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Historia Artes


Enviado por   •  30 de Mayo de 2015  •  2.238 Palabras (9 Páginas)  •  357 Visitas

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Estudiante: Adriana Aristizabal

Bogotá, 19 de marzo de 2009

Ernst Gombrich

Profesor, historiador de arte británico de origen austriaco, nació el 30 de marzo de 1909 en el seno de una familia acomodada judía y murió el 3 de noviembre del año2001.

Su madre, pianista; su padre, abogado, muy respetado y con gran prestigio en la ciudad. Como tantos intelectuales, era agnóstico, aunque muy respetuoso con las creencias de los creyentes de cualquier religión. Formado en su ciudad natal, amplió sus estudios en Londres, donde Trabajó entre (1956–59) y en el Warburg Institute (1959–76), donde ocupó diferentes cargos de investigador antes de convertirse en su director. Además, fue Slade Professor de bellas artes para la Universidades de Oxford, Cambridge y Harvard. En 1960 fue elegido Fellow de la Academia Británica, en 1966 nombrado CBE, en 1972 sir, y en 1988 le fue concedida la Orden del Mérito. En 1994 se le otorgó la medalla de oro de la ciudad deViena.

Las aportaciones y estudios que ha realizado como historiador del arte son conocidos mundialmente a través de sus numerosas publicaciones, entre las que destacan El arte y su historia en 1950 o Arte ilusión, en 1960, entre otras, analizando en esta última los aspectos psicológicos de la creación artística, al mismo tiempo que la importancia de la psicología de la percepción en el espectador.

El arte y su historia la tradujo para lengua hispana la Editorial Debate en 1997, y fue ampliamente difundida como un texto divulgativo y no como una “historia de arte” para profesionales o licenciados de esa disciplina, originariamente dirigida a lectores jóvenes. Fue tal el éxito, que se vendió para ser traducida a más de veinte idiomas, alcanzando varias ediciones y millones de ejemplares.

En el año 1994 se le concedió el Premio Goethe.

Análisis de la obra: Gombrich, E.H. (1950), decimosexta edición en español (1997), ¨arte experimental¨ y ¨Una historia sin fin¨ en, La historia del arte, Londres, Phaidon , pp 557_637.

En las páginas leídas de la Historia del Arte de Gombrich existen varios elementos que merecen ser comentados y analizados a la luz de la disciplina historiográfica.

El primero de ellos obedece al hecho de que en dichas páginas subyace una aparente contradicción central. Por un lado, el autor parece defender la validez y la pertinencia de distinguir y destacar lo que el llama el “Arte con A mayúscula”, es decir, el arte oficial y académicamente reconocido y avalado, el arte que destaca de todas las formas de arte por la maestría y hasta por la genialidad de su ejecución. Sin embargo, por otro lado, propone que el parámetro actualmente imperante consiste en reconocer y clasificar la validez artística de todo tipo de arte, sin importar si se trata de un arte underground o de un arte oficialmente reconocido y promocionado. ¿Cómo explicar y resolver esta contradicción?

Aunque el autor no lo expone de forma muy clara, la clave para entender y resolver esta dicotomía reside en la historia, más exactamente en la historia del arte, entendiendo la historia del arte como la relación que existe entre las expresiones artísticas de una determinada comunidad humana y los procesos y fenómenos sociales experimentados por esa misma comunidad a lo largo del tiempo.

El mismo Gombrich, sin estar totalmente de acuerdo lo expresa en su texto: “se considera el arte como la principal expresión de su época” , lo que equivale a decir: una obra de arte es el reflejo del contexto sociohistórico en el que fue desarrollada. Esta fórmula, en mi opinión, sirve para resolver la dicotomía planteada, pues partiendo de ella se comprende que lo que imperaba antes de la modernidad, y más aún de la “posmodernidad”, era el Arte con A mayúscula, el arte reconocido y avalado por su concordancia con los parámetros académicos y oficialmente establecidos. Posteriormente, en épocas más recientes y actuales lo que se ha venido imponiendo es el arte con a minúscula, un arte reconocido y avalado por su individualidad, por su originalidad, por su ruptura con lo convencional.

Antes del siglo XIX el concepto de “individualidad” no existía ni en la sociedad ni en el arte y eran los poderes de turno los que fijaban los parámetros artísticos que todo artista debía seguir. Los antiguos egipcios hacían un arte eminentemente religioso, los artistas medievales un arte cristiano moralizante y otro consistente en pinturas de género para el deleite de los nobles; los revolucionarios franceses un arte que alababa a la razón y a las virtudes revolucionarias e incluso en tiempos de la guerra fría los artistas soviéticos realizaban obras que exaltaran los valores y principios del comunismo. En todos estos contextos imperaba el Arte con A mayúscula.

Los fenómenos sociohistóricos que vendrían después, sobre todo en el mundo occidental, hicieron que pasara a imperar la individualidad y la originalidad de cada artista. Tal como el propio autor lo plantea, en el mundo occidental moderno dominado por la sofocante y aplastante uniformidad de la producción industrial en serie y en masa, la individualidad y originalidad de cada artista se ha convertido en un valioso mecanismo para escapar de esa tediosa uniformidad establecida.

Antes prevalecía la uniformidad, la oficialidad; ahora predomina la individualidad y la originalidad. Esto es lo que el propio Gombrich explica cuando escribe: “Tal vez el lector se esté preguntando si estos ejemplos tan dispares constituyen una buena continuación para una historia del arte, o si es que el otrora caudaloso río se ha dividido en diversas ramas y riachuelos.” Según él, “No lo sabemos” pero yo me inclino por el Sí a modo de hipótesis para explicar y solucionar la contradicción planteada al comienzo.

No obstante, a propósito de lo anterior quisiera agregar que, en mi opinión, hoy carecería de sentido hablar de Arte con A mayúscula y de arte con a minúscula, esto en tanto concibo al arte como una forma de catarsis individual. Creo que el arte puede ser muy sincero y “puro” cuando emerge de la inspiración y de la espontaneidad propia e individual del artista. Es un fenómeno enteramente subjetivo y, por ende, individual y original. Si esto no fuera así, no existiría la necesaria distinción entre ciencia = objetividad y arte = subjetividad. El propio Gombrich reconoce la veracidad de este postulado cuando escribe: “El arte se presenta como el único refugio donde todavía se permiten caprichos y peculiaridades personales, y donde éstos incluso se aprecian.” El arte, desde mi forma

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