (PCS) con apenas un poco más de año de vida, se puso a la altura de las circunstancias históricas para participar en el levantamiento campesino. Y coincide en sus dos escritos fundamentales sobre esta etapa histórica en que la respuesta represiva de los militares, quienes llegaron al poder mediante un golpe de Estado para imponer una dicta- dura cívico militar, fue con el fin de sofocar a toda costa la agitación comunista.
De tal manera que entre la espada y la pared, los comunistas escogieron el camino de morir junto a su pueblo, a la cabeza de su pueblo.
A estas mismas conclusiones llegó también el historiador Thomas Anderson, quien en un minucioso trabajo de investigación sobre los sucesos, con extensas fuentes escritas y testimoniales, identifica a la rebelión como el resultado de la acción política comunista.
Este estudio nació de un vivo interés por la rebelión comunista de 1932 en El Salvador, acontecimiento que con frecuencia se menciona en trabajos acerca del comunismo en América Latina, pero que nunca ha sido explicado en detalle.
Después de hacer un recorrido pormenorizado sobre el desarrollo político de la izquierda salvadoreña y su contexto nacional como internacional, Anderson va consolidando sus hipótesis de investigación en el sentido de que la formación de cuadros políticos con ideología comunista fueron a su juicio determinantes para la revuelta en varias localidad del occidente del país, pero que correspondía a un contexto global de dos proyecto históricos enfrentados, a saber, el capitalismo, representado por la dictadura de Martínez, y el comunismo, representado por los “comunistas” alzados.
La rebelión no fue una mera jacquerine, no fue el producto de un repentino impulso de los campesinos indígenas. Por el contrario, fue el resultado de una larga cadena de sucesos, acaecidos dentro del país como fuera de él. Además, se distingue por ser el primer movimiento revolucionario latinoamericano en el cual desempeñaron el papel más importante hombres considerados como comunistas inter- nacionales.
Desde otra perspectiva, pero en la misma línea de categorizar los acontecimientos del 32 como una conspiración roja, la versión oficial se centró en acusar a los comunistas de estar detrás de la insurrección, planificar y organizar la rebelión. El General Maximiliano Hernández Martínez dio a conocer en un pronunciamiento oficial fechado el 23 de enero de 1932 que el ejército y los órganos de seguridad ejecuta- ron acciones contra la población insurrecta con el fin de evitar el accionar de los comunistas en la zona occidental del país.
En los últimos días, el gobierno se ha visto frente a graves acontecimientos de origen comunista y, con fundamento a las leyes patrias, ha tenido la imprescindible necesidad de sofocarlos con mano fuerte.
El mismo gobierno cívico militar expuso que la respuesta efectiva y total de las fuerzas armadas fue con el fin de evitar la conspiración comunista, que buscaba desestabilizar el orden público y hundir al país en una crisis sin precedentes por lo que ameritaba, según su concepción, usar toda la fuerza del Estado.
Por eso lamenta el Gobierno el derramamiento de sangre y las restricciones a las libertades, que se vio obligado a decretar para reprimir las vandálicas actividades comunistas, pero tiene la confianza en que una vez el pueblo salvado- reño forme con el gobierno un solo bloc de defensa, la paz, el orden constitucional y el régimen de libertad volverán a restaurarse, garantizados por la ideología política emancipadora que forma a los hombres del actual gobierno.
Estos enfoque tanto oficiales como interpretativos contrastan con algunas fuentes primarias del movi- miento comunista internacional que evaluaron la limitada participación del PCS o de grupos con la misma línea política. El Comité de Investigación del Buró del Caribe, con sede en Nueva York y perteneciente a la Tercera Internacional Comintern, hizo una evaluación hacia finales de 1932 sobre los sucesos de enero tras recibir testimonios de dirigentes comunistas salvadoreños. En un extenso texto accesible hoy en el Centro Ruso para la Conservación y el Estudio de Documentos de la Historia más Reciente, concluye:
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