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Guerra De Independencia Española


Enviado por   •  17 de Febrero de 2014  •  6.376 Palabras (26 Páginas)  •  253 Visitas

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1. Introducción

La guerra de independencia española La Guerra de la Independencia Española, Guerra del Francés o Guerra Peninsular (1808-1814) fue un enfrentamiento entre España y el Primer Imperio Francés, parte de las Guerras Napoleónicas, provocado por la pretensión de Napoleón de instalar en el trono español a su hermano José Bonaparte, tras las abdicaciones de Bayona, motivadas por la querella entre Carlos IV de España y su hijo y heredero Fernando VII, orquestada por los franceses, que se inició con el Proceso de El Escorial y culminó con el Motín de Aranjuez.

La Guerra de Independencia se solapa y confunde con lo que la historiografía anglosajona llama Guerra Peninsular (Peninsular War), iniciada en 1807 al declararle Francia y España la guerra a Portugal, tradicional aliado del Reino Unido. También tuvo un importante componente de guerra civil a nivel nacional entre afrancesados y patriotas. El conflicto se desarrolló en plena crisis del Antiguo Régimen y sobre un complejo trasfondo de profundos cambios sociales y políticos impulsados por el surgimiento de la identidad nacional española y la influencia en el campo de los «patriotas» de algunos de los ideales nacidos de la Ilustración y la Revolución francesa, paradójicamente difundidos por la élite de los afrancesados.

2. Antecedentes y causas de la guerra de Independencia

• Alianza hispano francesa y guerras contra Gran Bretaña

El tratado de San Ildefonso de 1796, firmado entre la Convención Nacional Francesa y Carlos IV de España, representado por el favorito y primer Ministro Manuel Godoy, así como el tratado de Aranjuez de 1801 con el Consulado de Napoleón Bonaparte, restablecieron la alianza tradicional que desde la proclamación de Felipe V de España había regido las relaciones entre la corona española y la de Francia, llevándolas durante el siglo XVIII, en la disputa de intereses económicos y coloniales, a una serie de sucesivos enfrentamientos armados con el Imperio Británico.

En mayo de 1802, cuando Napoleón decidió forzar la neutralidad de Portugal que se resistía a romper como aliado de la corona británica, el ejército español intervino en Portugal provocando la efímera Guerra de las Naranjas que puso de manifiesto la falta de resolución de la corte española. Desde 1803, España ayudó económicamente y puso a disposición su Armada para la guerra naval contra los británicos, que culminaría en octubre de 1805 en la Batalla de Trafalgar.

La gravedad de la derrota de Trafalgar no tuvo las mismas repercusiones en España y Francia. Napoleón, proclamado ya en 1804 Empereur des Français, hubo de renunciar entonces a la invasión inmediata por vía marítima de Gran Bretaña, pero pudo equilibrar su posición con los triunfos militares sucesivos en Austerlitz el 2 de diciembre de1805 y de Jena, el 14 de octubre de 1806, alcanzando acuerdos de paz con austriacos, rusos y prusianos. Sin embargo, en España, la destrucción de la Armada agravó la crisis económica al no permitir las comunicaciones con las colonias americanas, en tanto que aumentaba el recelo hacia la política de alianza.

• El Bloqueo Continental

El fracaso de las negociaciones con el gobierno británico del primer ministro Lord Grenville indujo a Napoleón a relanzar con el Decreto de Berlín del 21 de noviembre de 1806 el enfrentamiento directo con los británicos mediante la práctica de la guerra económica total del Bloqueo Continental, que ya se venía aplicando de facto tras el aumento de las tasas aduaneras, el cierre de los puertos del norte de Francia y de las desembocaduras del Elba y el Weser en la primavera de 1806.

La política del Bloqueo orientó el interés de Napoleón hacia la Península Ibérica y el Mediterráneo occidental, incrementando la presión sobre la corte de Portugal, a la que se le advirtió para que adoptase medidas para el cierre al comercio con los británicos desde sus puertos, así como la confiscación de los bienes y bloqueo de los residentes en el país. Ante la inacción portuguesa, en agosto de 1807 Napoleón encargó a Jean-Andoche Junot la organización en Bayona del Cuerpo de Observación de la Gironda con una fuerza de unos 30.000 soldados, y retomando la fórmula de 1801 para forzar a aceptar el Bloqueo a los portugueses, reclamó el apoyo de la corte española que, con este fin, envió a través del conde de Campo Alange un ultimátum al gobierno portugués el 12 de agosto de 1807. A partir del 25 de septiembre de 1807, los portugueses expulsaron a los navíos ingleses pero, anteriormente notificados de que el gobierno británico no permitiría ningún acto hostil contra sus ciudadanos en Portugal, no se realizó ninguna acción en este sentido.

El 18 de octubre de 1807, Junot atraviesa la frontera y pocos días después, el 27 de octubre, el representante de Godoy firma el tratado de Fontainebleau en el que se estipula la invasión militar conjunta, la cesión a la corona de los nuevos reinos de Lusitania y Algarves, así como el reparto de las colonias.

2.1. Relaciones con Francia durante el reinado de Carlos IV

Durante el reinado de Carlos IV las relaciones exteriores españolas se tornaron más turbulentas y dependientes. En los últimos años de la gobernación de Floridablanca y bajo la posterior dirección de Manuel Godoy, la política internacional borbónica estuvo marcada por dos rasgos fundamentales. El primero se refiere a las consecuencias que los sucesos revolucionarios franceses implicaron para toda la diplomacia europea de la época. Aunque entre 1789 y 1791 Floridablanca mantuvo las relaciones con la Francia revolucionaria, lo cierto es que a partir de esa última fecha su actitud fue más intervencionista al formar parte de la liga de monarquías absolutas europeas que se coaligaron frente a los nuevos gobernantes galos para la salvaguarda del antiguo régimen. Hermana de dinastía y obligada por los pactos de familia, España intervino finalmente contra la Convención francesa en 1793. Una guerra fronteriza que tuvo más de ideológica y dinástica que de interés nacional, derivando incluso en una guerra santa contra los revolucionarios franceses que representaban para los conservadores de distinta condición la muestra palpable de la conspiración urdida por los filósofos para subvertir el orden natural.

Y el segundo rasgo fundamental de la política exterior española del cuarto Borbón fue la definitiva pérdida de la vieja aspiración de neutralidad y equidistancia, que si bien se había quebrado en parte en el reinado anterior sufriría ahora su definitiva defunción. En efecto, España estuvo durante la última parte

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